Sociedad

Que Miley se defienda sola

Tengo una teoría: la raza homosexual que corea las canciones de Miley Cyrus y de algún modo siguen sus pasos a través de sus escándalos, intuyen que es fácil de imitarla, en cualquiera de sus etapas, la fresa o en sus más recientes ataques de soft porn guarro. Basta con ir a antros gays frecuentados por jóvenes de entre 19 y 24 años para ver cómo bailan a lo porrista de algún equipo de futbol americano universitario hasta la madre de mala cerveza gringa cuando el DJ suelta “Seven Things” o “Party in the USA”; luego, si se escucha algún remix (sobre todo circuitero de “Wrecking ball”) vienen las insinuaciones pornográficas más bien afeminadas.

No es del todo descabellado deducir que buena parte de las huestes de fanáticos de Miley se conforman por homosexuales con torpe olfato para distinguir un buen pop de sencillos desfachatadamente prefabricados hechos a base de estructuras monótonas que explotan tramposamente al llegar los estribillos. Muchos de ellos gays mexicanos.

La de Miley es música de una mediocridad que abate. Quizás por ello tiene que andar fabricando bombas de pólvora impúdica, provocaciones sexuales gratuitas arrabaleras, así se mantiene vigente en el mapa de las listas de popularidad y la rotación de videos.

La más reciente fechoría de Miley fue someterse a una sesión de twerking o baile con nalgadas sobre el escenario, entiendo durante un concierto en Monterrey, azotada por sus bailarines con una tela enrollada que resultó ser la bandera mexicana.

En un país donde es penado mancillar los símbolos patrios y siendo la bandera uno de ellos, lo de Miley ha desatado un huracán de rabias y repasos históricos que me recuerdan esos libros de texto gratuitos de los ochenta con todo y su papel frágil.

Mientras tanto, son muy pocos los fanáticos mexicanos de Miley que han salido a defenderla. Los más enmudecidos son los gays. Saben perfectamente que si no quieren salir lastimados, es mejor cerrar la bocota y dejar que Miley se las arregle.

Este país orgullosamente patriótico les ha dado matrimonios y algunos barrios donde se aglutinan bares con la bandera de arcoíris en sus entradas, pero no se puede defender a los símbolos patrios y apoyar a los homosexuales al mismo tiempo. Eso es una incoherencia, casi un delito que debería ser castigado con la misma multa que pretenden cobrar a quienes trajeron a Miley a México.

Debajo de uno de los videos que recrea la ofensiva escena, leí un comentario que decía que dejaran en paz en Miley o algo así. Después respondieron: “Uy, ya salió un pinche puto a defenderla. Sólo hay que ver tu foto para saber que eres puto. ¿Por qué mejor no te largas con ella a hacer tus anormalidades y nos dejas en paz a nosotros que sí nos interesa nuestro país y lo que le hagan a nuestra bandera?”.

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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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