La relación entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (EU) en estos días me pone a pensar en las parejas de celebridades con problemas en la alfombra roja, sonríen para la cámara, y actúan como si todo estuviera bien, pero en privado no están contentos.
En la reciente cumbre del G7, hubo oportunidades para tomar buenas fotos e incluso algunos avances en torno a los conflictos comerciales, como la tregua entre Airbus y Boeing. Pero en el fondo, los europeos siguen siendo profundamente escépticos sobre si la administración de Joe Biden es solo una escala para otro ataque de populismo tóxico. Mientras tanto, los estadunidenses se sienten frustrados con los europeos por cubrir sus apuestas entre una alianza transatlántica más estrecha o una relación con China.
No tiene por qué ser así. De hecho, no debería serlo. Si la Unión Europea realmente quiere proteger los valores liberales en una era de capitalismo de vigilancia, necesita a EU. Y si EU realmente quiere desconectarse económicamente de China en áreas estratégicas como semiconductores, baterías verdes y vehículos eléctricos, necesita la demanda de algo más que solo su mercado interno. Aquí hay una oportunidad que se tiene que aprovechar. Pero requiere de verdadera empatía y comprensión de ambas partes.
En primer lugar, los europeos no deben confundir la nueva estrategia industrial de EU, que explicó la semana pasada el director del Consejo Económico Nacional del presidente, Brian Deese, con proteccionismo. Simplemente pone a EU en línea con lo que la mayoría de los demás países desarrollados hacen como parte de la planeación económica normal, hacer inversiones estratégicas en tecnologías de alto crecimiento y utilizar el poder de las adquisiciones del sector público para apoyar a los trabajadores y empresas.
Más allá de eso, el plan tiene el objetivo de crear más resiliencia económica nacional y global, en parte mediante la creación de mayor redundancia geográfica en áreas como los semiconductores, donde 75 por ciento de la capacidad se concentra en China y el este de Asia, de acuerdo con un informe reciente del BCG.
¿Alguien realmente piensa que es una buena idea dada la geopolítica de la región? Los europeos sin duda no lo hacen, de ahí el plan de la “Brújula Digital” de la UE para duplicar su propia cuota en la producción de chips para 2030. La factura de 52 mil millones de dólares (mdd) del Senado de EU para impulsar la producción nacional de semiconductores es un buen complemento para esto. Pero la verdad es que se necesitará una década para reconstruir la base industrial de chips de EU.
Ella Dice...“Si la Unión Europea realmente quiere proteger los valores liberales en una era de capitalismo de vigilancia, necesita a EU”
Aliados como Japón y Corea del Sur, pero también naciones como los Países Bajos, podrían desempeñar un papel crucial en la reconfiguración de las cadenas de suministro de semiconductores. Al crear menos concentración sería algo bueno para los mercados globales. En un mundo ideal, EU, la UE y los aliados asiáticos, trabajarían juntos para crear estándares comunes de la industria para que la innovación y la demanda pudieran extenderse por regiones en áreas como chips, baterías verdes, tecnología limpia e inteligencia artificial.
Otra forma para que la UE y Estados Unidos lleguen a un acuerdo en este momento sería “enfocarse en respuestas comunes a los desafíos existentes dentro de sus democracias”, en lugar de en China, donde los europeos no quieren tomar partido, dice Renaud Lassus, ministro consejero de asuntos económicos de la embajada de Francia en Washington.
Esos desafíos pueden incluir todo tipo de cosas, desde la regulación de las grandes compañías de tecnología hasta los objetivos compartidos sobre el cambio climático, tal vez incluso algo tan ambicioso como poner un precio al carbono. A pesar de la oposición de algunos países europeos, entre ellos Polonia, es posible que para julio la UE pueda presentar un proyecto de propuesta para un mecanismo de ajuste de carbono. Estados Unidos tiene la oportunidad de responder de la misma manera con una propuesta propia.
Es un gran esfuerzo para el gobierno de Biden; el acuerdo de infraestructura bipartidista de la semana pasada incluyó poco sobre energía limpia. Pero es uno que se ajusta al objetivo declarado de poner el clima en el centro de su propia estrategia industrial.
La administración Joe Biden podría usar cualquier próxima “Cumbre por la Democracia” que la Casa Blanca convoque como un lugar para comenzar ese trabajo. Ya existe un círculo virtuoso de intercambio de ideas entre EU y la Unión Europea en áreas como la privacidad digital, con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de Europa que inspira leyes de privacidad californianas aún más agresivas que algún día pueden adoptarse a nivel nacional. La defensa de la competencia es otra de esas áreas en la que ambas partes se han informado mutuamente sobre los esfuerzos para frenar el poder de monopolio de las plataformas.
Uno podría imaginar una mayor cooperación en temas como la libertad de prensa, las formas y medios de crear una declaración de derechos digitales, los principios sobre cómo regular la inteligencia artificial y la investigación genómica, y así sucesivamente.
Todo esto contribuiría en cierta medida a crear una nueva base para la relación transatlántica, centrada más en corregir las debilidades internas y reforzar las fortalezas regionales que en atacar a China. Ambas partes tienen mucho que perder si lo hacen por su cuenta.
srgs