La historia del penal del Topo Chico llegará a su fin el próximo lunes. Durante los últimos tres días se ha efectuado el traslado de casi 2 mil 500 reos hacia los otros dos centros penitenciarios de Nuevo León.
Por ahora solo quedan en el viejo reclusorio de la colonia Valle Morelos alrededor de 150 reos, quienes estarán presentes en la ceremonia de cierre y clausura definitiva, a llevarse a cabo el lunes 30 de septiembre en el mismo edificio, y que será encabezada por las autoridades estatales.
Poco a poco, las celdas y ambulatorios se han quedado solos. Únicamente quedaron algunas pertenencias ya sin valor, como ropa, recipientes, imágenes y diversos objetos.
El hacinamiento, la falta de espacios adecuados y las instalaciones viejas y obsoletas hacían ya inoperable esta prisión.
“Es un centro penitenciario que está muy deteriorado. Es un centro penitenciario que está en el corazón de la ciudad, y que no debe estar aquí. Este centro no puede seguir operando en las condiciones que está operando. Es un centro que está muy dañado, muy viejo y muy descuidado”, explicó el asesor en temas penitenciarios del gobierno del estado, Eduardo Guerrero Durán.
La infraestructura ya no podía dar cabida a un centro penitenciario, y tampoco era costeable reconstruirlo, ampliarlo o remodelarlo.
“Inoperable. No (cierra) porque sea ingobernable. El centro está totalmente gobernado. No había oportunidad de remozarlo, de adecuarlo. Salía muy caro. Salía peor que hacer uno nuevo. Sale más caro remodelar el Topo Chico que construir penal y medio nuevo para 2 mil personas”, reiteró el experto en temas carcelarios y de reinserción social.
Los traslados fueron masivos y se realizaron en calma pues, evidentemente, internos y familiares estaban conscientes de que no había otro camino.
Atrás quedaron las reducidas celdas donde los reos trataron de sobrellevar su estancia y encierro. Sitios que albergaron lo mismo a homicidas que a secuestradores; a asaltantes que a miembros de la delincuencia organizada.
Durante muchos años, sobre todo en la época reciente, fueron constantes las denuncias de cobro de piso, torturas y presiones de parte de grupos delincuenciales, como parte del control y autogobierno que ejercían las organizaciones criminales.
Pero son muchas las historias de dolor y drama las que se escenificaron entre las paredes del viejo penal del Topo Chico, algunas posiblemente incontables, o simplemente no conocidas.
En 76 años de antigüedad fue escenario de múltiples incidentes que rayaron en lo escabroso y truculento. Sus paredes y rincones seguramente encierran muchos momentos de dolor, tristeza y desesperación, así como de muerte y exterminio.
El 27 de marzo de 1980, el entonces director, el capitán Alfonso Domene Flormillán fue asesinado en uno de los ambulatorios por una turba de peligrosos delincuentes que se amotinaron.
Pero lo peor no hace mucho tiempo, cuando medio centenar de presos fue liquidado y otros quedaron heridos.
El 10 de febrero de 2016, decenas de reos invadieron en forma violenta las celdas de otros, lo que generó una pelea campal que se extendió hasta la cancha de futbol, y terminó con el saldo más sangriento en cualquier cárcel de México.
Los factores
El hacinamiento, la falta de espacios adecuados y las instalaciones viejas y obsoletas hacían ya inoperable esta prisión.
“Es un centro penitenciario que está muy deteriorado. Es un centro penitenciario que está en el corazón de la ciudad, y que no debe estar aquí. Este centro no puede seguir operando en las condiciones que está operando”, señaló Eduardo Guerrero Durán, asesor en temas penitenciarios del gobierno.
La infraestructura ya no podía dar cabida a un centro penitenciario, y tampoco era costeable reconstruirlo, ampliarlo o remodelarlo, apuntó.