Sociedad

Bendición sodomita

Ni bien los comunity manager de cuentas de información y activismo homosexual terminaban sus hilos digitales celebrando las bendiciones a la unión entre personas del mismo sexo por parte del Papa Francisco, cuando Mario Ángel Flores, Director del observatorio del episcopado mexicano se apresuró a rectificar que, para la iglesia católica, las parejas del mismo sexo seguían siendo irregularidad. Y la homosexualidad, una influencia cultural.

En el espacio radiofónico de Joaquín López Dóriga, Flores subrayó:

“Aparentemente la declaración es muy revolucionaria pero no. Reafirma, con toda claridad, que el matrimonio es únicamente entre el varón y la mujer y solamente ahí puede haber santificación de esa unión. Pedir una bendición no es nada más tratar de justificar algo que no se puede justificar”

Y agregó que no debe haber confusión: no se está bendiciendo la unión entre personas del mismo sexo, simplemente responde a la petición de un puñado de homosexuales que insisten en buscar el beneplácito de una institución que los repudia por su naturaleza de dar afecto y recibir placer donde no se debe.

Después de escuchar las odiosas declaraciones del Director del observatorio del episcopado, al mismo tiempo que no pocos homosexuales celebraban el supuesto empuje de Francisco a un nuevo rumbo progresista, no me quedó de otra que escuchar Anti-pope, la canción de The Damned de 1979 que en tres minutos recorre punk de intimidación obrera y psicodelia blasfema. Me gusta esa parte en la que Dave Vanian canta:

“Así que no tengo nada en contra de la iglesia, sólo con la gente que va allí; una congregación los fines de semana no cambiará su comportamiento. Muchas personas son lo suficientemente débiles como para tener que buscar respuestas en los vendedores ambulantes de la esperanza…”

Una desesperada afirmación por mantener a la iglesia vigente no cambiará su comportamiento de cínico linchamiento a todo aquel que no agache la cabeza frente al sistema da apariencias, pecados, castigos y tentativas de arrepentimientos.

Se dice que bendecir las uniones del mismo sexo por parte del Papa Francisco podría ser sustancial en extirpar la homofobia familiar alimentada desde la fe católica. Si algo aprendí de mis parientes capaces de llevar una fiesta de bautizo a un Woodstock con tres días de salsa, cumbia y brandy Presidente, es que el sacerdote de la colonia es quien llega al corazón de los feligreses. Son ellos los encargados de repetir que la homosexualidad no es el pecado si no lo que hacen los homosexuales en la intimidad. La sodomía que no escapa a los ojos de Dios que está en todas partes. Mientras que el papa vive muy lejos como para tomarlo en serio.

Excepto Juan Pablo Segundo que en México fue el rockstar de la jerarquía católica. Y como todos sabemos, homofóbico devoto y alcahuete de pederastas con alzacuello.

No es la primera vez que el Papa Francisco busca maquillar a la iglesia católica de cierto travestismo contemporáneo que pueda sacudirla de sus mandamientos anticuados. Usando a los homosexuales como souvenirs progresistas para los titulares en periódicos. Sin alterar un rosario la filosa hipocresía que antecede a la noción de que para ser aceptados, los homosexuales tenemos que renunciar o peor aún, esconder nuestra naturaleza.

Pasado la euforia del momento, el Papa Francisco siempre termina por virar sus propias frases que le dan la razón al infierno: la sodomía es un pecado lo que le sigue de mortal. Los jotos estamos condenados a ser los apestados de la iglesia católica. Sin importar lo intricado de la fe. Para ellos somos un estorbo sodomita sin salvación. Ya debimos entenderlo hace siglos. Esperar su bendición es un masoquismo tedioso y heterosexual.

Como aquella vez en la que infló el pecho diciendo que quien era él para juzgar a los homosexuales. Tiempo después, apuntó que la unión entre hombres no es condenable. Siempre y cuando se mantengan en religioso celibato. Un homosexual en celibato es lo mismo que un buga con calcetines en la trusa.


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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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