Ciudad de México /
Se cierra el ciclo. En el cuello del cisne la muerte entierra su guadaña. El postrer aleteo se escucha más allá de la casa. Los murmullos encienden las fogatas aéreas apagadas por un aguacero nocturno. Los cuerpos se alivianan. Se arruga la sensual frazada de la carne. El pensamiento desnuda las tuercas. Los rostros se contemplan ante las livideces del quebranto. No volverán a tocar el cielo con las manos. La piel de los amantes apaga su fulgor. Las miradas razonan. El sexo se sublima en la abstracción. El cisne muere silencioso en el último intento de vida.
AQ