Jane Goodall cuidó un pedazo del mundo resguardado en África Oriental. Compartió su vida con los primates y a cambio, ellos le permitieron conocer sus secretos, mismos que hoy son considerados clave para el entendimiento del proceso evolutivo.
La mujer, cuyos días estuvieron dedicados a la defensa de los ecosistemas, murió este primero de octubre a los 91 años de edad. Aunque su labor científica concluye hoy, los resultados de su trabajo seguirán perpetuando su legado ya que siguen siendo motor de nuevas investigaciones.

Jane, mujer pionera
Su carrera fue tan multifacética como sus aportaciones: formó parte de prestigiosas academias científicas como la Leopoldina y la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, fue Mensajera de Paz de la ONU y también tuvo una aparición en los Simpson.
Pionera en su campo de estudio, los descubrimientos de Jane en etogía, es decir, la ciencia que estudia el comportamiento de los animales en su medio natural, marcaron un hito dentro de su campo.
Fue de las primeras en embarcarse en la observación de chimpancés en libertad: sin estudios en la materia, pero con una profunda curiosidad por conocer el mundo animal, el famoso paleoantropólogo Louis Seymour Bazett la invitó a la Reserva de Caza Gombe Stream (hoy Parque Nacional) en Tanzania por primera vez en 1960, cuando apenas tenía 26 años.
Con binoculares en mano y su traje caqui de exploración, la joven pasó horas entre la maleza tratando de conocer más sobre ellos.
No fue suficiente permanecer a la distancia y halló la forma de acercarse: su primer paso fue nombrar a cada uno de los chimpancés. Durante sus investigaciones fue testigo de lo que nunca nadie antes había documentado: notó que David Greybeard, macho de alto rango dentro de la comunidad y el primero de su especie en sentirse cómodo con su presencia, utilizaban largos trozos de hierba para "pescar" sus termitas al insertarlos dentro de sus nidos.
Aunque hoy puede parecer obvio, en aquella época los científicos creían que el uso de herramientas para facilitar las tareas diarias era exclusivo de los humanos, por lo que ese evento significó un replanteamiento de todo lo que hasta ese momento se sabía sobre los primates.

Ver el mundo de cerca
La aceptación de David abrió un nuevo mundo a la investigadora, mismo que desafió las ideas científicas de su tiempo.
Una de ellas fue que los chimpancés no solo comían hierbas y frutas, resultó que en su dieta también integraban, en un 20%, semillas, flores, insectos, carne de animales pequeños y miel. Ahora se sabe que son omnívoros y son capaces de cazar.
Armada con pluma, libreta y silbato (que usaba cuando se metía en problemas) su estudio, que comenzó como un proyecto de 6 meses, se extendió por décadas y la llevó a entender la complejidad de las relaciones entre los primates.
De acuerdo con Jane, los chimpancés podían enojarse, sentirse tristes o felices. Además, en su primer libro Mis amigos, los chimpancés salvajes aseguró que cada miembro de la comunidad tenía su propia personalidad.
Como cualquier mente revolucionaria, sus aseveraciones incomodaron a más de uno, especialmente a los científicos conservadores, quienes criticaron sus métodos. Lo que la mantuvo sin cuidado: sus prácticas fuera de lo convencional permitieron entender las dinámicas familiares, jerarquías, de cooperación y conflicto entre chimpancés.
Jane vio un eco de las relaciones humanas, ejemplo de ello fue la Guerra de los Chimpancés de Gombe, un complejo conflicto que duró 4 años y en el que estuvieron implicadas tres comunidades diferentes. De acuerdo con lo observado por investigadoras, todo comenzó con una tribu a la que nombró Kasekela: tras la muerte de su líder el grupo se fragmentó. Ochos machos separatistas terminaron por asesinar a seis de otro grupo hasta apoderarse de su territorio.
Su violenta victoria duró poco, ya que tiempo después, una comunidad más grande les arrebató la región. Tras documentar dicho evento, Jane expresó:
"Durante muchos años creí que los chimpancés, si bien mostraban un asombroso parecido con los humanos en muchos aspectos, eran, en general, bastante más 'amables' que nosotros. De repente, descubrí que, en ciertas circunstancias, podían ser igual de brutales".
La Dra. Goodall también presenció cómo los chimpancés se abrazaban para consolarse mutuamente tras la muerte de uno de los suyos así como la adopción de aquellas crías que quedaban huérfanas.
Tras 60 años de estudio, aprendió su lenguaje: en más de una ocasión se le podía observar vocalizando para comunicarse con los primates. Uno de los momentos más especiales fue la liberación de Wounda, una chimpancé rescatada que, después de recuperar su salud y ser liberada, abrazó a la científica antes de adentrarse en la selva.
Defensora de los ecosistemas y narradora extraordinaria
De acuerdo con National Geographic, la científica comenzó con su labor como conservacionista y activista en 1986: después de asistir a una conferencia de primatología fue consciente de cómo la deforestación amenazaba el ecosistema de los chimpancés.
Cuatro años después, durante un viaje en avioneta, el daño fue aún más tangible: desde las alturas observó la ausencia de árboles a gran escala que presentaba el Parque Nacional Gombe Stream.
Lejos de quedarse de brazos cruzados, emprendió proyectos de apoyo. Impulsó la mejora del centro de investigación médica en donde se atendía a los primates, estableció refugios y fundó una organización global de conservación que hoy lleva su nombre: el Instituto Jane Goodall.
La doctora en Etología fue tenaz y buscó establecer alianzas para defender y proteger el ecosistema en el que vio crecer a generaciones de primates. Pensando en el futuro, creó "Raíces y Brotes", una iniciativa para empoderar a los jóvenes. Su mera labor fue el referente para muchas niñas que, como ella, aprendieron a soñar con explorar la selva.
Sin embargo, puede que uno de sus logros más importantes haya sido "romper esta línea tan clara que nos separa de otras criaturas", como dijo en una entrevista para la revista Scientific American. Los ojos de Jane permitieron vernos reflejados en los de los chimpancés y comprender que compartimos espacio con un sin fin de lo que ella consideraba "seres maravillosos".