Uno de los pasajes bíblicos más celebrados es el Eclesiastés 3:1. Dice que “hay un tiempo para nacer y otro para morir; un tiempo para plantar y otro para arrancar las plantas. Hay un tiempo para matar y otro para sanar; un tiempo para destruir”. Habrá tiempo para llorar, bailar, amar, aborrecer, coser, rasgar y otras cosas. Es una mezcla de sabiduría y obviedad. Y aunque en las tablas de Moisés hay un famoso “no matarás”, aquí se autoriza un tiempo para hacerlo. Y así tiene que ser, puesto que Dios mismo dio una larga lista de faltas que han de castigarse con la muerte, incluyendo el adulterio y la homosexualidad. Por fortuna, las leyes humanas son más humanas que las divinas.

En la mayoría de los casos, la sabiduría es obviedad. Muchas veces he escuchado que alguien dice “mi padre era muy sabio”, y a continuación suelta una frase de dudosa verdad y tan hueca que cualquier simplón la diría.
Famosa es la carta de Lorenzo de Medici en la que da consejos a su hijo. “Hay una regla para la que recomiendo tu atención por sobre todas las demás. Levántate temprano por la mañana”. Eso lo sabe cualquiera que dice: “Al que madruga, dios lo ayuda”. Y que nadie mencione como contradicción aquello de: “No por mucho madrugar amanece más temprano”, pues el primer dicho es literal y el segundo, metafórico.
Otros consejos de padre a hijo están en el famoso poema de Rudyard Kipling; pero hay que leerlo con detenimiento para desentrañar las posibles verdades. El verso que no me como es: “If neither foes nor loving friends can hurt you”. Demasiado estoico para un epicúreo.
Los libros de autoayuda no existen, existen libros para mentes fácilmente engañables que necesitan que un autor charlatán los ayude. Pero para simplificar, llamémosles así, de autoayuda. Dado que han de inflar sus obvios consejos, no dicen, como el padre sabio, “levántate temprano”.
Han de tirarse un rollo sobre los estudios acerca de las fases del sueño, el biorritmo, la composición química del cuerpo a tales horas de la mañana, encuestas sobre hábitos de los triunfadores, algún cuentecillo titulado “Juanito el dormilón”, estudios sobre empleados que duermen bien, métodos para desarrollar el hábito entre semana y fines de semana, ingresar algún anglicismo como early risers, las diferencias entre amanecer en invierno y verano y, por supuesto, nunca mencionar a Onetti, que tenía estas máximas de vida: “Se nace cansado y se vive para descansar. Ama a tu cama como a ti mismo. Descansa de día para dormir de noche”.
Eso creo, porque nunca he leído un libro de autoayuda.
Acabo de revisar la lista de los más vendidos en Amazon México. De los diez primeros, ocho son de autoayuda. Las almas vacías se alimentan con comida chatarra; los espíritus frágiles buscan un autor que les eche porras. “¡Sí se puede! ¡Sí se puede!”
AQ