Sociedad

La cartilla del deseo

Los triunfos morales me tienen sin cuidado desde que entendí que parte de la lucha en el libertino desmadre de ser puto tiene que ver con los malabares que nos vemos obligados a hacer cuando los juicios morales sobre la homosexualidad se lanzan desde el estrado buga, que la mayoría de las veces nos llegan como chingadazos directos a la mandíbula. Entonces combatimos o esquivamos. Hay quienes la sola idea de plantarse a pelear contra los disparos de puños de homofobia les genera un hervidero de pavor tan angustiante que prefieren doblarse del deseo y habitar el armario que, corrida la puerta, no altera el orden de la moral pública.

Para no aferrarme a la subjetividad rosa, acudí con el investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, también escritor, ensayista y especialista en la obra de Alfonso Reyes, Víctor Barrera Enderle, en un intento por analizar sin pasiones cómo se inscribe la diversidad sexual, acusada de inmoral, en algo tan resbaloso como la Cartilla moral: “La Cartilla moral se inscribe en un proceso de integración de diversos grupos marginados (campesinos, analfabetos e indígenas) al proyecto de modernidad del México posrevolucionario. Visto en conjunto, era parte de un largo proceso de ciudadanización de la sociedad, que iba a mostrar sus primeras señales de maduración en el 68 y el 85. En ese sentido, es un antecedente de la reflexión sobre la diversidad cultural, étnica y sexual de este país. Es verdad que el lenguaje del texto apela a nociones que ya han sido superadas en las discusiones sociales posteriores. Pero como señalé en mi ensayo La Cartilla moral para días moralistas (http://revistalevadura.mx/2019/01/17/la-cartilla-moral-dias-moralistas/), no es ni un documento religioso ni un texto doctrinario. Parte del supuesto de que siendo México un país mayoritariamente católico mucha gente tendría algunas nociones de lo que es la moral. La idea, sin embargo, era ir más lejos y plantear la cuestión a nivel individual, plantear la relación entre el individuo, la sociedad, el gobierno y el medio ambiente en términos más horizontales. Es decir, ya se estaba poniendo sobre la mesa el tema de la representación, que ahora resulta fundamental”, me comenta Barrera Enderle.

Es un pedo entre la Cartilla moral y yo y nada más, no pretendo meterme en broncas afiliadas al actual momento político de México, que si estás del lado correcto de la historia o eres un miserable que añora los viejos tiempos y sus gobiernos despilfarradores de aparatosas corrupciones burocráticas sexenio tras sexenio, escándalo tras escándalo, como la metatelenovela de la administración pasada, opresiva y desesperante. Pero es que desde el prólogo, que alienta la especulación secuestrada por la lógica hetero que ha alimentado los linchamientos homofóbicos asimilados justo por los más radicales adoradores de la moral, hay algo en la reimpresión de la Cartilla moral de Alfonso Reyes, recién editada por el gobierno de la 4T, que me incomoda, quizás sea la parte referente al cuerpo, al control de los apetitos, o ese párrafo que sugiere no confundir el bien con el deseo, cuando la lucha, especialmente la gay, se ha librado a partir de visibilizar el deseo entre hombres, las marchas del orgullo se nutren de eso y, para no pocos heteros, los últimos sábados de junio son puras manifestaciones de libidinoso deseo inmoral. Entiendo el contexto de bienestar cívico planteado por Reyes, y como hace bien en subrayar Víctor Barrera Enderle: “Para mí, lo que nos deja la lectura de la Cartilla moral es que los temas relativos a lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, se tienen que pensar constantemente, y cada generación debe reparar en ellos”, más no dejo de cavilar en que así como yo puedo errar en la interpretación de Reyes, lo mismo podría pasar con miembros de extremistas como los del Frente Nacional por la Familia, que podrían apropiarse de las coincidencias sin cambiarle una coma. Los homosexuales, además de acatar las nociones más sensatas de la moral pública, empatía, solidaridad, respeto por la convivencia y acciones de bien colectivo, también tenemos que sortear sus trampas, no perturbar lo decoroso del medioambiente con todo eso de la obscenidad que implican los besos entre bigotones, es una acepción de la moral, o casi. Después de todo, el clóset es invención, y baluarte, de la moral heterosexualmente generalizada y por eso la palabra me produce sentimientos de contradicción y escalofríos, así la haya repensado Alfonso Reyes.

“Creo que sí, en la medida en que se vea en la Cartilla moral un punto de partida para, desde ahí, plantearse una nueva reflexión sobre el tema. Y ése es un punto muy importante. Creo que lo que dejó claro esta polémica sobre la Cartilla moral es que es urgente pensar nuestra relación con la ética, con lo social y lo político desde el contexto actual. La Cartilla moral solo puede ser un punto de partida, no de llegada…”, concluye.


Twitter: @distorsiongay 

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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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