La sociedad actual se caracteriza por impedir la decisión libre y colectiva de las personas sobre su destino a través de una serie de mediaciones sociales, por ejemplo: ¿quieres transformar la realidad? “Vota”. ¿Necesitas alimentarte? “Intégrate al mercado”.
¿Adquirir una casa u otra cosa? “Compra”.
El Estado, la empresa, organizaciones de la sociedad civil y demás figuras e instituciones son también mediadores de la voluntad colectiva, instrumentos a través de las cuales las personas resolvemos nuestros problemas; una suerte de sustitución de la capacidad política de los sujetos que conforma y garantiza la dominación social existente.
Esta dinámica de dominación no es externa a los sujetos, de hecho, sus prácticas la sostienen, y es ahí donde radica la debilidad de este tipo de socialidad, ya que la acción de las personas también puede configurar un mundo sin mediaciones que perfile la autodeterminación social.
En otras palabras, la sociedad actual conforma sujetos contradictorios que pueden mantener o transformar la vida social de manera colectiva.
Una muestra de esta cualidad son las experiencias colectivas de familiares de desaparecidos y campesinos de la Región Lagunera, que con su hacer desafían, desbordan y, en ocasiones, agrietan las mediaciones sociales; sus acciones avanzan contradictoriamente con y hacia la conformación de relaciones sociales basadas en la justicia y la dignidad, lo que claramente no puede hacerse con el voto, el dinero, el trabajo, mucho menos con el Estado, las empresas ni las organizaciones de la sociedad civil nacionales o extranjeras.
La diferencia entre las mediaciones y los sujetos contradictorios es contundente; compararlos es hacer apología de la dominación, donde los oprimidos son responsables de su situación y ahí la criticidad se diluye, al mismo tiempo que la posibilidad de los sujetos de construir y vivir un mundo diferente.
Para los que comparten la alegre rebeldía: ¡Hasta siempre, Héctor Becerra!