Ciudad de México /
Por: José Woldenberg
Ilustración: Alberto Caudillo, cortesía de Nexos
La lógica de Robert Michels, a primera vista, parece irrefutable. Va más o menos así: hay necesidad de organización. Es la única fórmula para lograr que la voluntad de una colectividad sea escuchada. La dispersión congela una fuerza potencial y sobre todo los débiles requieren de organización para hacer avanzar sus demandas. Pero una vez que la organización existe, la división del trabajo y la especialización que les son connaturales, va generando una escisión entre representados y representantes. Organización es sinónimo de delegación y, en el momento en que se activa, los representantes empiezan a vivir en un mundo diferente al de sus representados.