Boris Johnson ganó la campaña del brexit y una elección general no porque supiera gobernar, sino porque sabía entretener. Si el gobierno actual fracasa, ¿el sucesor será un gobierno mejor o un entretenimiento populista? Mi apuesta es para lo segundo, que tendrá consecuencias devastadoras a largo plazo, como ocurre ahora en Estados Unidos.
Tal vez ya sea demasiado tarde, pero debemos tratar de evitar este resultado y tenemos que empezar por lo que sucede en Reino Unido. La administración Starmer tiene buenas intenciones, pero está mal preparada para gobernar. Parte de la explicación ha sido un periodo tan prolongado en la oposición. El gobierno es muy inexperto, como también sucedió en 1997 y 2010.
Pero hay otra limitación: la oposición sufre falta de financiamiento crónico. No se la apoya como un gobierno en espera, sino como pequeñas organizaciones privadas que intentan ganar elecciones. Pero, si son elegidas, estas pequeñas organizaciones tendrán que proporcionar una dirección a un Estado complejo que, en el caso británico, gasta más de 40 por ciento del PIB y proporciona todos los marcos en los que opera el país. Es una enorme responsabilidad para la que no están preparados, tanto a nivel individual como institucional. Por eso los gobiernos empiezan actuando como conejos deslumbrados, ya sea al tardar demasiado en decidir qué hacer o en tomar decisiones con demasiada rapidez sin estar bien informados.
No se trata de una crítica a la democracia en sí. Es cierto, tiene muchos defectos, pero ninguno de ellos es tan grave como el del despotismo. Sin embargo, tenemos que reconocer que las oposiciones necesitan mucha ayuda para prepararse para las tareas que pueden afrontar. Tienen que entender los problemas que enfrentan sus países ahora, elaborar reformas que puedan abordar esos problemas. Y, sobre todo, saber cómo convertir las aspiraciones en políticas y cambios institucionales.
Parte de la solución debe ser hacer de la política una carrera más atractiva para las personas capaces. Otra forma de lograrlo es incorporar a los debates a la gente común, a través de asambleas ciudadanas. Pero también es vital que las oposiciones tengan los recursos que necesitan para elaborar políticas con antelación, desde las ideas hasta la implementación, mientras están en la oposición. Sin esto, les faltará preparación. Entonces les llevará demasiado tiempo y su popularidad se diluirá, ya que los cambios llegarán demasiado tarde.
Lo que se necesita es un apoyo público a gran escala que esté en consonancia con la realidad de que un partido político es una institución central del gobierno. Su vitalidad es un bien público. Incluso los partidos con los que uno no está de acuerdo son parte de ese bien, porque la democracia consiste en una competencia sana.Hay dos riesgos al depender del dinero privado: recursos insuficientes y corrupción.
De hecho, cada vez parece más plausible en la política actual. Pero el resultado va a ser un gobierno persistentemente malo. Ganar elecciones no es suficiente. La democracia también tiene que ofrecer un gobierno decente.
