Tampico, Tamaulipas, lleva casi 70 años sin sufrir el impacto directo de un huracán. Junto con Madero y Altamira, forma parte de una zona que pasó de ser epicentro de la tragedia —con el devastador paso del ciclón Hilda— a convertirse en una región aparentemente inmune a los monstruos meteorológicos que destrozan ciudades y cobran vidas.
Desde entonces, no han sido pocos los ciclones que avanzaron con fuerza hacia sus costas. Pero justo cuando el impacto parecía inevitable, cambiaron misteriosamente de rumbo. Esta constante dio forma a una leyenda urbana que ha cruzado fronteras: la creencia de que la conurbación está protegida por seres extraterrestres. Algunos aseguran que, frente a la escollera de playa Miramar, donde el río Pánuco desemboca en el mar, se oculta una ciudad alienígena.

En 1966, cientos de voces se alzaron al cielo en ese rincón del Golfo de México, implorando que jamás se repitiera la pesadilla que once años atrás marcó sus vidas. Fue entonces cuando ocurrió lo que se considera el origen del mito: el huracán Inés, con rumbo directo y fuerza devastadora, se desvió sorpresivamente, como si una fuerza invisible hubiera escuchado los rezos de quienes se reunieron en la playa.
Desde entonces se habla de que alguien que no es de este planeta resguarda la costa. Pero más allá de la creencia sin sustento científico, el mito extraterrestre cobró vida propia. Atrae turismo e impulsa un incipiente comercio de playeras, tazas, peluches, llaveros y figuras talladas en madera, que alimentan la curiosidad de los visitantes y se convierten en símbolos de una leyenda que, aunque improbable, no deja de fascinar.
Oportunidad para aprovechar
Muchos visitantes llegan preguntando dónde está la base extraterrestre. Lo que para algunos es solo una ocurrencia, para otros representa una oportunidad. Coinciden en que el sur de Tamaulipas podría capitalizar esta narrativa alienígena y convertirla en motor turístico. Ser la nueva Roswell, una ciudad que transformó un supuesto avistamiento en una industria cultural tras el famoso caso del ovni estrellado en 1947, más tarde atribuido a un globo meteorológico.
Construir una identidad a partir del misterio es posible. Esa pequeña ciudad de Nuevo México se convirtió en la capital mundial del fenómeno ovni y pionera del turismo ufológico. A raíz del presunto estrellamiento de una nave extraterrestre en un rancho local, surgió una narrativa que ha perdurado por generaciones. Hoy Roswell genera una derrama económica considerable gracias a un festival anual que atrae a miles de visitantes de todo el mundo.

Empresarios con visión transformaron el mito en atracción, crearon un museo internacional y un centro de investigación que hoy son paradas obligadas para los amantes de la ufología. Población y autoridades comprendieron que la temática extraterrestre genera ingresos, y supieron capitalizarla. Algunos edificios adoptaron estética alienígena, como el icónico McDonald’s en forma de platillo volador, que se ha vuelto símbolo de la ciudad.
“A ellos ya no les importa si es verdad o no; se dieron cuenta de que la gente buscaba el lugar y empezaron a crear toda una gama de souvenirs. Gracias a eso, han logrado mantener un flujo constante de visitantes que contribuye a la economía local y regional”, afirma Francisco Ramos Alcocer, cronista adjunto de Tampico.
Acá, en el sur de Tamaulipas —añade— se ha desaprovechado la promoción mediática y en plataformas digitales por falta de visión emprendedora. Considera que es momento de dejar atrás la etapa de creer o no, y comenzar a aprovechar la imagen alienígena para generar ganancias. En la zona, hasta conseguir una máscara de extraterrestre es difícil; hay que buscarlas en Temu.
“A la gente le atrae lo desconocido. Antes se veía como un tema tabú, incluso motivo de burla, pero hoy podemos sacarle provecho, atraer turismo y verlo como una oportunidad de negocio, más que seguir buscándole explicaciones. Si no nos arriesgamos, va a llegar alguien de fuera y nos robará la idea”.
Leticia Sánchez, comerciante en Playa Norte, comenta que los peluches de extraterrestres son de los más buscados, junto con los de mapaches y tiburones.
“Los compran tanto niños como adultos; les llama mucho la atención. Vienen atraídos por la idea de que entre el río y el mar hay una base extraterrestre, por eso llegan hasta aquí”. Para surtirse, adquiere su mercancía en la Ciudad de México.

Un museo temático, propone Canaco
Para el comercio de Tampico, cualquier atractivo innovador que pueda desarrollarse en la zona es bienvenido, especialmente si tiene potencial para atraer turismo, subraya Eduardo Manzur, presidente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) en Tampico.
“Es un tema cada vez más recurrente, sobre todo en la temporada de huracanes, y podría convertirse en el detonante de una nueva actividad económica que despierte interés y curiosidad entre los visitantes, que vengan a conocer el lugar y se lleven souvenirs”.
Considera que la creación de un museo temático sería una propuesta valiosa, al igual que la producción de libros y documentales que recuperen la historia de esta leyenda urbana. Incluso sugiere que la organización de desfiles temáticos en temporadas bajas de turismo podría representar un gran potencial para atraer a un nuevo segmento de visitantes tanto a nivel nacional como internacional.
“Hay que irlo cuerpeando, hay que irlo madurando, y rodearse de especialistas, gente que estudia el fenómeno ovni y diseñadores que creen piezas atractivas. También habría que buscar un sitio adecuado para instalar el museo, puede ser la zona de la escollera o sus alrededores. Todo esto, en conjunto, podría convertirse en un atractivo turístico adicional para la región”.

Alcalde apuesta por fenómeno
El alcalde de Madero, Erasmo González Robledo, ha incorporado el fenómeno ovni como un eje central de su estrategia turística. Desde su primer año de mandato instituyó la celebración del “Día del Marciano”, un evento anual que busca posicionar a la ciudad en el mapa del turismo ufológico.
La iniciativa incluye actividades públicas con testimonios, investigaciones y material visual sobre supuestos avistamientos ocurridos en playa Miramar. Con ello, busca atraer visitantes interesados en el fenómeno, fortalecer la leyenda regional y convertirla en parte de la identidad cultural local.

El huracán Hilda
La madrugada del 19 de septiembre de 1955, el ciclón Hilda, de categoría 4, azotó sin piedad a Tampico y estuvo cerca de destruirlo por completo. Se calcula que la magnitud del desastre dejó un saldo de más de 50 mil damnificados y por lo menos 12 mil muertos.
Días antes, dos meteoros habían impactado la región. Las lluvias del huracán Gladys, que bajaron por el río Guayalejo, se sumaron a las del Janeth, que saturaron la cuenca del Pánuco. La combinación de ambos con el Hilda provocó una crecida sin precedentes; se estima que tres cuartas partes de Tampico quedaron bajo el agua.

En la plaza de la Libertad, la corriente arrastraba árboles a los que personas iban amarradas, aferrándose con desesperación a la vida. Ricos y pobres lo perdieron todo, pero lo más desgarrador para muchas familias fue ver cómo el agua se tragaba a sus seres queridos sin posibilidad de rescatarlos.
“Nuestra Huasteca casi desapareció”, recordó en 2018 el entonces cronista Marco Flores, ya fallecido. En playa Miramar, una enorme fosa común recibió los cuerpos de miles de personas que nunca pudieron ser identificadas.
Tampico parecía una isla, aislado entre las aguas. La ayuda no tardó en llegar: la Cruz Roja Internacional envió alimentos y asistencia médica a través de tres helicópteros de doble hélice de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

Don Alfredo Aguayo, entonces un niño y hoy reconocido comerciante del centro de Tampico, recuerda con nitidez la crudeza de aquellos días. Junto con sus amigos, fue testigo de una escena imposible de olvidar: los cadáveres que el río Pánuco arrojaba en el malecón de playa Miramar eran extraídos por soldados, amontonados y finalmente incinerados. Una imagen brutal que marcaría para siempre la memoria colectiva.
“Recuerdo que la gente gritaba: ¡ahí viene una vaca!, ¡ahí viene un chivo!, ¡ahí viene un cuerpo!”, relata. Pero hoy, sobre la leyenda urbana de que los extraterrestres nos protegen, dice tajante: "No es cierto”.
Cree más bien que el hecho de que no lleguen huracanes a la zona se debe a posibles cambios en la rotación de la tierra que colocan a Tampico en una posición distinta, pues los meteoros afectan ahora más al Pacífico que al Atlántico.
Lo cierto es que el sur de Tamaulipas es altamente susceptible a inundaciones, ya que está rodeado por cuerpos de agua: al este el Golfo de México, al sur el río Pánuco y al oeste el sistema lagunario Chairel-Tamesí.
Así nació la leyenda
Once años después de aquella terrible experiencia de 1955, otro huracán volvió a amenazar al sur de Tamaulipas, desatando psicosis entre la población. Fue entonces cuando un grupo de personas, incluidos santeros, decidió formar una cadena de oración en la playa para pedir a Dios que no se repitiera la desgracia.
Un monstruo se acercaba a la costa. El 7 de octubre de 1966, el huracán Inés, de categoría 4, tenía altas probabilidades de impactar Tampico. Cerca de 200 personas se unieron en círculo y elevaron su súplica al creador. Una práctica que, en los hechos, funcionó, pues el meteoro se alejó.

Después de aquel episodio, no faltaron quienes afirmaron que también se había pedido ayuda a los extraterrestres, ya que Miramar siempre fue conocida como un punto frecuente de supuestos avistamientos de objetos voladores no identificados. Sin embargo, la protección también se atribuye a la Virgen del Carmen, patrona del mar, cuya imagen fue instalada en 1967 junto al muelle cercano al río Pánuco.
En 1967 volvió a repetirse el fenómeno: los huracanes Beulah y Fern no impactaron directamente en Tampico. La gente empezó a atar cabos y la teoría de una fuerza protectora tomó fuerza como un efecto dominó.

La idea resurgió con fuerza en septiembre de 1988, cuando el poderoso huracán Gilberto, de categoría 5, venía directo hacia Tampico. Durante tres días se mantuvo estacionado frente a la desembocadura del Pánuco. Las autoridades advertían que su ingreso era inminente… pero nunca ocurrió. Gilberto cambió de rumbo y descargó su furia sobre Monterrey, en un hecho sin precedentes.
En las escolleras de la playa ocurrió algo aún hoy inexplicable: una matatena de concreto de 16 toneladas apareció literalmente subida sobre el malecón.

La supuesta base extraterrestre la ubicó Alberto Zecua, ya fallecido, en la desembocadura del río Pánuco, donde se une con el Golfo de México, y la bautizó como Amupac. Según los datos de quien se dijo contactado, se localiza a 150 metros bajo el nivel del mar, a unos 13 kilómetros frente a la escollera norte.
La naturaleza también perdonó a Tampico en múltiples ocasiones: huracanes como Anna (1956), Gert (1993), Gabrielle (1955), Keith (2000), Emily (2005), Dean (2007), Dolly (2008), Alex (2010), Ingrid (2013), Katia, Franklin y Harvey (2017), Fernand (2019), Hanna (2020), Grace (2021) y Beryl (2024).
En cuanto a las tormentas tropicales, también amenazaron al sur de Tamaulipas en años recientes: Alberto y Chris en 2024, y Barry en 2025. Todos estos fenómenos cambiaron de rumbo, según reportes de Conagua y Protección Civil.

“Extrañamente, los huracanes siempre se han desviado hacia el norte o hacia el sur, dejando graves daños en otras regiones. Por eso mucha gente cree que los extraterrestres nos protegen, lo que con el tiempo ha dado paso a una identidad propia de la zona”, destaca Francisco Ramos.
Relata que, entre 1966 y 1988, muchas personas que no participaron directamente en la famosa cadena de oración en la playa, escucharon del hecho por terceros y comenzaron a tejer sus propias conjeturas. Así nació la asociación entre playa, oración… y seres de otro mundo. El gran detonante fue el huracán Gilberto, tan potente que se temía que ni siquiera el puente Tampico resistiera sus vientos.
A ello se sumaron presuntos avistamientos de objetos voladores no identificados en playa Miramar y testimonios de personas que afirmaban haber sido contactadas por seres del espacio. Todo eso se convirtió en caldo de cultivo para una creencia que primero echó raíces en un sector de la población, luego se extendió por toda la región… hasta cruzar fronteras y volverse un fenómeno conocido a nivel mundial.
“Medios de comunicación y la población en general durante los años noventa, y más tarde la era digital, sobre todo la viralidad en redes sociales, han hecho que esta idea se propague sin freno. Ya no hay quien la detenga”, señala.
Recuerda que no hace mucho, hablar del tema era motivo de burlas. Para muchos resultaba irrisorio e incómodo; los creyentes eran tachados de locos. Hoy, sin embargo, las nuevas generaciones muestran una actitud distinta, más abierta y dispuesta a explorar explicaciones que van más allá de lo convencional.

Las nuevas generaciones no saben lo que es vivir un huracán. Especialmente aquellas nacidas en la era digital, que han crecido expuestas a la creencia popular sin haber enfrentado un ciclón real. Esa constante exposición en redes sociales ha normalizado la idea, pero también ha generado una falsa sensación de seguridad. Y el exceso de confianza puede convertirse en un riesgo latente.
“El sur de Tamaulipas no está preparado para enfrentar el impacto de un huracán. Se ha perdido la cultura de la prevención y el respeto por la naturaleza. La gente vive confiada, convencida de que aquí nunca pasa nada, pero el cambio climático ha intensificado la frecuencia y la fuerza de la actividad ciclónica”, advierte.
El oceanólogo Marcelo René García Hernández hace ver que, según estudios realizados en la zona donde se afirma que existe una base alienígena, no hay evidencia alguna de presencia extraterrestre.
“Al menos nuestros equipos no la registran”, dice el experto, quien atribuye la desviación de huracanes a factores climáticos relacionados con el calentamiento global, en particular a las variaciones en la temperatura del agua provocadas por los fenómenos de El Niño y La Niña, que inciden directamente en esta región.
