Parece la sesión del silencio. Nueve días después del caos, aquí no se habla, no se opina, no se debate ni se replica. Apenas y se escuchan los “a favor” o “con los proyectos”. Las muecas se mantienen, la tensión sigue presente y nadie se conmueve, ni siquiera ante el mensaje de una magistrada que aboga por la unidad, la reconstrucción y las relaciones interpersonales.
En la sesión del silencio, las y los magistrados esperan olvidar que hace una semana pusieron de cabeza al Poder Judicial. Con mesura y miradas bajas, en la sesión del silencio, parece que se agotaron las ganas de pelear. El arrollador G5 luce en calma.
Pero eso, sólo en apariencia. Basta que alguien dé un paso en falso para romper la quietud. Y no podía ser nadie más que el magistrado destituido de la presidencia cuando sorpresivamente, tras dos horas de una paz que sólo intriga, pide la palabra.
“Gracias, presidente, disculpe”, le dice a quien ahora ocupa su lugar, aunque sea sólo por un mes; “voy a tener que bajar de la lista el recurso de reconsideración mil 23, porque unos minutos después de iniciada la sesión pública, me informaron que me fue turnado el asunto general 211 que tiene vinculación con el mismo. Entonces, para efectos de poder analizar si existe conexidad, lo retiraría también”, dijo José Luis Vargas antes de que iniciaran a leer los proyectos a su cargo.
Todos observan en silencio, intentando conservar la paciencia ante el menos querido al interior de la sala. Pero entonces, se enciende otro micrófono. Es el magistrado Reyes Rodríguez Mondragón, quien tuvo que renunciar a la presidencia sólo cinco días después de haber sido nombrado por la mayoría que desterró a Vargas de la presidencia.
En tono sereno, lanza lo que llama, sólo una inquietud: “presidente, tengo la duda nada más, de que si ya fue aprobado el orden del día, los asuntos listados, no sería pertinente someter a votación la propuesta del magistrado en virtud de que fue votado al inicio de la sesión”.
El magistrado presidente interino lo somete a votación. Parece que se viene otro conflicto, pero no. Falsa alarma. Uno a uno, votaron a favor con la mirada inquietante de Vargas, quien como de costumbre, cuando algo le incomoda, aprieta los labios frente a la cámara que lo exhibe en YouTube.
Tras la presunta armonía, viene el debate. El G5 se vuelve a unir nada más y nada menos que, otra vez, contra un proyecto del magistrado Vargas al que esta vez, incluso su única aliada la magistrada Mónica Soto dejó solo.
Vargas busca imponer un nuevo criterio para no anular la votación en cinco casillas de Azcapotzalco en la Ciudad de México que le quitarían el triunfo a Morena en una diputación federal y se lo entregaría al PAN.
No pronuncian ni su nombre, se limitan a llamarlo “el magistrado ponente”.
Janine Otálora y los magistrados Felipe de la Mata Pizaña, Indalfer Infante Gonzáles, Reyes Rodríguez Mondragón y Felipe Fuentes Barrera se unen en sincronía para rechazar tajantemente su proyecto.
Recuerdan jurisprudencias, enlistan sentencias similares, recalcan que tienen la obligación que tienen de dar certeza, exhiben los tiempos en que se pueden o no plantear estos casos… prácticamente, una clase exprés de derecho electoral.
“Yo le doy una prioridad al principio de certeza. Estamos en la etapa de calificación de la elección de los y las integrantes de la Cámara de Diputados. Llevan ya las Salas Regionales casi dos meses y medio resolviendo todos los juicios de inconformidad que les han sido planteados. No compartiría en este momento del proceso electoral revisar criterios sostenidos en jurisprudencias y abandonarlos”, deja claro la magistrada Janine, a lo que se suman el resto de sus compañeros.
“Me parecía interesante”, dice Vargas intentando defenderse nuevamente en solitario.
La magistrada Mónica Soto quiso iniciar la sesión con un mensaje de reconocimientos, agradecimientos, llamados de unidad y reconciliación… nadie la siguió. A nadie conmovió.
“Gracias por su emotivo mensaje, magistrada. Dé cuenta con los proyectos, secretario…”, fue lo más que recibió el magistrado presidente en turno, forzado por responder al estar al frente.
La sesión del silencio terminó desnudando otra vez, el ambiente que no mejora, la reconstrucción que parece imposible, la unidad que no llega y las traiciones… las traiciones que ni se perdonan, ni mucho menos se olvidan.
LG