Bolillos, tamales, tortas, quesos, tiernos osos de peluche, computadoras, imágenes religiosas, pantuflas, libros infantiles y hasta tiburones son algunos de los insospechados medios utilizados para traficar narcóticos.
Para burlar a las autoridades y abastecer los mercados locales y extranjeros, algunos grupos criminales emplean sofisticados sistemas de transporte, como narcotúneles provistos de iluminación y naves sumergibles; otros son más tradicionales y pagan a personas para ingerir cápsulas con droga, llevarla en mochilas o escondidas en vehículos: las mulas.
Sin embargo, otros eligen las formas más insólitas. En estos días traficantes mexicanos dieron clases de ingenio ocultando la droga en bolillos, equipo de cómputo y aparatos para hacer ejercicio. Hace unas semanas elementos de la Policía Federal (PF) interceptaron paquetes de cocaína en cuatro panes que entrarían a California, Estados Unidos, por el Aeropuerto Internacional de Guadalajara.
El plan de sacar 120 gramos de cocaína en cuatro bolillos se vino abajo cuando a los uniformados, que realizaban labores de vigilancia en la zona de carga del aeropuerto les pareció sospechosa la envoltura “poco convencional” de este alimento. Un día después, ahora en la terminal aérea de Querétaro, la corporación interceptó 1.48 kilogramos de cristal en un bollo que tenía como destino Ciudad Juárez, Chihuahua.
El premio al escondite más bizarro se lo llevan las seis tortas de jamón en las que una pareja ocultó, en agosto de 2012, 210 gramos de metanfetaminas, equivalentes a 5 mil 250 dosis. El narcótico, perfectamente envuelto en plástico, se escondía entre la tapa del bolillo, la lechuga y el jamón, y de no haber sido por una denuncia anónima, este par hubiera continuado su trayecto en un autobús de pasajeros que cubría la ruta Culiacán-Hermosillo.
La muestra de que no sobra la creatividad a la hora de cruzar estupefacientes por la frontera lo demostró un joven que, en junio de 2016, intentó ingresar a Arizona con una bolsa de tamales que disfrazaba casi medio kilo de metanfetamina, valuada en más de 3 mil dólares.
En mayo de 2016, agentes fronterizos de Tucson detuvieron a una mujer que intentaba pasar al país del norte 400 gramos de meta en burritos, pero no hay alimento que escape a la vista del crimen para camuflar narcóticos: en octubre pasado, la PF encontró un paquete de 1.920 kilogramos de droga sintética en una pieza de suculento queso, en una empresa de mensajería de Ciudad de México.
El ingenio de los traficantes se ha agudizado ante el incremento de controles policiacos. A principios de agosto, otra revisión en el área de carga del Aeropuerto Internacional de la capital dio con un cargamento de 120 kilos de cristal escondidos en computadoras, procedentes de Zapopan, que llegarían a Sídney, Australia.
Otro de los medios favoritos para ocultar sustancias ilícitas es la fruta; en esta lista está la mariguana disfrazada de sandía, que agentes aduanales interceptaron en un tráiler hace poco más de cuatro años cerca de Tucson. El cargamento “inofensivo” desató las sospechas de los agentes fronterizos por el extraño color verdoso de algunas piezas, dudas que se confirmaron tras someterlas a una revisión con rayos X.
Esa no era la primera vez que los cárteles de la droga disfrazaban la mercancía de fruta ni tampoco sería la última. Apenas el 17 de enero del año pasado, con ayuda de un equipo canino, los oficiales descubrieron 1.360 kilogramos de cannabis en un envío comercial de sandías, en el Puente Internacional Pharr, Texas, decomiso que significó pérdidas de aproximadamente 600 mil dólares.
En otro episodio, traficantes envolvieron paquetes de mota con cinta naranja para simular zanahorias y esconderlas en un envío de hortalizas que llegaba de México. El engaño se vino abajo cuando perros entrenados revisaron el cargamento, revelando la existencia de 2 mil 817 paquetes de esta droga en forma de la verdura, con un valor estimado de 499 mil dólares.
También en diciembre de 2016, policías estatales descubrieron entre las cajas de cítricos mil 600 kilogramos de mariguana oculta en 31 mil 100 limones falsos, que tenían como destino Tijuana, Baja California, hallazgo que ocurrió en el puesto de control militar Cucapah, en la carretera Sonoyta a San Río Colorado.
Ese año, en un domicilio del municipio de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, fuerzas federales decomisaron un tráiler con diversas cajas de aguacate, lechugas y piñas, que contenían 100 kilogramos de cannabis. Al revisar descubrieron que había paquetes de la hierba y que una parte de los productos comestibles era falsa.
La policía creía que lo había visto todo hasta que descubrió otro escondite de unos traficantes: tiburones congelados. Lo que se veía como un plan maestro quedó arruinado luego de que elementos de la Secretaría de Marina abrieron los animales encontrando más de una tonelada de cocaína en Puerto Progreso, Yucatán.
Café, cajeta, mole, nopales, chiles secos y dulces típicos integran el catálogo de productos alimenticios utilizados para esconder diversas cantidades de mariguana, cocaína y metanfetaminas.
JUGUETES, OTRO CLÁSICO
Los traficantes también tienen predilección por los objetos de apariencia inocente para no levantar sospechas en las revisiones de las autoridades, como los osos de peluche.
El más reciente caso sucedió en la central camionera de Tlaquepaque, Jalisco, donde policías federales hallaron en el área de abordaje una caja de cartón abandonada.
Al abrirla, los recibió un tierno oso café con un corazón pegado en el que se leía “Te amo”; la sorpresa fue que entre su relleno había 250 gramos de mota. Meses antes, en noviembre de 2017, de una caja de regalo con una jirafa, un elefante y un unicornio rosa de felpa, proveniente de Colima, sacaron 400 gramos de esta droga.
En otro osito de peluche, el 31 de mayo de 2017, las fuerzas federales encontraron tres envoltorios con poco menos de medio kilo de cristal, en una empresa de mensajería y paquetería en la tierra de Joaquín El Chapo Guzmán. Hallazgos similares ocurrieron el 21 de noviembre de 2016 en un muñeco de peluche que traía 5.500 kilogramos de droga y sería enviado a Estados Unidos a través de un servicio de mensajería de Nogales, Sonora, y en una tortuga de felpa con 2.685 kilogramos, en Baja California.
Gracias a un binomio canino se ubicó el 15 de marzo pasado un paquete procedente de Culiacán, Sinaloa, con destino a Nebraska, que contenía tres libros infantiles, que en la parte central ocultaban una bolsa de plástico con 232 gramos de cristal.
LA FE TAMPOCO ESCAPA
Los narcos también lo intentan con Cristos y otras imágenes religiosas. Hace casi un año, la policía detectó 9.574 kilogramos de cristal en dos crucifijos, uno de madera y otro de yeso, en el Aeropuerto Internacional de Tijuana.
También en Jalisco, el 25 de junio, la corporación aseguró 30 envoltorios con 6.300 kilogramos de esta droga ocultos en cuadros religiosos que tenían como destino Holanda.
Perros entrenados permitieron el 14 de mayo de 2018 el hallazgo de nueve paquetes con mariguana dentro de un cuadro de madera, en un negocio de paquetería en La Tinaja, Veracruz.
Las bandas del narcotráfico también ocultan sus alijos en transformadores, consolas de videojuegos, pantallas de alta definición, mesas, ladrillos, llantas de refacciones, freidoras, molinos para PET y licuadoras. Destaca el caso de un paquete con pantuflas que contenía 2.5 kilogramos de heroína, interceptado el 30 de mayo de este año, en el aeropuerto internacional de Cancún, y que tenía como destino final Tulum, Quintana Roo.
Las mil y una triquiñuelas para traficar drogas
HISTORIAS
Para burlar a las autoridades, los narcos han empleado el ingenio y cada vez usan formas más insólitas de ocultar los enervantes; lo hacen en bolillos, tamales, tortas, quesos, osos de peluche, imágenes religiosas y hasta en tiburones.
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