En el corazón de Ciudad de México, la exposición Tumba. Imaginarios de Finitud y Memoria convoca al espectador a un diálogo íntimo con la muerte. Curada por César Oropeza, esta muestra reúne más de cien piezas que exploran los múltiples rostros del duelo, la memoria y la ausencia, y se exhibe con una museografía rotativa que transforma cada recorrido en una experiencia distinta. Presentada originalmente en la galería Tlillancalli, la exposición apuesta por resignificar la tumba como espacio simbólico, umbral entre mundos y cápsula del recuerdo.
Para César Oropeza, la tumba no es solo un símbolo mortuorio, sino el lugar donde convergen el rito, el cierre y la trascendencia. “Es el último vestigio de la humanidad y la cavidad donde se resguardan los tesoros más sagrados y entrañables,” explica.
A través de su curaduría, Oropeza propone mirar la tumba como portal, como una arquitectura llena de ventanas que invitan a ver lo invisible. No se trata de un homenaje al fin, sino de una invitación a contemplar el tránsito, la transformación y la energía en movimiento.
La muestra no busca escandalizar ni confortar de manera obvia. En palabras del curador, el duelo que habita en las piezas no se reconoce fácilmente: exige del espectador una escucha activa, profunda, casi psíquica.
“El tránsito entre la imagen y el ser receptivo viaja a la velocidad de la luz y la electricidad neuronal, pero lo invisible se materializa dentro de la psique,” afirma Oropeza.
Desde esta visión, las obras se presentan como entidades con personalidad, silenciosas pero elocuentes, que requieren de un público abierto a ser sorprendido y conmovido.
Aunque la muerte ha acompañado al ser humano desde el inicio del pensamiento filosófico, Oropeza no la aborda como un destino cerrado, sino como una pregunta permanente.

“Estamos estrechamente arraigados a la vida y la muerte en cada instante de nuestra existencia,” reflexiona.
Por ello, en esta exposición el duelo no es necesariamente oscuro o trágico, sino imaginativo, ilusorio, incluso poético. Las obras dialogan tanto con archivos personales como colectivos e históricos, y cada exposición curada por Oropeza —según él mismo— está concebida para trascender el tiempo y generar nuevas capas de significado.
En la muestra participan los artistas: Abiu, Alejandro Montoya, Alejandra P. Mamone, Ana Gabiño, Arturo Rivera, Atzimba Aketzali, Augusto Quevedd, Brenda Mut, Caro Icastre, Casta Negra, César Dropeza, Christian Quiroz, Christa Klinckwort, Constance Jones, Daniel Meléndez, Diana Hamm, Elizabeth Loreley, Emmanuel Moreno Flash, Everardo Conzales, Fátima Filth, Feer Cuerra, Cuadalupе Urrutia, Héctor Reyes, Hersel Vañez, Javier Avilés, José Fernández Esquivel, Samuel García, Lety Cuervo, Lukas Torres, Tania Campos, Maren Carrasco, Marieta Bracho, Martha Baxin, Alejandro Pinpon, Martha Landeros, Mort, Raúl Aboytes, Magalí Martínez, Ximena Platas y Xúchitl Espinoza.

Más que consolar o incomodar, Oropeza busca acompañar. Acompañar al espectador en el descubrimiento de la complejidad del tabú, del valor de la vida y de la belleza contenida en lo que se atesora.
Así, Tumba no se presenta como un punto final, sino como una manifestación de la vida misma: un espejo donde lo ausente construye presencia y donde la finitud se convierte en una poderosa afirmación de lo que somos. La exposición ofrece un espacio de contemplación y resonancia profunda, donde el silencio se vuelve forma y la memoria, un lenguaje compartido.
Tumba se presenta en Tlillancalli Casa Negra hasta el 1 de septiembre ubicada en Manuel María Contreras 121 en la colonia San Rafael.
PCL