Cultura

Principio de incertidumbre

Sobre el espectador de teatro se ha escrito en realidad poco en comparación con todos los textos literarios, ensayísticos o filosóficos que existen sobre el lector.

Sobre el espectador de teatro se ha escrito en realidad poco en comparación con todos los textos literarios, ensayísticos o filosóficos que existen sobre el lector. La neurocinemática y los estudios que las plataformas de programas televisivos realizan desde hace algún tiempo ya no para la medición del gusto del televidente sino para entender cómo provocar que éste se enchufe como yonqui a una serie y se chute de un solo golpe cuatro o seis capítulos. Y al parecer, tales estudios involucran algoritmos y también los mecanismos para producir satisfactores imposibles de rechazar a espectadores avispados y desprevenidos. Recuerdo que cuando me inicié en el teatro y pocos años después en la escritura de guiones para televisión, los intelectuales —muchos de ellos que hoy se enganchan a series de las plataformas— despreciaban el medio de la “caja idiota” y todo aquel que se fuese al bando de los escritores televisivos era considerado en automático un traidor y un vendido.

Nadie puede negar que hay una revolución en el cine y en las series respecto a cómo se relaciona el material ficcional con los públicos de hoy. En menor medida algún teatro también lo explora aunque no tan sistemáticamente como los otros dos medios que, al ser industria, se obligan a la eficacia a toda costa. Lo que una de las más jóvenes ciencias —las neurociencias— han enseñado al cine y a la TV es que la función principal del cerebro humano es la de anticipar futuros (El cerebro y el mito del yo, del doctor Rodolfo Llinás, por ejemplo) y eso nos lleva a no podernos resistir ante el principio de incertidumbre. La manera en que la ficción dramática contemporánea reusa información al espectador creándole implicación e interrogantes sin fin son aquello que lo mantiene enganchado como si de una droga se tratara. Y de hecho lo es. Una fiesta en la bioquímica de nuestro cerebro se desata con la incertidumbre.


Traspunte

El cerebro como máquina predictiva

Otro apasionado por las neuriociencias, el italiano Gabriele Sofía, habla de que nuestro cerebro es una máquina predictiva y es por ello que el drama contemporáneo, en sus mejores expresiones, genera lo que Rancière pide cuando habla del espectador emancipado; un espectador que completa lo que la ficción le rehúsa.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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