Hace siete años en Aldama, una pequeña comunidad a media hora de Chihuahua, Chihuahua, un hombre llegó a la casa de Rosa Emma e intentó ingresar. Amenazaba con matarla a golpes.
Rosa Emma y sus cuatro hijos se escondieron esperando a que el hombre se fuera, pero eso no ocurrió. Él saltó una barda, entró y la atacó. Fue entonces que ella no tuvo otra opción más que defender su vida y la de sus hijos. Actuó en defensa propia.
Las autoridades chihuahuenses, en lugar de protegerla, la persiguieron legalmente por homicidio doloso. El sistema jurídico la criminalizó y la encarceló por defenderse.
Su caso, como el de otras mujeres, fue retomado por el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres de Chihuahua (Cedehm), que logró su liberación, pero el costo emocional y económico es incalculable.
Las mujeres que matan a sus atacantes en defensa propia no solamente tienen que enfrentar el trauma del acto, sino el de la violencia reiterada que las forzó a defenderse. Mientras son investigadas, son aisladas, separadas de sus hijas e hijos en la mayoría de los casos, a lo que se suma que una vez liberadas deben reintegrarse a una sociedad que las señala como asesinas.
27 DÍAS ENCARCELADA
Cuando Jaime llegó drogado a su casa esa noche de 2011, golpeó a Rosa Emma en la cara y el estómago e intentó estrangularla. En cuestión de momentos, tomó un cuchillo para asesinarla. Pero ella logró zafarse y lo lesionó mortalmente. Con el cadáver del atacante como evidencia, la fiscalía consideró que Rosa Emma era una asesina.
Desde 2006, el Cedehm en Chihuahua ha asumido la responsabilidad de representar y contribuir al acceso a la justicia de mujeres que, como Rosa Emma, han vivido la violencia de género. Gracias a la defensa del centro, ella quedó en libertad después de 27 días en reclusión.
Reponerse de este evento le ha costado económica y emocionalmente. Tuvo que vender cada mueble de su casa para comprar comida y alimentar a sus cuatro hijos, también vendía postres y ropa usada en la calle.
Cuando no tenía suficiente comida, se aseguraba que sus hijos comieran, aunque ella no. Su casa se fue vaciando hasta quedarse sin muebles. Ahora, poco a poco y gracias a su esfuerzo, ha comprado nuevos sillones, un comedor y un refrigerador.
Pero aún enfrenta estragos emocionales. Cuando escucha a sus vecinos discutir, se esconde en la esquina de su cuarto hasta que los gritos cesan y es entonces cuando regresa la culpa por haberse defendido del intento de asesinato de su ex pareja.
DEL AMOR A LA VIOLENCIA
En el mismo municipio de Aldama, Azucena cuenta en entrevista cómo su esposo Omar oscilaba entre la ternura y la agresión desde el principio de la relación. Por ratos era cariñoso y atento, y en otros era violento psicológica y físicamente. Como les sucede a muchas mujeres, ella mantenía la esperanza de que el maltrato cesaría y que Omar dejara de ser violento. Eso nunca ocurrió, por el contrario, la violencia escaló hasta llegar al punto de que Azucena tuvo que luchar contra él para salvar su vida.
La madrugada del 8 de octubre de 2017, después de una celebración por el cumpleaños de Azucena, Omar comenzó a agredirla verbalmente. Insultos y desprecios se tornaron en golpes y amenazas de muerte. Para defenderse, ella tomó un cuchillo y le pidió a Omar que no se acercara. Él la tomó de las manos y, en el forcejeo, el cuchillo se enterró en el pecho de Omar.
Azucena pidió ayuda y lo llevó al hospital, pero Omar murió en camino a bordo de una ambulancia. Fue detenida por la policía municipal y acusada de homicidio. El 11 de octubre, el Cedehm solicitó su defensa ante el tribunal. Después de estar seis días en prisión quedó en libertad.
Azucena dice que la violencia que vivía y su acto de defensa la atormentaban. Temía salir a la calle y la mirada de sus vecinos la incomodaba. No sabía cómo darles la cara a sus suegros y cuñados. Sus hijas tardaron en procesar lo que le había pasado a su padre.
En Aldama todos sabían lo que había pasado. Se sentía culpable de asesinar a su esposo.
Algunos integrantes de su comunidad le aseguraron que ella no era una asesina, que solo se había defendido y le dieron la bienvenida a Aldama. Al paso del tiempo, algunos de los hermanos de Omar se dieron cuenta de la violencia que éste ejercía y han establecido contacto nuevamente con ella.
Sentada para la entrevista con Cimacnoticias, Azucena sonríe. A pesar del dolor que le causa recordar los hechos de esa noche, dice que lo sucedido y sus consecuencias han cambiado su forma de ver la vida.
“Es como que al morir él, morí yo también y volví a nacer como otra persona”, dijo.
DEFENDERSE, UN DERECHO
Para las mujeres que son acusadas de homicidio después de defender su vida es muy difícil entender que éste es un derecho, una sensación de culpa se presenta en sus mentes, explicó la abogada y coordinadora del área de delitos de género en el Cedehm, Yanimiriam Valdez Baca.
“Es un hecho que se dio,” dice Valdez Baca, “pero es un hecho que definitivamente ellas no querían.”
Mujeres en esta situación, que son defendidas por organizaciones como el Cedehm, se benefician de un acompañamiento psicosocial que les ayuda a superar el trauma de la violencia reiterada y también a entender que los hechos fueron cometidos en legítima defensa.
Pero para las que solo cuentan con defensoría pública o no especializada en los Derechos Humanos de las mujeres, cuesta más trabajo que entiendan que tienen derecho a defenderse cuando su vida corre peligro y aunque esto debería ser un trabajo de todos los actores involucrados en el proceso penal, sostiene la abogada, para los Ministerios Públicos que llevan los casos es más fácil acreditar un homicidio que trabajar para acreditar la legítima defensa.
“La visión de los jueces es tan corta que no logran verlo. No ven que estas mujeres lo único que hicieron fue defenderse”, lamentó.
Aunque es imposible saber el número exacto de mujeres en México en la misma situación que Rosa Emma y Azucena, ya que ninguna fiscalía tiene registros o estadísticas de éstos, lo que sí se sabe es que de acuerdo con datos del Censo Nacional de Impartición de Justicia en 2015, de cada 100 mujeres procesadas o imputadas que se registraron por causas penales, alrededor de 15 lo estaba por delitos de lesiones (causar una o varias heridas a una persona) en comparación con los hombres, de quienes se contabilizaron nueve casos, lo que significa que la proporción de mujeres en esta circunstancia es superior a la de hombres en 5.4 puntos porcentuales.
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¿Víctimas o asesinas? mujeres en legítima defensa
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Quienes logran defenderse de una agresión física o sexual deben enfrentar el trauma de la violencia que vivieron al mismo tiempo de que son criminalizadas,
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