Cultura

Un lujo llamado José de la Colina

Un recorrido por la vida y obra de este autor, ensayista y crítico literario.

José de la Colina fue uno de los más destacados integrantes de la Generación de Medio Siglo. Nació en Santander, España, el 29 de marzo de 1934, pero desde los siete años vivió en México. Aquí desarrolló toda su obra literaria y por eso siempre se consideró un escritor mexicano, aunque algunos siguieran llamándolo español.

Con De libertades fantasmas o de la literatura como juego, publicado por el Fondo de Cultura Económica, José de la Colina obtuvo en 2013 el Premio Xavier Villaurrutia, con el que también fueron distinguidos, entre otros, Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco.

En el acta correspondiente, el jurado formado por Myriam Moscona, Bárbara Jacobs y Vicente Leñero subrayó el ingenio y la brillantez de los breves ensayos reunidos en este volumen, así como la extraordinaria prosa del autor: “Densa y transparente al mismo tiempo, su escritura tiene la exquisitez de fluir en el goce de malicia entre sus textos personalísimos de onda melancólica festiva. De la Colina no conversa en tono pedante y, pese a su erudición, jamás se jacta de ella”.

De libertades fantasmas convoca las obsesiones y devociones de José de la Colina: el arte de Scherezada, las paradojas, las adivinanzas, las anécdotas; los nombres de Buñuel, Gómez de la Serna, Cervantes, y tantas cosas más que no son sino celebración de la vida y la literatura. En una nota que lleva por título “Al lector (si lo hay)”, De la Colina advierte que siempre deseó leer un libro que “fuese como una charla entre amigos y hablara de aquellos asuntos y aspectos literarios marginales o poco serios o generalmente considerados menores o de juego”. Como ese libro no existía, decidió hacerlo.

Una conversación entre amigos, eso es lo que logra este libro con los lectores, inevitables cómplices de la imaginación, la nostalgia, la sabiduría y, sin duda, el buen humor de un autor que tuvo la virtud de encontrar tesoros en las cosas pequeñas de la vida y quien desde niño decidió su vocación.


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José de la Colina llegó a México en 1941. Su familia vivía exiliada en Santo Domingo, República Dominicana, cuando el dictador Leónidas Trujillo, informado de los conocimientos que tenía su padre en la materia, pretendió nombrarlo director de la imprenta oficial para llevarle “cultura” al pueblo, es decir, los libros que el propio Trujillo escribía sobre espiritismo.

Impresor anarcosindicalista, capitán del ejército republicano durante la Guerra Civil española, Jenaro de la Colina se negó a formar parte de la corte del autócrata dominicano, quien le ofrecía notables privilegios, entre ellos un sueldo espléndido y el derecho de picaporte a su oficina. Ante los deseos de Trujillo, le dijo a su esposa:

—Concha, haz las maletas, nos vamos a la Argentina o a México. Yo no he salido de un hijo de puta (Francisco Franco) para caer con otro.

La familia abandonó de prisa Dominicana ante las inminentes represalias de Trujillo, a quien nadie le negaba nada impunemente.

La familia llegó al barrio de La Merced en 1941. José de la Colina ya sabía leer: le había enseñado su padre con los tipos de madera que utilizaba en su taller.

En Santo Domingo leyó su primer libro —Platero y yo— y comenzó a escribir para prolongar la historia del burrito blanco imaginada por Juan Ramón Jiménez. La muerte de Platero lo había hecho llorar y la pregunta insistente del narrador: “Platero, tú nos ves, ¿verdad?”, creyendo que el burrito estaba en el cielo, lo conmovía profundamente.

En esos cuentos, él formaba parte de la trama, de las nuevas aventuras de Platero. Esa fue su primera experiencia con la escritura, una manera de vencer a la muerte.


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José de la Colina estudió la primaria en El Colegio Madrid, con maestros que recordaba con admiración y cariño; esos fueron sus únicos años de escuela. Le gustaba juntarse con los niños de La Merced, vagar por ese rumbo, ir al cine, leer y escribir.

Un día fue a comer a su casa Antonio Robles, también exiliado y compañero de su padre en los Talleres Gráficos de la Nación, en donde éste era responsable de ediciones de la SEP y gozaba de la confianza de Martín Luis Guzmán, director de la empresa. Antonio Robles (firmaba Antoniorrobles) era un escritor humorista, autor de cuentos para niños y articulista de Diógenes, revista dirigida por Carlos León, periodista, cronista taurino y dialoguista de algunas películas de Cantinflas. Ese día, su padre le dijo:

—Muéstrale a Antonio las cosas que escribes.

Eran crónicas sobre vida nocturna en la ciudad, relatos sentimentales inventados por un adolescente sin ninguna experiencia sobre la noche y sus secretos, pero lleno de lecturas y fantasías.

—Son muy buenos —le dijo Antonio Robles—. ¿Por qué no los llevas a Diógenes, yo te recomiendo, y así te ganas un dinerito?

Los llevó, le gustaron a Carlos León y comenzó a publicarlos. Tenía quince años cuando comenzó a ganarse su “dinerito” con la actividad con la que continuó haciéndolo hasta los últimos días de su vida.


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Andariego, inquieto, De la Colina encontró en la actuación otra manera de ganar dinero. Estuvo a punto de participar con Luis Buñuel en Los olvidados, pero se impuso lo que él llama racismo al revés: era demasiado blanco para interpretar a un niño mexicano. Trabajó en la XEQ, donde se inició como guionista, luego pasó a la XEX y finalmente a Cine Verdad, el legendario noticiario de Manuel Barbachano Ponce en el que también colaboraron Raúl Renán y José Emilio Pacheco.

El cine, la literatura, la escritura, las tertulias, los largos recorridos por las calles de la ciudad, formaban parte del mundo de José de la Colina. En los cincuenta comenzó a publicar en el suplemento cultural del periódico El Nacional, dirigido por el poeta español Juan Rejano, quien al leer sus textos le decía:

—Esto lo escribe tu padre, ¿verdad?

Escribía comentarios de libros, de películas, cuentos en los que era evidente la influencia de William Saroyan, algo que no pasó inadvertido para sus primeros críticos.


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En 1955, en el número 19 de la colección Los Presentes, fundada y dirigida por Juan José Arreola, De la Colina publicó Cuentos para vencer a la muerte, que siempre deseó borrar de su bibliografía. En el prólogo, audaz y arrogante, expresa la voluntad de “escribir como se respira. Que no se sientan la pluma y el papel. Que no se sientan las palabras. Escribir sin interrupción. Que el corazón quede descansado, vacío de afán. Que el corazón quede abierto para el afán del día siguiente”.

En el suplemento México en la cultura del periódico Novedades (11 de septiembre de 1955), en la crítica del libro Emmanuel Carballo expresa: “Es éste el primer libro de José de la Colina. En él lo encontramos de cuerpo entero: descontando los influjos, el libro posee como cualidad primera, la espontaneidad, el tono personal. Del primero al último, los cuentos respiran la misma atmósfera, están inscritos en el mismo mundo. Los une la actitud del autor frente a la vida y a los hombres”.

Carballo habla de las limitaciones y los alcances del joven escritor y hace notar su filiación con William Saroyan. “Como Saroyan —expresa— De la Colina contempla el mundo con ingenuidad, de allí su irreductible posición optimista. Encuentra el placer, como el norteamericano, en las cosas aparentemente nimias, aun en las situaciones más difíciles que vivan sus personajes. Como las de Saroyan, sus criaturas se evaden de la realidad física a una especie de realidad ensoñada”.

Carballo destaca las posibilidades de José de la Colina como cuentista y asegura: “le falta, únicamente, acabar de dominar el oficio”.

Cuatro años más tarde, De la Colina era un escritor maduro y su siguiente libro, Ven, caballo gris, publicado en la colección Ficción de la Universidad Veracruzana, fue recibido con entusiasmo por los principales críticos. En la revista La palabra y el hombre (UV, octubre-diciembre de 1959, núm. 12), José Emilio Pacheco, luego de un breve comentario sobre las fragilidades de Cuentos para vencer a la muerte, dice: “Ven, caballo gris posee unidad, coherencia, aliento vivo. De la Colina sabe ver el mundo, sabe escribir como muy pocos jóvenes. Su libro es importante, necesario para el cuadro sinóptico de la nueva ficción que se hace en México”.

También Carlos Valdés, autor de Ausencias (Los Presentes, 1955), declaró su entusiasmo por el nuevo libro de José de la Colina y en la Revista de la Universidad de México (octubre, 1959) escribió: “Un magnífico libro de cuentos. Colina ha alcanzado la madurez. Nos demuestra su dominio en los varios elementos de la creación, sobre todo en el lenguaje. Emplea gran variedad de giros: clásicos españoles, populares mexicanos, y de otros países hispanoamericanos, con perfecta naturalidad”. Y concluye: “La belleza —la armonía— parece ser su ética y su estética”.


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José de la Colina tenía 25 años cuando publicó Ven, caballo gris, desde entonces, en cada nuevo libro ha reiterado los prodigios de su escritura, el dominio del oficio literario que lo ha llevado a incursionar en los más variados géneros, excepto en la novela.

Cuando en 1962 apareció La lucha con la pantera (Universidad Veracruzana), las críticas coincidieron en destacar el virtuosismo y la notable capacidad narrativa de su autor, también su voluntad —o necesidad— de crear neologismos. A los 28 años, De la Colina era un veterano empeñado en construir y describir un mundo propio.

Sobre este libro, Gustavo Sáinz escribió en México en la cultura (25 de noviembre de 1962): La lucha con la pantera “incluye ocho cuentos de extraordinaria calidad, cuyo tema central es siempre un problema amoroso. No dudamos en afirmar que este es el mejor libro de un autor mexicano publicado durante 1962. Aunque Colina narra siempre un instante, desarrolla una escena y evita casi siempre las anécdotas largas y complicadas, sus narraciones poseen la fuerza del escritor auténtico, y reflejan un mundo y unas emociones complicadísimas situaciones creadas con pasión, lucidez y un lenguaje excelente. Un libro espléndido”.

Un libro de un escritor mexicano, como bien dijo el autor de Obsesivos días circulares.


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En 2004, para celebrar los 70 años de José de la Colina, apareció Traer a cuento. Narrativa (1959-2003), en la contraportada se lee: “Al editar esta casi completa recolección, el Fondo de Cultura Económica le hace justicia a una de las imaginaciones literaria más rigurosas de México”. El volumen incluye: Ven, caballo gris, La lucha con la pantera, El espíritu santo, Tren de historias, El álbum de Lilith, Entonces y Muertes ejemplares.

En el prólogo, Adolfo Castañón comenta: “La idea de la prosa en De la Colina es compleja: es lírica y es prosaica, es cómica y es juguetona, elegante y sencilla como un juego infantil en el que siempre se dice la verdad del arte”.

Los relatos y los cuentos de José de la Colina están entre los mejores de la lengua española; los años lo volvieron más lúdico y jovial, más dispuesto al asombro y, por supuesto, más sabio —sabiduría que sin asomo de petulancia compartía con sus lectores.


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José de la Colina fue un hombre insobornable que, lejos de la torre de marfil, vivió de y para la escritura. En una autoentrevista incluida en De libertades fantasmas o de la literatura como juego, al responder a su otro yo hace el inventario de su vida como escritor: “Desde los quince años y en publicaciones periódicas de todo tipo he escrito cuentos, ensayos, crónicas, reseñas de libros, solapas de libros, artículos sobre cine, guiones radiofónicos, algunos argumentos cinematográficos, algunas páginas autobiográficas, algunos esporádicos Diarios, una biografía de mi gata Polvorilla, etc. Soy uno de los escritores más cuantiosos de mi generación, solo que me vampirizó el periodismo. Hemingway decía que ejercer el periodismo es bueno para un escritor, siempre que acierte a dejarlo a tiempo. Y yo todavía estoy metido en él hasta el cuello”.

Y siguió hasta el final, porque su prosa no solo iluminó al periodismo mexicano sino que nutrió y alentó su obra literaria. Fue, como diría Gabriel Zaid, un lujo del periodismo y la literatura.


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José Luis Martínez S.
  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Notivox todos los sábados.
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