El simposio de Jackson Hole de hoy es el evento más significativo del año en el calendario de la comunidad de los bancos centrales. Cada vez que los banqueros del mundo se reúnen en las montañas de Wyoming —en estos días, en las reuniones remotas— a menudo aprovechan la oportunidad para exponer acontecimientos importantes en la forma en que piensan y practican la política monetaria.
Los discursos en Jackson Hole de los responsables de la formulación de políticas —especialmente el discurso inaugural del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell— son una fuente clave de información para comprender lo que vendrá después, en la economía y en las políticas. El simposio de este año llega en un momento propicio para brindar esa información.
No hace falta decir que nos encontramos en una situación económica sin precedente. La política monetaria nunca ha sido más flexible. La política fiscal quizá nunca ha sido de mayor estímulo, al menos cuando no se está en guerra. Nunca antes habíamos cerrado conscientemente economías enteras para combatir una pandemia y nunca habíamos experimentado la recuperación de ellas. Y todo esto se suma a los cambios a largo plazo en la economía que obligaban a un profundo replanteamiento de cómo hacer la política económica incluso antes de la pandemia. La economía es mucho más difícil de predecir y la política mucho más difícil de planear de lo habitual.
Hay un desacuerdo teórico y empírico sobre los beneficios y riesgos de “hacer que la economía se caliente” (Neil Irwin, del New York Times, expone el debate muy bien). La causa y la consecuencia del debate es que no sabemos si es más probable que la economía responda con crecimiento o con inflación al estímulo de demanda agregada sin precedente.
Además de esta incertidumbre subyacente, vienen las señales fluctuantes a corto plazo, sobre la salud de la recuperación de EU frente al aumento de las infecciones por la variante delta del coronavirus y sobre lo que los miembros del comité de formulación de políticas de la Fed creen que se debe hacer.
Aun así, debemos tomar decisiones con base en lo que pensamos que va a suceder, y “nosotros” incluye a inversionistas con dinero en juego en los mercados, empresas y trabajadores que hacen todo lo posible para adivinar la demanda de sus productos y su mano de obra en los años por venir, y la Fed. La tarea de Jerome Powell es ayudar a tomar esas decisiones de la manera más informada posible.
Como dice Mohamed El-Erian en un artículo de opinión para Financial Times, “un número consecutivo de personas esperan escuchar lo que solo Powell puede ofrecer: cuándo y cómo la Fed se alejará de las medidas de emergencia relacionadas con el covid que se introdujeron al principio de la pandemia. Los datos económicos recientes acentúan la necesidad de claridad al respecto”.
Como señala El-Erian, la “preferencia de Powell por una evolución lenta escalonada en las políticas” es muy conocida. Sin embargo, no se comprende bien ni completamente. El cambio de estrategia de la Fed el año pasado fue hacia un enfoque más paciente de las expansiones económicas, elevando el umbral para el endurecimiento a medida que la economía se acerca a su capacidad máxima. Lo que todos los demás —y quizá la propia Fed— necesitan ahora es una idea más clara de dónde está ese umbral.
Sin embargo, no creo que esto signifique una guía detallada sobre el cuándo y el cómo de la “reducción gradual”, es decir, en última instancia, la reversión de las compras de valores financieros por parte de la Fed para relajar las condiciones de financiamiento. Creo que lo que Powell tiene que proporcionar es algo más general, pero útil. Dada la inclinación de la Fed el año pasado hacia un enfoque más paciente de las expansiones económicas, lo que se necesita es una explicación más detallada de lo que significa paciencia para la Fed.
El Banco Central Europeo (BCE) ha dado un ejemplo educativo. Aunque estaba un año por detrás de la Fed en completar su revisión de la estrategia de políticas, cambió en una dirección similar: hacia una actitud más paciente en la recuperación de las recesiones y los episodios desinflacionarios. Y ya en su primera reunión después de anunciar la nueva estrategia de política monetaria en julio pasado, los observadores del BCE pudieron tener una idea concreta de lo que va a significar una mayor paciencia en la práctica.
Como explica su economista jefe, Philip Lane, el BCE actualizó su orientación sobre cuándo endurecerá la política: no hasta que la inflación alcance (¡o supere!) el objetivo de 2 por ciento “mucho antes del final de su horizonte contemplado y de manera duradera para el resto del horizonte contemplado”. Para decirlo de manera más sencilla, la inflación debe asomar la cabeza más cerca en el tiempo que bajo la estrategia de política anterior para justificar el endurecimiento monetario (el horizonte contemplado actual se extiende hasta 2023). Esta es una manera ingeniosa de hacer que la paciencia sea algo concreto, debe ser fácil de entender para los ciudadanos, las empresas y los agentes del mercado, y resuelve las dudas que tenía sobre cómo el BCE puede comprometerse de manera creíble a ser más “persistente”, una palabra clave en su revisión de estrategia.
Eso es solo un ejemplo de lo que puede hacer Powell. Hay otras opciones. Bajo la dirección de Powell, la Fed se ha vuelto más vocal sobre la importancia de la desigualdad en la economía, incluso para la eficacia de la política monetaria. La revisión de su estrategia aumentó la importancia del pleno empleo para la política monetaria. Puede utilizar esto para hacer que la “paciencia” sea más operativa.
Los efectos del estímulo de la demanda agregada tardan más en llegar a los trabajadores más marginados, las minorías y los que tienen menos educación formal. Entonces, ¿por qué no incluir las estadísticas sobre los márgenes del mercado laboral de manera más prominente en la recomendación de política monetaria de la Fed, y vincular las orientaciones a futuro para ajustar el pleno empleo cuantificable en esos márgenes y no solo en promedio? El argumento económico para esto es sólido, y no hay un mejor lugar para anunciarlo que un simposio de Jackson Hole dedicado a la “Política macroeconómica en una economía desigual”.