Cultura

Debate, combate o dislate

La diferencia en este encontronazo es que goles y golpes nos entran a nosotros...

Algo hay de los eventos deportivos en la atmósfera tensa de un debate político previo a las elecciones. A falta de una música de fondo, la incertidumbre crece y se reproduce en los silencios ásperos de quienes danzan ya sobre la cuerda floja y pretenden hacerlo con la mínima gracia para no resbalar en el ridículo. Parecería, a ratos, que juegan la final de un torneo de albures, pues bastará un error, un titubeo, una ambigüedad o un lapsus de dislexia para ser pasto de la burla nacional. Pues, como en los albures, todo está permitido menos la candidez.

Se supone que uno presencia los debates para hacerse una idea de por quién votará, pero somos legión quienes ya lo tenemos lo bastante claro para asomarnos a la transmisión como a un partido de la Selección Nacional. Y no es que sea uno hincha de alguna de las partes, sino que a veces la otra le atemoriza tanto o le es tan antipática que votaría feliz por Judas Iscariote. Y sin embargo las desgracias ocurren, entre otras cosas porque las multitudes tienden a razonar con el estómago.

Eso sí, en los debates nos sentimos muy listos. Como en los más sonados eventos deportivos, menudean expertos y sabihondos dispuestos a explicarnos jugada por jugada y hacer las profecías de rigor. Lo cierto es que las piernas no les tiemblan menos, pues al fin nadie puede predecir cómo y cuándo caerá el próximo gol. O todavía mejor: el nocaut esperado. La diferencia en este encontronazo es que goles y golpes nos entran a nosotros. De pronto por seis años sin parar.

Los preparativos para el primer encuentro. Jorge Carballo
Los preparativos para el primer encuentro. Jorge Carballo

En el año 2000 cubrí para MILENIO, entre un nutrido equipo de colaboradores, el famoso debate entre Fox, Cárdenas y Labastida, mismo que hasta la fecha se recuerda por un tropiezo digno de un pésimo alburero. “Me ha llamado… La Vestida”, se quejó el candidato del partido oficial, y en los días que siguieron todo el país, o casi, se pitorreó a su costa alegremente, temiendo sin embargo que de todas maneras ganaría. “Me partirás la madre”, decían en el colegio, “pero te llevarás tus buenos chingadazos”. ¿Y no es ese el placer de los debates, ver al más poderoso recibir una tunda del contrario, o siquiera un aislado descontón? ¿No es verdad que no sabes si reír o rabiar cuando el perdedor sale al día siguiente a gritar que ganó, contra las evidencias del sentido común?

Ahora bien, si el sentido común tuviera algo que ver con estos temas, otro gallo nos cantaría a todos. Lo que se experimenta en estas ocasiones no pasa de unas cuantas certezas estomacales. Habrá quien diga que es la voz del instinto, pero ya bien sabemos que las expectativas corrompen los sentidos y uno acaba intuyendo lo que más le acomoda. De aquel viejo debate en el World Trade Center recuerdo, sobre todo, la pompa y las sonrisas de cartón de quienes ya se daban por vencedores y muy probablemente acariciaban porvenires dorados inminentes, al tiempo que un equipo de opositores hacía malabares cibernéticos para recolectar y contrastar las cifras obtenidas en tiempo real. Como era natural, si bien inconcebible según el fatalismo mexicano, la soberbia perdió debate y elección.

Por su temperamento combatiente, los debates son útiles para fortalecer antes las esperanzas que la imparcialidad de los televidentes. En busca de elementos para menospreciarle, hallamos al contrario soso, torpe, antipático, y al nuestro abrumadoramente superior. Enardecidos por la incertidumbre, concluimos que sus tristes partidarios tienen que ser canallas, idiotas o corruptos para agredir con esa ligereza al sentido que tanto quisiéramos común.

No me divierten el futbol y el box, pero hoy, en vísperas del primer duelo de la Historia entre dos candidatas a la Presidencia, creo entender la furia irreflexiva de las barras bravas y la embriaguez sangrienta del ring side, si bien lo que realmente me preocupa es cuál será esta vez el precio del boleto.


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Xavier Velasco
  • Xavier Velasco
  • Narrador, cronista, ensayista y guionista. Realizó estudios de Literatura y de Ciencias Políticas, en la Universidad Iberoamericana. Premio Alfaguara de Novela 2003 por Diablo guardián. / Escribe todos los sábados su columna Pronóstico del Clímax.
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