El mundo se ve diferente desde el Polo Norte. La mayoría de los mapas trazan el planeta de este a oeste, pero si ves de arriba abajo, de repente llegas a ver la posición relativa de Estados Unidos de forma diferente. Rusia domina la región. Groenlandia parece importante, al igual que Canadá. China, una nación “casi ártica”, está demasiado cerca para sentirse cómodo. EU, en comparación, es pequeño. Alaska, su estado más grande por territorio, es solo una fracción de la imagen.
Esa visión del mundo está en el centro del nuevo objetivo de la administración Trump de “hacer que la construcción naval sea grande de nuevo”, cortesía de una próxima orden ejecutiva (que puede publicarse esta misma semana). Aquí se establece la estrategia industrial más ambiciosa en el sector de la construcción naval desde que los estadunidenses fabricaron 2 mil 710 “buques de la libertad” en un espacio de cuatro años durante la Segunda Guerra Mundial.
Este tema también se va a tratar en las audiencias de la Oficina del Representante Comercial de EU sobre las soluciones propuestas para combatir la delimitación (restricción) de China en los sectores marítimo, logístico y de construcción naval a escala global.
En el siglo XIX, los imperios británico y ruso disputaron la supremacía en Asia central, en una lucha de varias décadas que se conoció como el “Gran Juego”. Las fronteras territoriales trazadas a través de Persia, Afganistán, Tíbet e India en este periodo definieron la geopolítica y la economía del siguiente siglo.
En la actualidad se desarrolla un nuevo Gran Juego, no en Asia central, ni siquiera en zonas conflictivas modernas como Ucrania, Gaza o el Mar de China Meridional, sino en las gélidas aguas del Ártico. El dominio en esta región será crucial para el control estratégico de todo el hemisferio occidental, que es un objetivo de la administración Trump.
El acuerdo de BlackRock para comprar puertos en el Canal de Panamá al multimillonario de Hong Kong, Li Ka-shing, contribuye en parte a ese objetivo. Esto se produce en un momento en que los expertos militares afirman que el riesgo es el más alto en décadas debido al aumento de la piratería, la invasión de Rusia a Ucrania y el Mar Negro, el quiebre de los cables submarinos en el Báltico, los ataques de los rebeldes hutíes en el Mar Rojo y la mayor actividad militar china en el Pacífico.
Pero el Ártico, donde China y Rusia llevaron a cabo ejercicios navales conjuntos el año pasado, es uno de los pocos lugares donde se están abriendo nuevas rutas marítimas (debido al cambio climático). Un elemento clave del nuevo Gran Juego será el desarrollo de la capacidad marítima estadunidense para explotar recursos minerales y rutas comerciales, tender nuevos cables de comunicación de fibra óptica que EU pueda vigilar mejor y crear una mayor presencia de seguridad en la región.
Los rompehielos son una prioridad para Donald Trump, que ideó el plan de construir barcos polares con los finlandeses y los canadienses al final de su primer mandato (un acuerdo firmado por la administración Biden, lo que demuestra que la seguridad marítima y ártica es un inusual punto de acuerdo bipartidista). EU no ha construido uno en más de un cuarto de siglo, pero una fuente de la Casa Blanca me dice que a Trump le gustaría verlo terminado para el final de su segundo mandato.
EU también quiere controlar más su propio transporte marítimo comercial. Cuenta con 185 buques comerciales transoceánicos; China tiene 5 mil 500. En teoría, Pekín puede frenar la economía estadunidense bloqueando el acceso a esa flota naviera y las cadenas de suministro más importantes a través del Mar de China Meridional. Dado que las fuerzas armadas estadunidenses obtienen la mayor parte de sus suministros de las flotas comerciales, incluso en tiempos de guerra, también puede incapacitar cualquier esfuerzo bélico futuro de Estados Unidos.
Un pilar clave de la estrategia de Trump será integrar los aspectos comercial y militar de la construcción naval. “Esta nueva oficina busca reformar las adquisiciones, impulsar la demanda y eliminar las barreras a la competitividad de los constructores navales estadunidenses, brindándoles la confianza para invertir en el futuro a largo plazo de la industria”, dice Ian Bennitt, asistente especial del presidente y director sénior de capacidad marítima e industrial del Consejo de Seguridad Nacional.
Esto es crucial. Se trata, en gran medida, de la estrategia industrial que puso a China a la cabeza en este sector y en tantos otros, y también representa un cambio radical respecto al enfoque de Reagan de desvincular ambas áreas, como parte de una mayor reducción de los subsidios públicos a la industria.
En cambio, muchos miembros de la administración Trump —desde el asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, hasta el secretario de Estado, Marco Rubio, pasando por el asesor económico de la Casa Blanca, Peter Navarro, y el representante comercial, Jamieson Greer— impulsan los barcos como si fueran los nuevos chips, parafraseando al ex asesor de seguridad de Biden, Jake Sullivan, que elogió el plan de Trump.
En un borrador filtrado de la orden ejecutiva se muestra que la administración planea usar diversas medidas de incentivos, desde tasas portuarias para buques chinos hasta un Fondo Fiduciario de Seguridad Marítima (que utiliza créditos fiscales, subvenciones y préstamos para la construcción y la capacitación de la fuerza laboral) e imponer sanciones comerciales para impulsar la industria. Esto va a requerir colaboración con aliados como Corea del Sur (Hanwha compró el astillero de Filadelfia), Japón, Finlandia, Canadá y otros.
¿Trump podrá mantener el rumbo? Ya les dijo a los canadienses que no les permitirá usar rompehielos estadunidenses hasta que se conviertan en el estado 51 de la unión, aunque algunas fuentes me informan que el trabajo del ICE Pact con Canadá y Finlandia continúa, sin verse afectado por problemas comerciales.
La capacidad marítima de EU quedó atrofiada a tal grado que las alianzas serán cruciales para reconstruirla. Este Gran Juego no lo puedes jugar solo.
