Según Richard Ellmann, el gran biógrafo de James Joyce, Dublineses se publicó el 15 de junio de 1914, en un año de gran importancia para el escritor irlandés, pues fue entonces cuando las cosas comenzaron a enderezarse en su carrera literaria. Entre otros entuertos con los que se había enfrentado, en 1914 logra al fin una edición sin censura de su colección de relatos. Una anterior fue impresa y destruida, rescatando él solo un ejemplar… Fue un camino arduo, por lo que llegó a pensar que no podía escribir sin ofender a alguien.
Los primeros cuentos los redactó en 1904 para un diario dublinés, cuyos lectores no aceptaron al joven prosista. De todos modos él siguió con el proyecto y para 1905 ya tenía armado el libro, en una primera versión, y comenzó a padecer en el intento por verlo impreso, lo que tardaría casi 10 años. ¿Qué es lo que molestaba del libro? No, al parecer, la percepción de que su país, y concentradamente la capital, Dublín, vivía una parálisis moral, sino el que su paseo por las calles fuera extremadamente detallado, dando los nombres reales de los comercios (lo que se temía fuera a provocar algunas demandas), algunas maldiciones contra la corona británica y, sobre todo, el uso de expresiones duras, o altisonantes, por parte de sus personajes.
Poco se ha traducido a Joyce en México. Destaca ese intento de Salvador Elizondo por presentar Finnegans Wake, de cuyo esfuerzo quedó una página memorable aparecida en la revista S.nob. Elizondo, por cierto, impartía la clase dedicada a Joyce en la Facultad de Filosofía y Letras; y el Seminario Permanente de Traducción de esa escuela, al plantear una versión colegiada del libro, en cierto modo le rinde un homenaje.
Se intentó llevar Dublineses a un español mexicano, sin obcecados localismos. Escribe Rafael Vargas, en una “Nota acerca de la traducción”, que los lectores “pasearán a sus anchas por las calles de la capital de Irlanda sin temor de que los asalte un ‘gilipollas’”.
La traducción no fue hecha por todos sino que cada uno seleccionó sus cuentos, los mostró a los demás y se discutió colegiadamente. Participaron Flora Botton-Burlá, Charlotte Broad, Marina Fe, Mónica Mansour, Mario Murgia, Federico Patán y Argentina Rodríguez… El método es inusual mas el resultado es pulcro. Se hizo un primer tiraje corto en offset, de apenas 500 ejemplares, de cuya revisión habrá de salir un trabajo más depurado. En el detallado prólogo, a cargo de Hernán Lara Zavala, el cuento “Eveline” se convierte a ratos en “Evelyn”, por ejemplo, entre otros descuidos leves.
Gracias a este esfuerzo universitario, la epifanía joyceana resurge entre nosotros.