En el Zócalo de la Ciudad de México late un tesoro de aromas, colores y sabores que conecta pasado y presente: el Museo del Cacao y Chocolate Choco-Story, creado con pasión por Agustín Otegui y su socio Eddy Van Belle, coleccionista y empresario belga. Este espacio es un homenaje vivo a un fruto maravilloso que desde tiempos ancestrales ha sido símbolo de la vida y la cultura.
En el lugar, el cacao revela su historia sagrada, secretos milenarios y poder transformador. Recorrer las salas es una experiencia especial porque aparecen las leyendas mayas, las historias de los rituales, las ofrendas como fruto del fervor y el respeto.
Cada rincón envolverá al visitante con diversos escenarios, donde los utensilios evocan el pasado con la fragancia intensa del cacao tostado.
Agustín Otegui, en entrevista exclusiva con MILENIO, dice el museo abrirá sus puertas este viernes 15 de agosto. Comenta que se encuentran en negociaciones con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para mostrar una ventana arqueológica autorizada por la institución en la que pueda verse el edifico prehispánico Huei Tzompantli de Tenochtitlan, excavado por el Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH, en el subsuelo del Centro Histórico de Ciudad de México.
A una década que iniciaran esas excavaciones, en Guatemala 24, por fin podrían verse estos vestigios. El INAH tomó una muestra de 214 cráneos humanos, que fueron limpiados, estabilizados, consolidados, restaurados y examinados en la ceramoteca del Museo del Templo Mayor.
Los vestigios continuarán en fase de gabinete con estudios de antropología física y apoyo de los laboratorios de Bioarqueología y de Genética de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), de acuerdo con lo anunciado por el INAH.
En un segundo proyecto se realizará análisis de ADN antiguo; las muestras serán tomadas por el Laboratorio de Genética de la ENAH y se enviarán al Instituto Max Planck (IMP) en Alemania, especializado en paleogenómica.
Respirar identidad
El Museo del Cacao y Chocolate Choco-Story es un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo, un acto de justicia al rescatar el cacao mexicano y darle voz a las comunidades productoras, ofreciendo al mundo un chocolate que muestra identidad y un sabor genuino.
Agustín Otegui y su equipo invitan a vivir una experiencia profunda, a conectar con la tierra, con la historia y con el paladar. Al descubrir que cada bocado es un abrazo a México, a sus raíces y a su futuro, dice. “Queremos que el visitante entienda cómo el cacao ha sido usado como moneda, tributo y bebida sagrada, y cómo su tradición sigue viva”.
Comenta que el recinto es un proyecto integral, cultural y sensorial que busca enseñar la historia del cacao desde sus orígenes hasta su transformación en chocolate, con colecciones, experiencias interactivas y talleres. Es un espacio para conocer, degustar, aprender y celebrar el cacao mexicano, su tradición y su impacto a nivel global.

¿Cómo se germinó el proyecto?
El interés por el cacao y el chocolate ha sido siempre una pasión compartida con mi socio. La idea era rescatar y difundir el valor histórico, cultural y gastronómico del cacao, especialmente vinculado a las tradiciones mayas que fueron las primeras en descubrir sus bondades. Por eso concebimos un museo que fuera didáctico y accesible para todos, que contara desde la plantación del cacao hasta la fabricación del chocolate, combinando cultura, historia, arqueología y gastronomía.
El proyecto de Choco Story comenzó hace más de 13 años en México. La familia de Eddy Van Belle y nuestra familia iniciamos el primer museo en Uxmal, en el sureste mexicano. Después se abrió uno en Valladolid, también en Yucatán, y posteriormente otro en Playa del Carmen.
En uno de sus viajes a nuestro país, Eddy quiso hacer un museo en Ciudad de México. Mi papá se encargó de buscar un lugar céntrico y encontró un terreno que estaba abandonado y era realmente necesario recuperar.
Durante la restauración del edificio colonial y los estudios arqueológicos, que nosotros pagamos, se descubrió un asentamiento prehispánico, el Huey Tzompantili, junto con el Instituto Nacional de Antropología e Historia y se llevó a cabo la restauración y el salvamento arqueológico para proteger estos vestigios.
Otegui cuenta que una vez construido el edificio nuevo y preservando el pasado, trajeron colecciones tanto de Bélgica como adquiridas en México, más de 700 piezas de diferentes épocas.
“El museo es cultural, interactivo, y busca que la gente aprenda sobre el cacao, cuyo origen es mesoamericano pero pocas personas conocen en su forma natural, el fruto y todo su proceso hasta convertirse en chocolate”.
¿Cuál es el enfoque museográfico y qué se puede esperar al visitarlo?
El museo está diseñado en varias salas que incluyen temas como Los mayas y el cacao, El cacao, Casa y cocina maya, Llegada del chocolate a Europa y Fabricación del chocolate. Usamos una museografía que mezcla objetos prehispánicos, utensilios tradicionales, maquinaria antigua y moderna. Además, contamos con árboles propios para que los visitantes vean el cultivo.
Nuestros socios belgas tienen experiencia con varios museos en Europa (Bruselas, París, Praga). La museografía está muy estudiada y se actualiza constantemente. El museo está adaptado a México, por ejemplo, se incluyen temas como el maíz, el Día de Muertos, el uso del metate, especias mexicanas y recetas locales de chocolate. Las audioguías del museo están en diversos idiomas.
¿Cuál es la importancia de preservar la tradición del cacao en México?
México fue uno de los principales productores de cacao en la época prehispánica, pero hoy día gran parte del cacao que se consume es importado. Queremos rescatar el cultivo local y darle un valor agregado al cacao mexicano, ayudando a preservar las tradiciones mayas y fomentando la producción nacional. Esto también es fundamental para la identidad cultural y para el desarrollo económico de regiones productoras.
¿Qué distingue al cacao mexicano que ustedes promueven?
Nuestro cacao es realmente especial en sabor y calidad. A diferencia de otros chocolates que usan grasas vegetales y otros aditivos, nuestro producto mantiene la pureza del cacao. Vendemos y promovemos un cacao que sabe auténtico, con un perfil único que refleja su origen y tradiciones. Además, estamos muy orgullosos de poder vincular directamente a nuestros visitantes con las plantaciones y procesos de producción.
¿Qué desafíos han enfrentado con el proyecto?
El proyecto ha requerido muchos años de financiamiento, investigaciones y coordinación con las autoridades arqueológicas y culturales, con un equilibrio entre preservar el patrimonio y permitir la actividad humana y empresarial. Se restauró un edificio colonial original, respetando materiales y arquitectura, y se construyó uno nuevo diseñado especialmente para albergar a este museo.
¿Cuál es la importancia histórica del cacao en Mesoamérica?
El cacao es originario del Amazonas y, gracias al intercambio comercial, llegó hasta los mayas en Mesoamérica. En Centroamérica ya se conocía, pero los mayas fueron los que le dieron un valor ceremonial y también monetario. Por ejemplo, Moctezuma valoraba el cacao tanto que se dice que bebía tazas de la bebida.
Ya en México, se mezclaba con especias y usaban bebidas espumadas con semillas de mamey. Los españoles, al llegar, reconocieron su valor y le añadieron azúcar y leche. Fue así como el cacao llegó a Europa, convirtiéndose en un producto de lujo en las cortes europeas.
Actualmente, África produce el 80 por ciento del cacao del mundo, aunque es originario de América. Hay evidencias arqueológicas que datan el uso del cacao en Ecuador hace 5 mil años. La variedad criolla mexicana es la única que se mantiene pura en el mundo y es muy apreciada por su calidad.
