El mundo llora la partida de Sebastião Salgado, el fotógrafo brasileño que supo mirar más allá de la superficie y capturar, con una sensibilidad única, el alma de la humanidad y la majestuosidad de la naturaleza.
Salgado falleció a los 81 años, pero su luz permanece viva en cada imagen, en cada historia que supo contar a través de su lente.
Su legado no sólo narra la historia de este tiempo, sino que la transforma e invita a la sociedad a reflexionar y se comprometa con el mundo que habita. Nacido en Aimorés, Minas Gerais, Sebastião jamás perdió el lazo sagrado con su tierra natal.
En uno de sus últimos pasos por México, durante la emotiva inauguración de la exposición Amazônia en el Museo Nacional de Antropología de México, compartió en entrevista con Notivox su más íntimo deseo:
“Estoy volviendo a mis orígenes, hemos hecho el proyecto de plantar árboles en Brasil, ya plantamos más de 3 millones de árboles. Y hemos construido una casa muy linda ahí, a donde nací, porque recorrí todo ese mundo y he regresado porque quiero morir ahí”.

El mundo despide a un hombre que supo ver con el corazón y que enseñó a los individuos a mirar con ojos más compasivos. Su ausencia deja un vacío inmenso, pero su obra siempre será un testimonio de la forma en que se deben honrar la herencia las raíces culturales.
En México, Salgado celebró sus 81 años, que cumplió en febrero, y compartió su visión del mundo a través de 230 imágenes que sumergen a los espectadores en el corazón de la selva amazónica y en la vida de sus pueblos originarios.
Al presentar su obra en el Museo Nacional de Antropología, Salgado expresó su emoción por unir las culturas indígenas de la Amazonía con las mexicanas, reconociendo en ambas la fuerza y la resiliencia que han protegido los pulmones del planeta.

Salgado fue más que un fotógrafo, se asumió como testigo de los horrores, y también de las grandezas de la humanidad al documentar el éxodo, la migración, el trabajo, la devastación y la esperanza.
“He visto cosas terribles que hasta me enfermé, creían que iba a morir, un doctor en París me dijo: ‘Sebastião tu salud está bien, pero todo tu cuerpo está muriendo porque has visto tanta violencia’”, compartió en la entrevista con MILENIO.
Con sus imágenes en blanco y negro, cargadas de emoción y dignidad, aseguraba que era una manera de obligar a los hombre y mujeres a mirar lo que muchos prefieren ignorar: la injusticia, el dolor, pero también la belleza y la resistencia, siendo su cámara un puente entre mundos, una herramienta de denuncia y, pero sobre todo, de empatía.
Relató que, en los momentos más oscuros de su carrera, tras presenciar el genocidio de Ruanda, Salgado perdió la fe en la humanidad. Fue entonces cuando regresó a Aimorés y, junto a su esposa Lélia, reforestó la tierra de su infancia, fundando el Instituto Terra.

El narrador visual ya descansa en la tierra que lo vio nacer, donde quería morir, junto a su esposa Lélia Wanick y rodeado de la naturaleza que tanto amó y defendió
Su última exposición: Amazônia
El mensaje principal que Sebastião Salgado transmitió a través de su exposición Amazônia en México, fue un llamado urgente a la reflexión y la acción para proteger la selva amazónica y sus pueblos originarios.
A través de 230 imágenes tomadas durante siete años y 58 expediciones, Salgado buscaba mostrar tanto la belleza como la vulnerabilidad de este ecosistema, subrayando la importancia de su preservación para el futuro del planeta y la humanidad.
El fotógrafo advirtió sobre la destrucción acelerada de la Amazonia, pues ya se ha perdido 18 por ciento de su extensión, enfatizando que su desaparición tendría consecuencias irreversibles, no solo para Brasil, sino para todo el mundo, incluyendo México.
“Había que vivir la fotografía, pero eso toma un tiempo de la vida, hay que salir, caminar y vivir primero, para después a una edad de unos 34 años, volver a la universidad y hacer un poquito de antropología, de política, de historia, un poquito de sociología para comprender la sociedad de la cual se fotografía”.
En esa célebre ocasión, confesó que ya no tenía en mente otros proyectos: “Yo ya estoy viejito, mi novia tiene 75 años”, se refería a su esposa, Lélia Wanick Salgado por quién se inició en el increíble universo de la fotografía.
MGR