Con la participación de cinco mexicanos, tres argentinos y dos colombianos, Supervivencia la desnudo México promete sorprender al televidente con las técnicas para sobrevivir en la selva del Gran Chaco, que se extiende entre Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina.
En entrevista con MILENIO tres de los participantes mexicanos hablaron de su experiencia en este programa, que puso a prueba sus talentos, resistencia, capacidades físicas y mentales, así como los aprendizajes que obtuvieron al enfrentarse a la naturaleza con herramientas básicas para salir adelante.

Luna es comunicóloga y bioconstructora, se considera una mujer independiente, fuerte de carácter y sensible a su conexión con la naturaleza; confiesa que lo que la motivó a entrar a este programa fue la necesidad de un retiro del mundo: “Me hizo mucho bien, sales pulido, casi iluminado, aunque dura poco. No sé si hubiera aguantado más tiempo del que estuve, al final ya estaba debilucha”.
El aprendizaje que se llevó fue la templanza mental y valorar la vida, la comida, la existencia de otras personas en el entorno —pasó gran parte del tiempo sola—, hasta dar un abrazo.
“Este proceso probablemente deberían vivirlo todos, te hace más humilde. Descubrí que tengo mucha resistencia. Me sentí muy agradecida por siempre prender el fuego, por pescar y valorar las primeras proteínas que metí a mi estómago, casi lloro”, aseguró.
Estar activo
Alberich tiene habilidades en la construcción de refugios, se considera una persona obstinada, es diseñador industrial y emprendedor gastronómico; con esta experiencia descubrió que el cuerpo humano es más fuerte de lo que cualquiera puede imaginar.
“Me quedé muy satisfecho hasta donde llegué, todo lo que mi cuerpo aguantó física y mentalmente. No hay que dar por sentado lo sencillo de la vida, como la comida, el agua o poder encender un cerillo, aquí valoras mucho más todo. Hay escenas donde se muestra la cacería, todo este proceso se vuelve emocionante, vean todos los capítulos”, compartió.
Su mayor aprendizaje, contó, fue darse cuenta de que era indispensable mantenerse activo y mentalmente proponiendo: “Hay cosas muy emocionantes: tormentas, cocodrilos a un lado mientras duermes, logros, fracasos, miedo, pleitos con los compañeros, éxitos y problemas maritales; tiene de todo y eso los va a mantener picados cada lunes, con ganas de ver el siguiente capítulo”, puntualizó.

Manuel Antonio (Manu) se considera optimista, de espíritu aventurero, disfruta compartir conocimientos y aprender cosas nuevas, es fotógrafo y guía de aventura, recientemente se convirtió en padre de una niña; eso fue el mayor motivo para entrar al reto.
“Quise entrar para ponerme a prueba física, espiritual y mentalmente, saberme capaz de poder sobrevivir a una realidad así tan ruda, en medio de la selva, sin recursos más que los que te provee la naturaleza. Con el nacimiento de mi hija quería saberme capaz de proveerme a mí mismo y a las personas con las que iba a convivir”, explicó.
Y reflexionó: “Me hubiera gustado estar más tiempo, por todo lo que estaba aprendiendo, haciendo y conviviendo, llegó el momento en el que comencé a disfrutar mi estadía. Aprendí que en la vida hay que prepararse y enfocar la energía, ver en qué la inviertes; si sólo te quejas, juzgas y ves lo negativo, te va a costar mucho salir adelante. Si ves lo positivo que hay en tí, en lo que te rodea y lo que hay en la vida, va a ser más fácil salir adelante”.
Manuel Antonio invitó al público a no perderse ninguno de los siete capítulos, porque van a conocer las habilidades de las personas que están sobreviviendo a una realidad que se les presentó.
“Me sentía como un animal agazapándose; me gustó mucho la experiencia de sacar mi instinto animal. Si trabajas en equipo, las cosas son más fáciles. Cuando respetas la naturaleza, ella te respeta, van a ver el vaivén de las energías y la importancia de trabajar en equipo”, concluyó.
Durante 21 días los participantes enfrentarán desafíos físicos y emocionales, mientras construyen refugios, buscan alimento y lidian con las hostilidades de la naturaleza.
Los desafíos extremos van desde enfrentamientos con la fauna local, hasta los retos emocionales derivados de convivir bajo presión.
MGR