Entra Benedict Bridgerton, el hijo bohemio de la familia protagonista de la tan querida serie de Netflix, con paso majestuoso al baile de disfraces. Una misteriosa mujer enmascarada vestida de plata llama su atención. Los corazones de estos desventurados amantes, presumiblemente, pronto los seguirán.
El avance en línea de la cuarta temporada de Bridgerton del próximo año tiene todos los ingredientes de una producción de Shonda Rhimes: una deliciosa alquimia de drama intenso y crítica social, telenovela y sexo que ha mantenido a los espectadores enganchados a series de éxito, desde Grey’s Anatomy hasta Scandal.
Ahora entra, con algo menos de dramatismo, la propia Rhimes, todavía maquillada de una sesión de fotos anterior. Se puso ropa más informal para almorzar y llega sin zapatos, describiendo como “maltrato de pies” a que la obligaron a usar tacones durante los últimos dos días.
Nos encontramos al final del Festival de Televisión de Edimburgo, normalmente un murmullo de propuestas desesperadas y chismorreo entre ejecutivos de medios. Pero el restaurante está tranquilo entre semana a la hora del almuerzo, lo que nos permite ocupar un lugar privilegiado en una mesa con vista a Princes Street.
Rhimes es acogedora, aunque al principio se nota el jet lag (desfase horario). Como era de esperar, los gestos de una de las guionistas más aclamadas de la televisión me recuerdan a uno de sus personajes –Olivia Pope, en el thriller político Scandal– frases cortas y puntuadas pronunciadas con énfasis. “Hubo un día en que (Rhimes y Kerry Washington, la actriz que interpretó a Pope) nos presentamos y llevábamos exactamente lo mismo, hasta el peinado”, admite.
Pero pronto se relaja y almuerza mientras hablamos de la beca inaugural de Edimburgo que consiguió a principios de semana. Rhimes acepta de buen grado la oferta de vino, eligiendo un Malbec intenso para acompañar su plato principal de pollo y setas de cardo en salsa Madeira. Yo me decido por raya, que viene con salsa de champán, y una copa de Pinot Gris californiano. Nos saltamos las entradas y optamos por unas aceitunas y pan para acompañar el vino.
Se toma un respiro para celebrar. La productora de Rhimes, Shondaland, celebra su aniversario de dos décadas como creadora de éxitos para la televisión. Su éxito más longevo, Grey’s Anatomy, el brillante programa hospitalario de horario estelar que ha dominado la audiencia de las noches de los jueves en Estados Unidos, va por su vigesimosegunda temporada. Ya tiene cerca de 450 episodios, sin contar los programas de la exitosa serie derivada, Private Practice.
Las primeras temporadas de Grey son extraordinariamente populares en las plataformas de streaming y suelen figurar entre las 10 series más vistas, donde los fans reviven los romances de Meredith y McDreamy y las muertes de Lexie Grey y Mark Sloan tras un accidente aéreo en el final de la octava temporada.
Cuando Rhimes esperaba con nerviosismo los índices de audiencia de los primeros episodios de la serie en 2005, el principal negocio de Netflix era el envío de DVD por correo. Ahora, el gigante del streaming le paga una cifra, que según rumores se encuentra en cientos de millones (una de las pocas cosas de las que no habla durante las comidas), para escribir y producir en exclusiva series de todos los géneros.
Cumple con creces. En sus momentos de mayor actividad, Rhimes ha sido responsable de unas 70 horas de televisión por temporada, con tres o cuatro programas en producción en cualquier momento. Bridgerton fue la serie más vista en Netflix el año pasado. Tan solo en los cuatro años transcurridos desde 2020, Parrot Analytics estima que sus programas generaron 2 mil 400 millones de dólares (mdd) en ingresos por suscripción y publicidad para plataformas de streaming a nivel mundial.
Grey’s solo quedó por detrás del gigante de la televisión infantil, Bluey, en la lista de los programas más vistos en 2024, según un informe de Nielsen, que situó a Bridgerton como el programa original más visto. “Hablamos de todos los episodios antiguos”, dice Rhimes. “La gente lo ve una y otra vez”.
El restaurante –1925 en The Pompadour, en el hotel The Caledonian– tal vez fue una opción práctica para la ejecutiva de televisión que duerme poco, pero también es ideal: una sala de música con techos murales rosas que imitan el Versalles y cornisas recargadas, que incluso al mismísimo rey Luis XV le habrían parecido un poco excesivas.
Un entorno perfecto para almorzar con Rhimes, quien también, sin querer, popularizó el cuarteto de cuerda para una generación más joven con el éxito de Bridgerton, aunque con la peculiaridad de incluir éxitos de Ariana Grande y Taylor Swift. Mi colega millennial del Financial Times casi reservó uno para su boda en Escocia ese mismo fin de semana, le digo.
“Bridgerton se ha convertido, para bien o para mal, en una auténtica marca de estilo de vida global”, ríe con incredulidad. “La gente quiere llevar los vestidos, quiere tener el camisón y quiere beber de los juegos de té. Es una locura lo que ha generado”.
Rhimes no ha participado en ninguno de los tours temáticos por los lugares de rodaje de la serie en Bath, pero sí ha visitado “experiencias” seleccionadas para fans, quienes a menudo aparecen disfrazados y, en ocasiones, esperan una propuesta de matrimonio de sus parejas.
“Este es el mundo de fantasía perfecto para ellos”, dice, antes de buscar un significado más profundo. “La gente busca desesperadamente una comunidad en este momento. Hace que la gente se sienta mejor”.
Un tazón de aceitunas enormes cubiertas de harissa llega a la mesa. Con cuidado pincho una con el tenedor; Rhimes me insta a comerla con los dedos.
Se describe a sí misma, sobre todo, como una escritora. “Todo se basa en los personajes. Cada serie es una ventana y un espejo, una ventana a una vida que nunca vivirías o nunca has vivido, y que te refleja tu propia vida”.
Bridgerton, dice, es simplemente un drama laboral, “ambientado en un mundo en el que las mujeres no tienen poder, ni autonomía, ni otra forma de ascender en el mundo ni de mantener su estatus a menos que se casen con alguien”.
Parte de la publicidad se centra en el reparto sin prejuicios raciales de la serie, ambientada en Inglaterra en el siglo XIX. “Para mí, una mujer de color en una posición de poder no es un problema”, dice Rhimes, quien fue la primera mujer afroamericana en crear y ser productora ejecutiva de una serie de una de las 10 principales cadenas. “No voy a escribir una serie que no me incluya de ninguna manera, donde no esté representada”.
Y le preocupa que los críticos utilizaran el término “woke” (progre) en relación con sus series. “¿Un hombre blanco heterosexual no está en el centro (de la narrativa) y de repente eres progre? Sinceramente, me da igual, cuento las historias que quiero ver. (Bridgerton) es una serie de televisión de fantasía ambientada en Inglaterra de la era de la Regencia. Es simplemente entretenimiento”.
Aunque nadie intentó impedir que eligiera a una mujer negra para el personaje principal de Scandal, Rhimes considera que la decisión, que se tomó en 2012, de darle a la serie solo siete episodios inicialmente se relaciona con eso.
“Eso me molestó mucho”, dice. “Cuando elegimos a Olivia Pope para convertirse en la primera mujer negra en protagonizar una serie dramática en 37 años, pensé: ‘¿De qué estás hablando?’”..
Su público también disfruta…otros aspectos de sus series, aventuro a decir con vacilación, insinuando el contenido más picante de los episodios recientes de Bridgerton. Rhimes es la editora final de cada episodio, pero dice que deja los detalles de las escenas de sexo al director. “Siempre pienso…eso es mucho. Pero a la gente le encanta”.
Nuestra comida también resulta ser un éxito. El pollo con champiñones, delicadamente preparado, de Rhimes, dice, es excelente. Mi pescado está sabroso, pero un poco seco debajo de la deliciosa salsa.
Ahora, maneja mucho mejor su equilibrio entre vida laboral y personal, un problema que en parte la llevó a escribir un libro, Year of Yes (Año del Sí), hace 10 años. A medio camino entre un libro de memorias y uno de autoayuda, este libro registra los intentos de Rhimes por superar sus ansiedades y su tendencia a esconderse detrás de su trabajo, obligándose a decir “sí” a las oportunidades que la asustan y la desafían.
Incluso después del libro, Rhimes sentía que estaba “trabajando de alguna manera durante al menos 20 horas al día, siete días a la semana”. El tiempo que la obligó a estar en casa durante la pandemia le enseñó a disfrutar más de la vida. Se mudó de Los Ángeles a Connecticut y empezó a delegar mejor. Empezó a jugar al golf. “Le pegas muy fuerte a la pelota. Sacas la ira”.
Los martes, miércoles y jueves son sus días “creativos”. “Lo reduje a lo que Netflix me paga...no necesariamente me pagan por tener reuniones de equipo, me pagan por contar historias”.
Sigue rechazando muchas invitaciones sociales. “Uno se lo pasa realmente bien sin maquillaje, en pants si es posible, en pijama aún mejor, y con un libro en la mano”.
Una niña algo introvertida –la menor de seis hermanos, de padres académicos– Rhimes encontró abrumador el salto de contar sus historias a una grabadora a ser perseguida por los paparazzi luego del éxito de Grey’s.
Ahora, es la jefa de la sala de guionistas, imponiendo su visión al elenco y al equipo, y dirigiendo un multimillonario imperio de medios. “Sigo siendo la misma persona que era, pero he trabajado muy duro y he aprendido a tener las herramientas para desenvolverme como empresaria en el mundo exterior”.
Grey’s está entrando en su vigesimosegunda temporada en ABC, pero Rhimes dejó el cargo de showrunner y guionista principal en 2015, al detectar la transición de los espectadores a la nueva generación de plataformas de streaming y pedir a sus agentes que buscaran un acuerdo. Aceptó un contrato exclusivo con Netflix dos años después.
Rhimes está entusiasmada con la escala global de la plataforma. Cuando Bridgerton se estrenó durante la pandemia, dijo, “la conversación fue global, estaba ocurriendo con todos al mismo tiempo, y la serie se volvió mucho más grande de lo que jamás imaginé”.
También hubo un nuevo enfoque para la producción para televisión en la compañía de tecnología con mucho dinero. “La corporación (ABC) empezó con un no, y luego tuvieron que averiguar cómo llegar al sí. El enfoque de Netflix para todo era sí. Y luego se trataba de averiguar si realmente podría funcionar”.
Los creadores de televisión, señaló, dicen que la otra cara de trabajar para plataformas de streaming es un enfoque despiadado en las cifras de audiencia, lo que algunos argumentan que amenaza con reducir la calidad al mínimo común denominador de programas que ya han demostrado funcionar.
La residencia (The Residence), una serie de misterio y asesinato en la Casa Blanca de Shondaland, fue cancelada a principios de este año después de solo una temporada, ante la preocupación de que las aún respetables cifras de audiencia no fueron suficientes para justificar el gran presupuesto de la brillante serie de procedimiento.
Pero Rhimes insiste en que no siente la misma presión por alcanzar las cifras –en parte, admite, debido a sus éxitos anteriores– aunque ve el problema de delegar la toma de decisiones creativas a grandes compañías de tecnología cuyas habilidades residen en el uso de datos y algoritmos.
“Las plataformas de streaming buscan un modelo de cómo hacer las cosas, cuando, en realidad, la cadena tenía ese modelo de cómo desarrollar y crear programas de televisión”, afirma. “Como compañía tecnológica, se basan en datos. Pueden decir: ‘Esto funciona, lo repetimos’. Y así no es como funciona (con la televisión)’”.
Le preocupa que a algunos programas nuevos no se les esté dando el tiempo necesario para encontrar a su público, debido a la necesidad imperiosa de aumentar el número de suscriptores. “Hay que tener ese tiempo. No estoy segura de que Grey’s hubiera sido elegida después de 13 episodios”.
Como muchos productores, también es consciente de las preocupaciones sobre cómo las herramientas de inteligencia artificial (IA) se integrarán en el proceso de creación de televisión. “Lo que sea que estén haciendo es derivado. No hay nada que reemplace la chispa de la creatividad”, dice. “Si la IA estudiara todos mis programas y todos mis guiones, ¿sería capaz de hablar con la cadencia de mi discurso? Podría reconocer a mujeres fuertes, interesantes y desordenadas. Pero ¿sería algo original? Sería una réplica de lo que ya hemos hecho, pero lo que ya hemos hecho no es adónde nos dirigimos”.
Luego de un par de copas de vino, la conversación gira en torno al tema candente en la mente de muchos guionistas de Hollywood: Donald Trump. Desde su elección, estudios como Disney abandonaron las iniciativas de “diversidad e inclusión”, mientras que otros llegaron a acuerdos judiciales con el presidente con indemnizaciones multimillonarias. Rhimes renunció como tesorera del Kennedy Center en febrero, después de que Trump tomó el control de la institución.
Pero cree que la angustia de Hollywood por ese tipo de decisiones “es la menor de nuestras preocupaciones...no me voy a quedar sentada como una princesa con una tiara preocupándome por lo que le va a pasar a la industria del entretenimiento”.
Rhimes es demócrata, apoyó las campañas de Clinton y Obama, así como las de Kamala Harris, y ya visitó la Casa Blanca en varias ocasiones como invitada.
Pero primero tiene cuidado de separar los aspectos políticos de su vida personal de su puesto profesional como ejecutiva de televisión. Shondaland es una compañía de entretenimiento. Nos llegaban proyectos donde la gente decía, deberíamos hablar del aborto. Y yo pensaba, el aborto no es una historia. Claro que es parte de una historia, pero no es un espectáculo”.
Aun así, como autodenominada activista, le preocupa que EU esté pasando por “un momento muy malo”, y añade que “hay mucho que se puede hacer a nivel personal”. Trabaja con organizaciones y ayuda a “llenar los vacíos” donde el gobierno retiró fondos para buenas causas. “Siento que necesito centrarme en lo que tienen los más desfavorecidos, donde puedo ser más útil”.
Terminamos el almuerzo con un café para mí y un té de menta para una cansada Rhimes. Necesita una siesta –al menos su falta de calzado significa que está un paso más cerca de la cama– antes de explorar más Edimburgo.
Pero la reina de los finales con un momento de suspenso tiene un giro final: planea mudarse al Reino Unido el próximo año. Le parece el momento adecuado, dice, dado el momento en que se encuentra la educación de sus hijos. Y podrá visitar el set de rodaje de Bridgerton con más frecuencia. A diferencia de otros ejecutivos de televisión de tendencia de izquierda como Ellen DeGeneres , quien se mudó al Reino Unido luego de la reelección de Trump, Rhimes insiste en que su decisión no está relacionada con la política.
También tiene una agenda apretada de producciones que supervisar. Shondaland trabaja en una serie de ciencia ficción, algo que conduce a una apasionada conversación sobre su amor por el resurgimiento de Doctor Who de Russell T. Davies mientras nos preparamos para salir, junto con un par de dramas de época.
Aunque la política se detiene en la puerta de Shondaland, Rhimes admite que una serie como Scandal podría parecer menos relevante ahora. Cuando trabajaba en esa serie, “todo era esperanzador, todo era bueno”, dice.
“Es muy divertido escribir una historia de fantasmas cuando las luces están encendidas. Cuando las luces se apagan, ya nadie necesita una historia de fantasmas. Necesitan esperanza”.
KRC