En 1921, cuando se creó la Secretaría de Educación Pública, José Vasconcelos sabía que tras la Revolución había que extender en el territorio la educación elemental y construir la cultura nacional. Unir a profesionales, artistas e intelectuales en favor de los sectores populares e integrarlos al proyecto de nación venciendo a un enemigo: el analfabetismo. Erradicarlo era una cuestión de Estado. Las palabras de Vasconcelos dan cuenta de ello: “Los países en vísperas de guerra llaman al servicio público a todos los habitantes. La campaña que nos proponemos emprender es más importante que muchas guerras”.
Hoy luchamos contra otros enemigos, que al igual que el analfabetismo, la desigualdad o la corrupción, impiden el desarrollo y el bienestar de México. Son enemigos que ya nos llevan varias batallas ganadas: el sobrepeso, la obesidad, la hipertensión y la diabetes.
El 8 de enero de 2020, durante mi participación en el seminario “Sobrepeso, obesidad y diabetes: efectos sobre la competitividad del país”, organizado por la Secretaría de Economía en el marco de la presentación del informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), titulado “La pesada carga de la obesidad”, compartí la experiencia del Seguro Social en el combate a la obesidad, el sobrepeso y la diabetes. Los resultados, a pesar de todos los esfuerzos, no eran presumibles:
En 2019, el IMSS dio 15.9 millones de consultas de medicina familiar a personas que viven con diabetes (el segundo lugar de motivos de consulta) y casi 600 mil de especialidad para atender complicaciones y diversas secuelas asociadas con esta enfermedad: ceguera, insuficiencia renal, infarto al miocardio, accidente cerebrovascular y la amputación de extremidades inferiores. Del gasto total del IMSS para atender enfermedades crónico-degenerativas, 48 por ciento es para pacientes con diabetes, lo que representa un gasto de 39 mil700 millones de pesos anuales. Y a pesar de los esfuerzos, en los últimos 10 años la prevalencia de personas con diabetes no disminuyó.
Hace un año ya advertíamos que los esfuerzos por prevenir la obesidad habían sido deficientes y que teníamos una urgencia: promover mejores hábitos alimenticios y el desarrollo de actividades físicas. Y empezar con nuestro personal donde 40 por ciento presenta sobrepeso, casi la mitad no realiza ninguna actividad física y 9 por ciento padece diabetes.
En 2016, la Secretaría de Salud emitió una declaratoria de emergencia epidemiológica por diabetes mellitus y obesidad. Se habló de una Estrategia Nacional para la Prevención y el Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes, pero llegamos a 2020 con la cifra más alta de personas con alguno de esos padecimientos. En suma: México enfrentó la pandemia por covid con una pandemia a cuestas.
Antes del covid lo decíamos: las condiciones de nuestro sistema de salud (fragmentación y poca inversión en personal de salud) y sus consecuencias (diabetes, obesidad) nos hicieron más vulnerables frente al virus. Más allá de cómo ha afectado eso a México durante la pandemia, la urgencia es más vigente que nunca: un modelo de atención más preventivo y menos curativo. Uno más comunitario y menos individualista. Más seguro y más social. Una visión radicalmente preventiva de la salud.
Mientras escribo: La vacuna COVID será para todos, llegará a todos, pero en esta primera etapa en el IMSS es EXCLUSIVAMENTE para los trabajadores que atienden la pandemia en la primera línea. Cualquier caso de influyentismo será sancionado. Nadie puede meterse en la fila.
@zoerobledo