Comunidad

La leyenda del tiricuate, una criatura que acecha en Mezcala

Un misterioso ser que se asemeja a un gato y come gente es una de las tantas historias que se cuentan en Jalisco.

El lago de Chapala y la su ribera es una región con una gran riqueza naturaly al igual que muchas regiones Jalisco, sus leyendas se mantienen vivas en la memoria de la gente. Una de ella es la del tiricuate en Poncitlán.


Esta historia es parte del libro Leyendas y personajes populares de Jalisco compilado por Helia García Pérez, misma autora de este texto que condensa el relato del tiricuate y su temida presencia en la isla de Mezcala

Leyenda El tiricuate de Mezcala

Una madrugada salí de Guadalajara con rumbo al pueblo de Mezcala, por invitación de Exiquio, un amigo que deseaba mostrarme un hallazgo de piezas prehispánicas en el lecho de el lago de Chapala. Sería mi primera visita a ese lugar y como no había indicadores de ningún destino, pregunté a unos transeúntes qué rumbo tomar para ir a Mezcala. Yo tenía la idea que podía llegar por la ribera del lago. Respondieron que tenía que regresar hasta el cruce a La Barca y tomar esa dirección. Sentí indignación, tanto tiempo perdido sólo por no consultar un mapa. No tuve más remedio que seguir sus indicaciones.


  Llegué al pueblo de Poncitlán y noté que de la carretera principal se desprendía una brecha en dirección al sur. Al girar paré frente un hombre y le pregunté si aquel camino me llevaría al lago. Contestó que sí y proseguí camino. La luz matutina ya envolvía todo. Colinas, pequeñas planicies y cañadas estaban cubiertas de una intensa maleza florida. Por un buen tramo el camino fue ascendente y sinuoso. Al llegar a lo más alto e iniciar el descenso, paré y descendí del automóvil. Ante mis ojos estaba el lago: azul gris, grande como un cielo. Me encontraba ensimismada, experimentando la renovación de mi espíritu, cuando de entre la maleza intempestivamente aparecieron dos niños a caballo, de milagro no me embistieron. Estaba recuperándome del susto y ví su caballo empapado de sudor. El mayorcito, que tendría unos diez años a lo más, era quien llevaba las riendas. El otro, de menor edad, lo sujetaba de la cintura con toda su fuerza. Por un momento intercambiamos miradas, ambos atónitos y por fin se atrevieron a hablar:

— ¡ El tiricuate!

— ¿ El qué?

— Acabamos de ver al tiricuate.

— Por favor expliquen qué es un tiricuate. No soy de aquí y nunca antes he oído ese nombre. — ¿No sabe qué es un tiricuate?

—Ambos me miraron sorprendidos de mi falta de conocimiento

—. Los tiricuates se parecen a los gatos, sólo que más grandes, con una cola gruesa, larga y son negros. Les brillan mucho los ojos. Duermen de noche en un guayabo en el cerro de la Encinera, no beben agua, por eso nunca los ven los que viven en el lago. Todos los días bajan a ver qué encuentran, lo que más les gusta es comer gente. No se ha comido a muchos, porque no quieren acercarse a ellos. Todos le tenemos miedo. El tiricuate llega por atrás, muy despacito y silencioso. Cuando menos lo espera uno, brinca al cuello. Todos los días vamos a limpiar la milpa, allá es cuando lo vemos. Antes, cuando las plantitas estaban chicas, uno arrancaba la yerba y el otro estaba listo por si venía. Ahora la milpa ya creció, nos saca un buen pedazo, si viene ya no podemos saber. Y bien que nos agarra. El caballo no lo podemos traer junto a nosotros porque se come el maíz, así que lo amarramos lejos. Pero ayuda si es que viene, bufa mucho, porque también le tiene miedo. Aún así esta mañana mis papás nos mandaron a traer elotes para comer. Mi hermano los pizcaba y yo hacía guardia, cuando veo al animal, muy cerca. Sus ojos estaban grandes. Que grito y echamos carrera hacia el caballo. Nos trepamos en él y le dimos a todo lo que puede. Nos siguió pero no por mucho. Nicho, un muchacho de allá abajo, ha querido matarlo porque ha comido a gente que es familia de él.

Al terminar el niño de narrar aquella historia y leyenda, no supe qué pensar. En sus ojos se percibía todo tan real, palpable y verdadero, que no quise juzgar aquello como una simple fantasía. Además era un par de criaturitas indígenas, acostumbrados ellos a traspasar el mundo de la ficción con una naturalidad que yo he perdido, o más bien nunca he conocido. Ellos se fueron ya sin tanta zozobra, y me quedé unos instantes más, quizá en espera de alguien a quien contar mi vivencia y perpetuar la existencia del fantástico tiricuate

​Fuente: Leyendas y personajes populares de Jalisco compilado por Helia Gracía Pérez, disponible para descarga aquí.

​SRN

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