Estilo

Adiós a Giorgio Armani, maestro del vestir poderoso

La muerte del diseñador que reescribió las reglas de la moda fue confirmada el jueves en un comunicado del Grupo Armani, que no facilitó más detalles. Decía que “trabajó hasta sus últimos días”.

Giorgio Armani, diseñador reticente pero constructor instintivo de imperios, se hizo conocido en un inicio al adaptar una práctica habitual de los sastres napolitanos tradicionales: suavizar la estructura interna del traje masculino para revelar el cuerpo que había en su interior. 

Al simplemente eliminar las hombreras y los forros de lona, Armani ideó lo que a principios de la década de 1980 se convertiría en un nuevo uniforme masculino, uno cuya sensualidad relajada y casi desenfadada pronto se ganó el favor de la clientela femenina.

​Un legado que permanecerá

“Todas las mujeres de mi generación, incluida Hillary Clinton, vestían jeans en los 70 —recordó Deborah Nadoolman Landis, diseñadora de vestuario e historiadora, directora fundadora y presidenta del Centro David C. Copley de Diseño de Vestuario de la Universidad de California en Los Ángeles —. ¿Pero qué pasa después de Woodstock? ¿Cómo profesionalizas ese look cuando esas mujeres empiezan a incorporarse al mercado laboral? Lo haces con un traje feminizado de Armani”.

Los diseños de Armani, andróginos, lujosos, situados en algún lugar entre el estirado atuendo formal, popular entre los ejecutivos de la época, y los recatados trajes de falda preferidos por muchas mujeres profesionales, ofrecían una forma alternativa de vestir para transmitir poder.

Durante un tiempo, en los despachos de Wall Street, las salas de juntas de Madison Avenue y las suites ejecutivas de muchas agencias de talentos de Hollywood, un traje Armani era el uniforme por defecto de la autoridad, una armadura profesional confeccionada en crepé o cachemira y moldeada en una paleta sombría de la que el diseñador rara vez se desviaba.

Armani configuró una forma alternativa de vestir para transmitir poder
Armani configuró una forma alternativa de vestir para transmitir poder. (The New York Times)
“Armani es uno de esos, como Coco Chanel con el vestidito negro, tan importante por lo que aportó socialmente a través del vestido como por lo que diseñó en particular”, aseguró Harold Koda, quien fuera conservador jefe del Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Arte (Met) y curador, con Germano Celant, de una retrospectiva de Armani en el Museo Guggenheim de Nueva York en 2000.

La prensa de moda, que fue una de las primeras en acoger y mitificar a Armani, se sintió atraída por su atractivo cinematográfico —rasgos afilados, con penetrantes ojos azules, un bronceado caoba y un físico atlético que disfrutó mostrar hasta bien entrados sus 80 años— y por el aura segura y ascética que proyectaba en una época en la que los diseñadores de moda habían empezado a emerger como celebridades de la cultura pop por derecho propio. 

En los medios de comunicación italianos se le idolatraba como el “Rey Giorgio”.

Con el tiempo, el mundo de la moda dejaría de lado un vocabulario de diseño que los críticos de Armani a veces tachaban de repetitivo y desfasado

Sin embargo, si esto preocupaba a Armani, nunca lo dijo, acaso porque los colosales presupuestos publicitarios desplegados por su empresa familiar (que en 2023 registró unos ingresos de 2 mil 650 millones de dólares) prácticamente garantizaban una cobertura mediática generosa y sobre todo reverente. 

Resultó que la serena seguridad que mantenía se vio confirmada cuando, en los últimos años, el péndulo volvió a los estilos de los ochenta y Armani fue, otra vez, elogiado como profeta del estilo.

Alianza de Armani con el estrellato

Aunque nada tímido ante las cámaras, Armani no se veía a sí mismo como un actor de lo que una vez denominó “la película de la vida”, sino como su espíritu rector. Y el cine, como declaró en Made in Milan (1990), un documental de 20 minutos sobre él dirigido por Martin Scorsese, siempre había sido su verdadero amor.

Me hubiera gustado ser director —afirmó Armani en la película—. La pasión sigue en mi sangre”.
El diseñador confesó que el cine siempre había sido su verdadero amor
El diseñador confesó que el cine siempre había sido su verdadero amor. (The New York Times)

En cierto modo, fue esta pasión por el mundo del cine, y por una lista en constante cambio de personas genéticamente favorecidas, lo que daría lugar a lo que generalmente se considera la contribución más duradera de Armani a su campo y su segunda reformulación del canon de la moda. 

Antes y quizá mejor que nadie en la industria, se alineó con las estrellas de cine y su glamour putativo, y convirtió así su nombre en sinónimo de vestirse para la alfombra roja.

A estas alturas, la simbiosis entre la fama y la moda está tan institucionalizada que a pocos les sorprende ver a las estrellas salir a la calle como glamurosos y bien remunerados carteles publicitarios para los diseñadores. Pero Armani fue uno de los primeros en cortejarlas, y llegó incluso a establecer una cabecera de puente corporativa en Hollywood para identificar y satisfacer las necesidades sartoriales de las personas con un oficio fabuloso.

Giorgio inició todo eso de regalar ropa a gente célebre, personajes públicos —dijo la modelo y actriz Lauren Hutton, quien interpretó a la esposa de un senador en Gigoló americano (1980), la película a la que a menudo se atribuye haber dado a conocer los diseños de Armani al público general—. Los diseñadores no regalaban ropa en aquella época”.

Sin embargo, Armani sí lo hacía, y en abundancia, lo cual resultó en que se podía confiar en que estrellas de cine como Michelle Pfeiffer, a la que se refería como una de sus primeras musas, aparecieran en las galas de premios con prendas que aumentaban su valor en el emergente reino de la moda como entretenimiento de masas.

“Fui uno de los primeros diseñadores en vestir a estrellas dentro y fuera de la pantalla — declaró Armani al periódico británico The Telegraph en 2013—. No siempre tenían un estilo concreto, ni el sentido del vestir para saber qué ponerse para una ocasión. Yo les ayudaba a sentirse más seguras y relajadas”.

Vestida con un traje de noche rosa empolvado y guantes de satén de Armani para la ceremonia de los premios de la Academia de 1992, la actriz Jodie Foster —quien hasta entonces nunca había sido la idea de un estandarte de la moda— ganó un Oscar y de repente se vio propulsada a la Lista Internacional de las Mejor Vestidas.

En las décadas siguientes, Armani encendería innumerables flashes de paparazzi cuando celebridades femeninas como Gwyneth Paltrow, Cate Blanchett, Sophia Loren, Julia Roberts, Beyoncé, Lady Gaga, Cindy Crawford y Glenn Close aparecieran con sus vestidos de noche lujosamente adornados, bordados y típicamente ceñidos, y hombres como Russell Crowe y George Clooney se pavonearan con sus impecables esmóquines.

Armani dio a las estrellas de cine una forma moderna de vestir”, dijo alguna vez Anna Wintour, hasta hace poco editora jefe de Vogue. Más acertadamente, les dio un aspecto clásico, que se remontaba a la llamada Edad de Oro de Hollywood.
El diseñador comenzó a vestir a las estrellas de Hollywood
El diseñador comenzó a vestir a las estrellas más aclamadas de Hollywood. (The New York Times)

Armani, un nombre reconocido

Oportunamente, fue a través del cine que Armani entró por primera vez en la conciencia general como diseñador, cuando tanto los críticos como el público se emocionaron con una escena en la que un joven Richard Gere con el torso desnudo, interpretando a un acompañante de alta gama, selecciona su vestuario de noche de una variedad de sensuales trajes en tonos tierra y corbatas de punto en la historia noir de Paul Schrader en Gigoló americano.

En esa película, Gere “consiguió mostrar la sensación sensual y natural de mi estilo y la nueva relación entre la prenda y el cuerpo que representaba”, declaró Armani a The Telegraph en 2013.
“Gracias en parte a esa película, mi marca se convirtió rápidamente en un nombre conocido”, añadió, a pesar del debate actual sobre si, en realidad, Gere llevó algo del diseñador en la pantalla.

Como dijo Landis, la historiadora de vestuario, el único Armani real que aparece en la película “es lo que se ve a Richard Gere mirando en su armario y sobre su cama, la ropa doblada”.

Poco importaba, afirmó: “Hubo una sincronía mágica entre ese momento de la moda masculina, el cine y la carrera de Armani”.

Es incuestionable el efecto que la sexualidad desenfrenada e insolente de Gere en Gigoló americano tuvo en la moda masculina, y el cambio que desencadenó en las normas del vestir. Esto fue tan cierto en el ámbito deportivo como en la sala de juntas, como atestigua el ascenso de Pat Riley, entonces entrenador de los Lakers de Los Ángeles, de la línea de banda del estadio a la portada de GQ.

Los diseños de Armani se verían tanto en la pantalla como fuera de ella, lucidos por estrellas como Sean Connery y Robert De Niro en Los intocables (1987); por Christian Bale y Michael Keaton en distintas versiones de la franquicia de Batman; por Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street (2013); y por Don Johnson en el exitoso drama policial de los ochenta Miami Vice, en el que una chaqueta pálida de Armani sobre una camiseta creó otro nuevo modelo de atuendo informal.

Y demostraría ser un industrial instintivo y astuto, cuyo nombre se asociaría a múltiples líneas de ropa, fragancias, cosméticos, zapatos, relojes, joyas, hoteles y restaurantes; hasta 250 producciones de cine, ópera y teatro; y uniformes usados por las azafatas de Alitalia y los equipos de fútbol inglés y alemán; y cuyo modelo de negocio (el 20 por ciento de los productos obtienen el 80 por ciento de las ganancias) se convirtió en un elemento estándar de la formación en las academias de moda.

El diseñador comenzó a vestir a las estrellas de Hollywood
Los diseños de Armani se usaban en pasarelas y en pantallas. (The New York Times)

El interés de Giorgio Armani por la medicina

Giorgio Armani nació el 11 de julio de 1934 en Piacenza, una ciudad a orillas del río Po, a unos 72 kilómetros al sur de Milán. Era el segundo de los tres hijos de Maria Raimondi y Ugo Armani. Su padre trabajó antes y durante la Segunda Guerra Mundial como empleado en las oficinas del partido fascista local.

El cine fue el primer amor de Armani. A menudo asistía a películas con su padre, y encontró en la oscuridad del cine su única vía de escape fiable de los horrores de la vida en la Italia de la guerra. 

De joven, estas no eran solo abstracciones remotas; cuando las fuerzas aliadas iniciaron una campaña concertada de bombardeos en 1940, ametrallando Italia de norte a sur, desde Turín a Nápoles, su hogar familiar fue alcanzado por un proyectil.

Aunque la familia salió ilesa, Armani resultó gravemente herido poco después del final de la guerra, cuando una mina detonó en una calle cercana a su casa y le prendió fuego. Aún no había cumplido los 10 años.

Durante seis semanas de convalecencia, los médicos mantuvieron los ojos del niño envueltos en vendas. Le quitaron la piel quemada empapándolo con alcohol. 

“De repente cerré los ojos y no volví a abrirlos en 20 días —recordó Armani en una entrevista de 2015 para Harper’s Bazaar—. Podía oler los tilos en flor de los jardines del hospital, pero no podía verlos. Fue duro para mí porque no estaban seguros de si volvería a ver”.

Con el tiempo se recuperó, y el único recuerdo visible del incidente era una cicatriz donde un zapato le había quemado el pie. A raíz de la experiencia, más tarde se decidiría a seguir la carrera de medicina, que había llegado a considerar una profesión noble y desinteresada.

“Los libros de A. J. Cronin sobre ser médico rural me causaron una profunda impresión —escribió en su autobiografía, titulada Giorgio Armani (2015)—. Me encantaba la idea de una persona que salvaba la vida de ancianos y jóvenes por igual”.

Educado inicialmente en el Liceo Scientifico Respighi en Piacenza, Armani se trasladó con su familia a Milán a finales de la década de 1940 y, tras el bachillerato, estudió Medicina en la Universidad de Milán. 

Tras un breve y poco prometedor periodo allí, interrumpió sus estudios para alistarse en el Ejército; debido a su formación médica, fue destinado a trabajar en una enfermería. Pocos detalles sobre sus inicios permitían adivinar su trayectoria final.

La moda no desempeñaba ningún papel, al menos aparente, en ese momento de mi vida —declaró Armani en su autobiografía, al referirse a su juventud—. No parecía haber rastro de la chispa de inspiración o la musa sagrada de las que habla la mayoría de la gente cuando se les pregunta cómo empezaron”.

Sin embargo, siempre había admirado la moda y recordaba haber sido la envidia de sus compañeros de clase por los elegantes trajes que su madre cosía para él y sus hermanos. “Parecíamos ricos a pesar de ser pobres”, dijo quien llegaría a amasar una fortuna estimada en 11 mil 500 millones de dólares, lo que lo convertiría en una de las personas más ricas de Italia.

Fue en gran medida la casualidad la que condujo a Armani a la moda, y a un trabajo temporal en los grandes almacenes milaneses La Rinascente en 1957. Empleado inicialmente como ayudante de fotógrafo y escaparatista, fue ascendido rápidamente a supervisor de compras, encargado de adquirir artículos de India, Japón y Estados Unidos.

una fortuna estimada en 11 mil 500 millones de dólares
Giorgio Armani poseía una fortuna estimada en 11 mil 500 millones de dólares. (The New York Times)

Su talento como estilista llamó rápidamente la atención del diseñador de ropa masculina Nino Cerruti —descendiente de una empresa textil familiar y considerado un ejemplo de elegancia italiana— y así, en 1964, sin formación formal en moda, Armani se encontró al frente de Hitman, una línea de ropa masculina de Cerruti.

Permaneció en ese puesto hasta 1970, cuando, a punto de cumplir los 40, emprendió impulsivamente una carrera como diseñador independiente. En ese empeño, recibió el apoyo de Sergio Galeotti, un dibujante de arquitectura que había conocido en los años sesenta en La Capannina di Franceschi, una famosa discoteca de la ciudad turística de Forte dei Marmi, quien pronto se convirtió en su pareja.

Fue Sergio quien creyó en mí —declaró Armani a GQ en 2015—. Sergio me hizo creer en mí mismo. Me hizo ver el mundo más allá”.

A lo largo de su larga carrera, Armani prestó especial atención a los tejidos. También demostró una aptitud para yuxtaponer materiales y texturas, al emplear lanas afelpadas, tradicionalmente restringidas a la ropa de mujer, en trajes de hombre, o tratar el cuero como si fuera tela. 

Sus primeros elogios en la prensa fueron para una cazadora bomber de cuero de estilo suave que diseñó y mostró en el desfile de la Sala Bianca de Florencia en 1974.

En 1975, Armani y Galeotti utilizaron como parte de su inversión las ganancias de la venta de su Volkswagen Beetle y crearon su propia empresa y marca. Poco después, el diseñador presentó la chaqueta sin forro que definió su carrera, un diseño que supuso un giro definitivo respecto a la vestimenta de negocios masculina tradicional. 

Luego introdujo una versión femenina, cuyo estilo sexy pero sobrio contrastaba tanto con los aburridos trajes de las ejecutivas de entonces como con las creaciones extravagantes que se exhibían en muchas pasarelas en una época de faldas abullonadas y excesos vertiginosos.

El ascenso de Armani fue tan rápido que en 1982 ya había aparecido en la portada de Time. Era el primer diseñador de moda que aparecía así desde Christian Dior, cuatro décadas antes.

Pero según Koda, el curador, ya entonces tenía detractores.

“Eleanor Lambert, a mediados de los ochenta, dijo que Armani había destruido la moda”, dijo Koda, en referencia a la publicista a la que se atribuye en gran medida haber sentado las bases de la moda como forma de medio de comunicación masivo. 
“Ella creía que él había creado un nuevo uniforme tan consistente que hacía que todo lo que lucía meramente de moda pareciera pasajero y desechable”.

El duelo provocó un vacío

Con esta primera fase de su éxito en su apogeo, Armani recibió repentinamente la noticia de que Galeotti, su compañero, había contraído el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). 

En aquel momento no existía ningún tratamiento eficaz para el virus; Galeotti murió a los 40 años en 1985. Aunque los medios atribuyeron la muerte a un infarto, se entendió ampliamente que la causa había sido una complicación del sida.

“Durante aquel espantoso año viví como si contuviera la respiración, sin pensar en lo inevitable, trabajando día tras día”, escribió Armani en su autobiografía. Su dolor se vio agravado por la carga de asumir la parte comercial de la empresa
“La mayoría de la gente pensaba que no sería capaz de lograrlo”, dijo.

Al reflexionar sobre su propia naturaleza nostálgica en Made in Milan, Armani dijo: 

Amo el pasado, pero intento no ser su víctima”.

A los ojos de algunos críticos, su obra en los años posteriores a la muerte de Galeotti dejó a veces la impresión de que, en su lucha con este, el pasado había vencido. En los primeros años de este siglo puso a sus desfiles títulos nostálgicos como Ecos de Armani y envió a la pasarela ropa masculina suavemente confeccionada cuya inconfundible carga homoerótica parecía perdida en una época anterior.

El diseñador mantuvo un hermetismo absoluto sobre su sucesión
El diseñador mantuvo un hermetismo absoluto sobre su sucesión. (The New York Times)

Pero si su estética en ocasiones flaqueó, su perspicacia empresarial nunca lo hizo. A su muerte, el imperio Armani era una máquina de alto octanaje, con una marca legible en todo el mundo y sucursales en la mayoría de las principales ciudades del mundo.

He elegido el trabajo como forma de vida”, dijo Armani a Scorsese.

Las recompensas materiales de su trabajo eran enormes —incluían un inmenso palacio milanés del siglo XVIII, un penthouse en Central Park West, una casa de descanso en un acantilado de Antigua, un chalet en St. Moritz; una granja provenzal; un extenso complejo en la rocosa isla siciliana de Pantelleria; una villa en Lombardía; un museo de unos 4 mil 500 metros cuadrados dedicado a sus archivos; y un yate personalizado de 65 metros bautizado con el apodo de infancia de su madre—.

Sin embargo, en cierto sentido, seguía siendo una figura extrañamente aislada y ascética, cuya rutina incluía a menudo cenar en casa con la televisión encendida y acompañado de Angel y Mairi, sus gatos.

Aunque, según sus propias palabras, Armani nunca entabló otra relación tan íntima y significativa como la que mantuvo con Galeotti, durante décadas mantuvo una relación con Pantaleo Dell’Orco, ejecutivo de Armani y miembro del consejo de una fundación benéfica que el diseñador creó en 2017 para evitar futuras adquisiciones de la multimillonaria empresa privada. 

En los últimos años, Dell’Orco se unía a él al final de cada desfile para hacer la reverencia de la firma.

Además de Dell’Orco, a Armani le sobrevive su hermana, Rosanna. Su hermano, Sergio, murió en 1996.

Hasta el último momento, Armani mantuvo un hermetismo absoluto sobre su sucesión

“Más adelante habrá tiempo de sobra para otros”, declaró a GQ. “Mientras yo esté aquí, yo soy el jefe”.

Con información de Elisabetta Povoledo

MD

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