En su homilía dominical, el cardenal Carlos Aguiar Retes dijo que la experiencia que dejan los fracasos y sufrimientos en la misión para transmitir "la buena nueva de Dios" es un magnífico auxilio para superar la soberbia, que surge ante los éxitos y reconocimientos recibidos.
Desde la Basílica de Guadalupe señaló que la soberbia es la gran tentación de todo ser humano, porque el instinto y anhelo de superación, seduce al espíritu para asumir los éxitos como resultado exclusivo la personalidad.
"Esa ruta se desarrolla en una sordera para escuchar las opiniones de los demás, una ceguera para valorar las experiencia ajenas, y una intolerancia ante los propuestas diversas a mis puntos de vista", puntualizó.
En este sentido es muy provechoso y oportuno escuchar la confesión de San Pablo.
“Para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme.
Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido: Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”, afirmó.
Señaló que durante el Evangelio que se leyó en la misa, presenta las dudas de los nazarenos sobre la sabiduría expresada por Jesús, ejemplificando la frecuente dificultad de los más cercanos para aceptar el buen desarrollo de quienes lo conocieron antes.
“Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros?”, agregó.
Aguiar Retes cuestiono a los fieles sobre ¿De dónde le viene la sabiduría y las demás virtudes, a quien yo conozco desde niño? Señaló que con este cuestionamiento surgen los celos, la envidia y el rechazo al que desarrolla cualidades y habilidades que yo no tengo, a quien despunta por encima de los demás, y a quien a pesar de su menor edad puede superar a los mayores.
''¿Cuál ha sido mi experiencia en mis relaciones con los demás, he dejado crecer la soberbia en mí o he reconocido mis propias cualidades y mis limitaciones y las de los demás? ¿Cuál ha sido mi actitud ante mis compañeros de escuela, en el campo laboral, e incluso en mi propia familia cuando percibo que me superan?'', dijo.
Pidió recordar las palabras de Jesús “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos, imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos”. Pues la incredulidad obstaculiza descubrir la acción de Dios en favor de nuestra persona o de la comunidad.
KACY