El pueblo de Tzitzio, Michoacán, despidió a Rubén González Romero, bombero forestal que perdió la vida el 24 de agosto mientras combatía un incendio en una reserva natural de Montana, Estados Unidos. Un infarto apagó el corazón de quien por cuatro décadas defendió los bosques de la Unión Americana.
Sus restos viajaron cerca de tres mil kilómetros, la mayor parte vía terrestre. En el trayecto, fue merecedor de al menos 40 homenajes por parte de colegas de diferentes corporaciones de rescate, como de comunidades que reconocieron su valor y sacrificio.
"Toda la familia se siente muy orgullosa de nuestro hermano. Nunca supimos la magnitud que iba a representar su muerte y estamos tan orgullosos de todos los honores que ha recibido. Nunca nos imaginamos que una persona de este pueblo recibiera tantos honores", dice su hermana María Teresa.
Rubén, a quien de cariño le decían El Capri, estaba casado y tenía nueve hijos. Era también el quinto de siete hermanos, siendo el único que decidió dedicarse a este oficio, cuyo gusto lo terminó heredando un hijo de la propia María Teresa, quien fue la última persona que lo vio con vida.
"Fue la necesidad", explica su hermana, la que obligó a Rubén a emigrar desde muy joven a Estados Unidos, teniendo estancias muy breves en su tierra. Fue dentro del cuerpo de bomberos donde encontró su vocación y modo de vida.
"Era una persona muy, pero muy responsable, y sobre todo, compartía sus conocimientos, no era egoísta", asegura Rafaela, otra hermana.

Una de las hijas de El Capri accedió a hablar ante los micrófonos de MILENIO. Visiblemente consternada, Cristina recuerda con cariño el legado de su padre, y los momentos que pasó a su lado. Al igual que sus tías, afirma que fue una buena persona y a modo de resignación, dice que "murió haciendo lo que más le gustaba".
Una prueba de la sencillez de su padre, dice, es que no tenía teléfono inteligente. Las fotografías y videos que llegaban hasta su hogar en Tzitzio eran a través de amigos o de su propio sobrino. En ellas, se apreciaba a don Rubén en primera línea, haciéndole frente a los incendios. También, era común verlo con sierra en mano, cuando tocaba cortar los árboles dañados.
"Para mí, mi padre fue la persona más importante, se podría decir, en mi vida. Fue una persona ejemplar, maravillosa, siempre fue un hombre con mucho amor, con mucho respeto para con sus nietos, con su esposa, con sus hermanos, con la gente que lo conocía", comparte.
Las pláticas con su padre consistían en las experiencias que iba sumando día a día, cuando salía a campo para combatir 'la lumbre' como se refería a los incendios forestales.
El mismo sentimiento de dolor que experimenta la familia González Bueno, lo compartieron autoridades municipales. La síndica municipal, María Lourdes Viera, destacó que El Capri fue una persona que puso en alto el nombre de Tzitzio y que su partida es un dolor para todos.

"Es para nosotros un pesar el tener esta pérdida y a la vez, un orgullo, un orgullo por saber que fue una persona muy valiosa dentro de su oficioso", dice.
Su muerte, reconoce que también sensibiliza y sirve para reflexionar sobre los riesgos que enfrentan las personas que deciden emigrar a los Estados Unidos, sobre todo, jóvenes. No es para menos que esta práctica sea común en este municipio, pues enfrenta niveles altos de marginación.
Pese a que la distancia con la ciudad de Morelia es de poco más de una hora, las diferencias sociales y económicas son notorias. Escasas tiendas, viviendas con apariencia humilde y otras sin terminar, es lo que se alcanza a ver al menos en la cabecera municipal, la cual está rodeada de cerros.

Es en una de estas viviendas sencillas donde velan a Rubén, tras haber estado en el hogar que construyó uno de sus hijos una noche antes cuando llegó su cuerpo desde la capital del estado, el cual fue resguardado por bomberos voluntarios y de protección civil estatal y municipal.
"Es que aquí nació, aquí creció, por eso lo trajimos para acá", explica un familiar. El féretro luce rodeado por coronas de flores, algunas enviadas por colegas del vecino país del norte y que terminarán por acompañar el recorrido a la misa y posteriormente, al panteón.
Bajo un inclemente sol, sus restos fueron llevados a la parroquia de San Guillermo Abad, en pleno centro del municipio, frente al palacio municipal. Al frente, acudieron sus familiares: hijos, nietos, esposa y hermanos que lloraron desconsoladamente. Detrás, algunos vecinos y cercanos a la familia, así como una banda que no dejó de tocar.
Una vez llegado el cortejo al templo, se montó una guardia de honor con bomberos municipales, quienes son recibidos por un padre que los bendice y una bandera mexicana es puesta sobre el féretro.
La misa fue relativamente breve, con una duración de 40 minutos, aproximadamente. Como un último homenaje, el alcalde José Naunelí Pérez Avilés realizó un pase de lista, el nombre de Rubén González Romero fue mencionado en tres ocasiones: "Presente", gritaron al unísono sus familiares para finalmente, rendirle un aplauso.

Para esa hora, el sol se ocultó y comenzó a llover. Con las torretas encendidas de una ambulancia, y una banda que siguió tocando, toman camino hacia el panteón municipal que está a orilla de la carretera.
Cristina, al ver las muestras de afecto, solidaridad, apoyo y sobre todo, reconocimiento, no duda en decir: "Gracias por reconocer a mi padre como tal, como lo que fue, como un héroe que murió en lo que le gustaba".
"Al salvar vidas de un incendio, al salvar los bosques que tanto necesitamos, a lo mejor y sí es un héroe, sí se le puede considerar un héroe", agrega por último María Teresa, su hermana.
Así, el pueblo de Tzitzio despidió a su bombero, el hombre cuyo recuerdo quedó para la historia.
RDR