En más de una ocasión he dicho que, de cara al futuro próximo, la tarea más importante que tenemos que emprenderes la de formar nuevos públicos.
Si bien es cierto que a través de museos, galerías y centros culturales el Estado y otras iniciativas de carácter privado garantizan nuestro derecho a formarnos, gozar y apreciar el arte,ello no significa que éste, el producto material (pinturas, esculturas, fotografías, conciertos, novelas, poesía, cine, teatro, ballet o arquitectura), sea para todos. Esdecir, los objetos que llamamos arte, si bien cualquiera debe o debería tener acceso a ellos, no a todosinteresan, le dicen algo o aportan a su vida cotidiana. Y es que en este terreno —el del arte— como en tantos otros, para aprovechar la oferta —la del acceso a las obras de arte— se necesita ser aficionado, o sea, estarde antemano interesado por el contacto con estos objetos.
Se entenderá entonces por qué insistir en la necesidad de formar nuevos públicos, o si se prefiere, de formar nuevos y más aficionados al arte, a las manifestaciones artísticas. Así pues, formar públicos quiere decir ganar aficionados, y si bien aún hay sectores de la población adulta que podrían iniciarse en la afición de esta o aquella manifestación, son las niñas y niños, del kínder a la secundaria, el blanco al que debieran dirigirse nuestros esfuerzos. Sin embargo, y a pesar de su importancia, la educación del arte (que no es lo mismo que la educación para el arte o educación en, con, el arte) en la mayoría de las escuelas, públicas y privadas, se esconde tras la práctica de manualidades en el mejor de los casos, en sesiones de gimnasia, clases mochas de guitarra, o peor aún, en recreo disfrazado.
A pesar de todo, sé y ahora estoy convencido, que hay sectores dentro del sistema educativo (público y privado) con los que comparto estas inquietudes, y que incluso, por fortuna, han ido más allá y han aportado lo que tiene que aportar cada quien para llevar a cabo esta tarea —la de formar nuevos públicos—.
En este sentido me quiero referir a la reciente publicación de Artes visuales, I, II y III de Juan Alberto Mancilla Gallardo (en el primer volumen son coautoras Blanca I. García Castro y Ofelia M. Arredondo A.), bajo el sello de EK Editores (4ta. reimpresión). Se trata de cuadernos de trabajo para los tres niveles de secundaria destinados a ser empleados en los cursos de Artes. Formalmente, desde sus portadas, resultan atractivos pues tienen un aire de contemporaneidad que comparten con muchas otras publicaciones o productos a los que los chavos tienen acceso. Los interiores están diseñados para darle prioridad a la imagen, y ésta se reparte entre pinturas, fotografías, fotogramas, anuncios publicitarios, diagramas; lo mismo se trata de objetos industriales, estatuaria prehispánica o egipcia, que pintura del Renacimiento, de las vanguardias, Kahlo, Warhol o Ron Mueck.
Cada tomo está dedicado a un grupo de temas relacionados con la apreciación y entendimiento de las artes visuales. El primero aborda aspectos generales de la imagen; el segundo introduce al alumno al mundo de la representación pictórica, su empleo social y naturaleza sígnica; el tercero sobre el arte contemporáneo, algunas de sus características y manifestaciones.
Si la forma resulta agradable, su contenido es preciso, concreto e informativo y principalmente involucra, una y otra vez, a los chavos mediante los ejercicios que se van planteando a lo largo de los bloques que van trabajando. En uno u otro extremo de los márgenes, cada que se inicia una práctica aparece una columna que lleva el título de Inter-disciplina en la que se da información relacionada con lo que se está estudiando pero proveniente de otras manifestaciones (literatura, diseño, cine, etc.) con lo que reafirma la intención de relacionar las artes visuales con otros aspectos con que los chavos puedan estar más en contacto o ya conocer.
Estos tres volúmenes son un buen ejemplo de qué es o cómo debe ser la formación de públicos. En ningún caso se pretende que ya trabajados, el alumno se vuelva experto en arte, ni que desee convertirse en productor. Se trata de dotarlo de una información básica que lo mismo le servirá para entender la publicidad, que apreciar una escultura en una exhibición; y de que los ejercicios que ha llevado a cabo lo sensibilicen respecto al quehacer de los productores y reconozca el valor de su trabajo, de las obras. Si tuviéramos ciudadanos con estas características, informados y sensibles, estoy seguro de que no sólo tendríamos más y mejores públicos, sino una población comprometida con el justo y sano desarrollo de sus comunidades.
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