Negocios

Tres lecciones sobre la historia del capitalismo

Un análisis exhaustivo de la A a la Z de los críticos más influyentes revela que el sistema es desalmado, explotador, inequitativo, inestable y destructivo, pero también omnipotente y abrumador

John Cassidy, redactor británico-estadunidense de The New Yorker, es uno de los periodistas en materia de economía más destacados del mundo. También es autor de Dot.con, en la que analizó la burbuja de las puntocom de finales de la década de 1990, y How Markets Fail, que arroja luz sobre los orígenes de la gran crisis financiera de 2007-2008.

En su último y fascinante (y extenso) libro, Cassidy narra las historias de algunos de los críticos más interesantes e influyentes del capitalismo desde el siglo XVIII. Esta resulta ser también una forma reveladora de contar la historia del propio capitalismo, el gigante que continuamente ha transformado nuestro mundo.

Los “críticos” de Cassidy aparecen en orden cronológico. Comienza con el capitalismo monopolista colonial de la Compañía de las Indias Orientales, visto a través de la mirada crítica de William Bolts, un empleado descontento de la compañía en el siglo XVIII. Termina con las alarmas contemporáneas sobre la desigualdad, las crisis financieras, las pandemias, las guerras, el clima y la inteligencia artificial. Algunos, señala, lo califican de “policrisis”. Algunos, como tan a menudo se hizo antes, también predicen el fin del capitalismo. Otros simplemente lo esperan.

Entonces, ¿qué es el “capitalismo”? Podemos definirlo, dice Cassidy, como “cualquier sistema económico basado en el mercado en el que los medios de producción pertenecían a propietarios privados” que contrataban a gerentes y trabajadores. Suena muy simple, pero este sistema, singularmente, genera una perpetua revolución.

Los críticos de Cassidy son sorprendentemente heterogéneos. Algunos, por ejemplo, son radicales famosos, en particular Friedrich Engels y Karl Marx. Casi igual de célebre es Rosa Luxemburg, quien fue asesinada justo después del final de la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, Adam Smith también hace una aparición temprana algo sorprendente como opositor del mercantilismo, los monopolios y las sociedades anónimas. Mucho más tarde aparecen Milton Friedman y Friedrich Hayek, por su oposición a la versión keynesiana del capitalismo gestionado.

Otros, de nuevo, son reformadores famosos. John Maynard Keynes es uno de ellos. Entre reformista y crítica radical se encuentra la brillante Joan Robinson, una de las alumnas más destacadas de Keynes.

Muchos protestan contra la injusticia. Uno pertenece a un grupo del que casi todo el mundo ha oído hablar: los luditas de principios del siglo XIX. Otros, por otro lado, eran defensores del socialismo cooperativo.

Entre las historias que narra se encuentran las de mujeres que luchan por la igualdad política, económica y social: Anna Wheeler, Flora Tristan y Silvia Federici, quienes abogaron por un salario para las tareas domésticas. Otras figuras importantes del siglo XIX que analiza son Thomas Carlyle, Henry George y John Hobson.

Las crisis

La gran crisis de la primera mitad del siglo XX dio lugar (además de la obra de Keynes) a dos libros innovadores, publicados en 1944. Uno, The Road to Serfdom (Camino de Servidumbre, de Hayek, argumentaba que el socialismo condujo a las dictaduras y que volvería a hacerlo. El otro, The Great Transformation (La Gran Transformación), de Karl Polanyi, señala, por el contrario, que el libre mercado global condujo a la reacción autoritaria y colectivista.

Otras críticas al capitalismo de mercado, sobre todo a su forma global, surgieron en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI.

Una de ellas fue el antikeynesianismo de la izquierda, en particular las ideas de Paul Sweezy, marxista estadunidense, y del economista polaco Michał Kalecki, quien descubrió las ideas keynesianas a principios de la década de 1930, pero después argumentó que los capitalistas acabarían rechazando las políticas de pleno empleo, lo que reducía su poder tanto político como económico.

La teoría de la dependencia, que argumenta que la plena integración en la economía mundial capitalista solo podía reforzar el subdesarrollo de los países pobres, fue otra corriente. Estas teorías tuvieron una fuerte presencia en toda América Latina. Samir Amin, marxista de origen egipcio, sostuvo posturas similares. Además, el premio Nobel Joseph Stiglitz y Dani Rodrik, de origen turco, presentaron argumentos similares.

Otra crítica novedosa fue el ambientalismo. Cassidy menciona a J.C. Kumarappa, asesor de Mahatma Gandhi, y a Nicholas Georgescu-Roegen, fundador rumano de la economía ecológica, quien argumentó que no bastaría con detener el crecimiento: era necesario reducir de manera radical la producción y el consumo.

Eric Williams y Stuart Hall eran de origen antillano. El primero hizo contribuciones fundamentales a un viejo argumento: que la esclavitud aceleró la revolución industrial; el segundo buscó explicar el fracaso de la política tradicional de izquierda para frenar el thatcherismo.

La última figura de Cassidy es Thomas Piketty, quien no es marxista, pero el impacto que tiene su trabajo sobre la desigualdad fue enorme al revitalizar la idea marxista de que el capitalismo inevitablemente aumenta la desigualdad.

Los aprendizajes

Las historias bien narradas y documentadas que incluye John Cassidy nos llevan a tres lecciones fundamentales.

La primera es, en palabras de Cassidy, que “la principal crítica al capitalismo se ha mantenido notablemente consistente: que es desalmado, explotador, inequitativo, inestable y destructivo, pero también omnipotente y abrumador”.

La segunda lección es de continuidad: es, de nuevo en palabras del propio autor, que: “desde sus inicios, el capitalismo industrial ha zigzagueado entre periodos de prosperidad, cuando parece omnipotente, y episodios de pánico y contracción. De hecho, no es exagerado decir que el capitalismo siempre está en emergencia, recuperándose de una crisis o encaminándose hacia la siguiente”.

La tercera lección es la de la mutabilidad proteica del capitalismo. Cassidy describe en su libro las “diversas iteraciones” del sistema, “desde el ascenso de la producción industrial, pasando por la transición de los empresarios individuales a las grandes corporaciones como forma dominante de empresa capitalista, hasta la revolución digital y su última derivación, la comercialización de la inteligencia artificial (IA)”.

La predicción de que el capitalismo desaparecería en crisis económicas y sociales inmanejables todavía no se confirma, señala Cassidy. Esto se debe en parte a un factor que pocos anticiparon: “el auge del gran gobierno”. En términos más generales, la política de las sociedades capitalistas ha mutado, de la aristocracia y la autocracia a la democracia, del imperialismo a la descolonización, del “estado vigilante” al estado de bienestar, y del laissez-faire al intervencionismo.

¿Qué le depara el futuro?

Lo obvio es que el sistema económico ahora atraviesa por una nueva serie de agitaciones.

El ascenso de la autocracia parece romper lo que hace apenas tres décadas parecía una sólida unión entre el capitalismo y la democracia. Esta transformación interna, presente sobre todo en Estados Unidos, es el motor del colapso del orden liberal global y la desintegración de la alianza histórica de las democracias occidentales.

Junto con la rápida erosión del orden liberal se produce un enorme cambio en el equilibrio de poder global. Además, la principal potencia emergente del sistema no es ni capitalista ni democrática, sino un híbrido de comunista y capitalista.

La combinación de estas dos transformaciones amenaza la supervivencia misma de la economía integrada a escala mundial creada durante las décadas previas de globalización de mercado.

Al mismo tiempo, algunas de las crisis que enfrenta el capitalismo ahora, en particular las relacionadas con el medio ambiente global, son aquellas que las sociedades capitalistas, con su promesa de prosperidad creciente, están condenadas a encontrar políticamente difíciles de manejar. Donald Trump pretende negar su existencia.

Por último, como otras tantas veces, el cambio tecnológico —en esta ocasión, el desarrollo de la inteligencia artificial— anuncia enormes cambios en la vida económica y política. Cabe destacar que los capitalistas que poseen estos nuevos medios de producción no necesitan emplear a más de un puñado de personas. Tienen poca o ninguna responsabilidad por las consecuencias.

Algunos, en particular el especialista alemán en sociología económica Wolfgang Streeck, insisten en que esta vez es diferente: el capitalismo va a terminar. Cassidy rechaza tal pesimismo. “Pero”, concluye, “el sistema no puede descansar. Esto ha sido cierto a lo largo de su historia. Seguirá siendo así hasta que… Streeck o uno de sus descendientes logré demostrar que tiene razón”.

Mi opinión es muy similar. La “revolución permanente” del capitalismo continuará. Cómo lo hará exactamente, como otras tantas veces, es incierto. Pero la principal razón por la que sobrevivirá, sin importar cómo haya cambiado, es que no existe una buena alternativa.


Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Notivox Diario.

Más notas en: https://www.ft.com