Veneno de abeja, grasa de oveja, baba de caracol... la lista de ingredientes extraordinarios que utiliza el mundo de la belleza, que mueve 450 mil millones de dólares anuales, es tan interminable como las formas en que se comercializan sus elixires. La “premiumización” durante mucho tiempo ha sido una vía para obtener utilidades, con marcas cada vez más caras llegando a los estantes.
El siguiente paso en este sector bien puede venir de la tecnología. Los dispositivos domésticos que utilizan luces LED, láseres y pulsos electromagnéticos, que desde hace tiempo defienden los dermatólogos para reducir arrugas, tonificar o resolver problemas específicos, buscan un hueco en los estantes de los inversionistas junto con la oferta pública inicial (OPI) de The Beauty Tech Group en Londres.
Este es un nicho de mercado potencialmente atractivo. El sector de la tecnología de la belleza, de acuerdo con un informe de la consultora OC&C para The Beauty Tech Group, tiene un valor de hasta 18 mil millones de dólares a escala mundial. Las ventas crecieron al menos 13 por ciento anual en Estados Unidos, Reino Unido y Alemania desde 2019. Esto representa más del triple del crecimiento de la industria en general, según estimaciones de McKinsey.
Este candidato a OPI de tecnológica de belleza produce dispositivos bajo las marcas CurrentBody, ZIIP y Tria Laser y vende directo a consumidores o a través de minoristas. Aumentó sus ingresos en más de una quinta parte en el primer semestre de este año, mientras que sus utilidades operativas aumentaron más del doble.
La idea de disfrutar unos minutos tranquilos bajo una mascarilla o un casco —para el crecimiento del pelo— tiene un atractivo evidente en casa, en comparación con la molestia de acudir a citas. Y aunque muchos se resistan a que las mascarillas cuesten entre 300 y 800 libras, existen precedentes de que a los dispositivos tecnológicos para el bienestar les va bien.
Un deportista de sillón con, por ejemplo, pantorrillas tensas que compra una pistola de masaje de percusión de Therabody —una ganga por 399 libras el modelo premium— podría estar más receptivo a su máscara LED TheraFace por 579 libras.
También vale la pena recordar que ya pasaron nueve años desde que Dyson incursionó por primera vez en el mercado, aparentemente maduro, de las secadoras de pelo con productos de alta calidad y precios elevados. Mientras, su rival Shark tantea el terreno con su mascarilla CryoGlow por 300 libras.
La desventaja, por supuesto, es que por cada tendencia tecnológica o de bienestar que se vende como pan caliente, hay otras cuyo brillo inicial no dura.
Los inversionistas que evalúan The Beauty Tech Group probablemente exigirán un descuento en comparación con el promedio de 15 veces el flujo operativo que alcanzan empresas consolidadas pero de crecimiento más lento, como Estée Lauder, Shiseido, Amorepacific y L’Oréal.
Las mascarillas son culturalmente extrañas: pensemos en películas como V de Vendetta, Scream o El Fantasma de la Ópera. Aun así, el tamaño y el éxito de la industria de la belleza demuestran que se puede convencer a los clientes de usar casi cualquier cosa si se les promete juventud y mejor apariencia. Mientras, pasen la baba de caracol, por favor.