La gente de teatro, desde el siglo XVI a principios del XIX, no tenía ningún derecho ciudadano y se tenía prohibido que se le enterrara en camposanto.
Su existencia misma era un mal necesario para los poderes civil y eclesiástico de la Nueva España y no pocas veces se manejó un doble discurso a través del cual se les lisonjeaba un día para luego perseguirles por su vida poco decorosa. Por supuesto, era a conveniencia de los poderosos y de los momentos políticos.
Enrique de Olavarría y Ferrari en su monumental Reseña histórica del Teatro en México consignaba que al iniciar la vida independiente de México, al fin se les dio a los comediantes y teatreros la calidad de ciudadanos y entonces en todos los carteles de las obras, así como en la naciente prensa con contenidos culturales, se trataba de “ciudadano” y “ciudadana” a todos y cada uno de los participantes de los elencos artísticos.
Los derechos de los histriones históricamente han sido negados y en no pocas ciudades de la antigüedad se les permitía representar, pero no pernoctar dentro de los muros de las ciudades por considerárseles nocivos.
Y este recuento insustancial y a vuela pájaro debe servir para repetir por enésima vez la urgencia de desempolvar y pasar a revisión las leyes que al fin den derechos a los artistas que en pleno siglo XXI les siguen siendo negados. Éstos son: derecho a la salud, derecho a la vivienda, derecho a un retiro digno y varios más.

Llevamos tres décadas luchando por los derechos fundamentales para que se nos trate como ciudadanos y se entiende que los gobiernos neoliberales frenaran iniciativas que presentaron varios aguerridos colegas como María Rojo. Ella, cuando fue senadora hace dos lustros, estuvo a punto de lograr dicho reconocimiento y derechos; y finalmente no lo aprobaron los diputados.
Actualmente, un grupo de colectivos da la batalla para que estas conquistas que debieron existir siempre se aprueben y entren en vigor. Esperemos que las nuevas cámaras que recién entran a la nueva legislatura, de diputados y senadores, hagan la diferencia.
Traspunte
Ángel Norzagaray, en malas manos
Me motiva escribir estas líneas las recientes cirugías que se practicaron al dramaturgo y director de escena Ángel Norzagaray para extirpar de su cerebro un tumor cancerígeno. No hubo dinero que alcanzara a pagar los gastos y la seguridad social a la que tiene derecho como profesor de la UABC. No alcanzó para una atención de calidad.