Nuevo León tiene hoy una cantidad récord de internos en los penales. Hace unos días lo confirmó el secretario de Seguridad del Estado, Gerardo Palacios Pámanes.
La cantidad aproximada de población penitenciaria supera los 10 mil, situación que entraña diversas complejidades y exige un trabajo integral de las autoridades en estos lugares.
Lo que hace más complicada la tarea es el grave problema de adicciones que enfrenta la mayoría de las personas que son ingresadas actualmente.
La cifra es alarmante: el 93 por ciento de los internos son dependientes de sustancias como metanfetaminas, mariguana y cocaína.
Poco pensamos como sociedad cómo es vivir así tras las rejas y el reto que constituye lograr una reinserción social.
Tal como lo mostramos el domingo en Cambios, un hecho recurrente es que para mantener su adicción, muchos presos usan a sus esposas e hijos para ingresar la droga.
Tan solo en el penal de Apodaca, de 2022 a la fecha han sorprendido en esa acción a 58 personas.
Pero no todo es malo o desesperanzador, porque abundan en medio de la adversidad, historias de internos que estudian una carrera como la de leyes dentro del penal impartida por la UANL.
Otros aprenden oficios o trabajan en alguna de las cuatro empresas que existen en el interior.
Para ellos, esas actividades son las que les permiten “vivir libres” dentro su realidad.
Hay, en resumen, un trabajo coordinado entre autoridades penitenciarias y algunos organismo ciudadanos para hacer frente a las problemáticas propias de estos lugares.
Cabe destacar que los actuales responsables revelan que recibieron los penales con ingobernabilidad, controlados por el crimen organizado y con serios problemas de corrupción.
Pero hay que seguir de cerca los avances logrados y reconocerlo.
Víctor Martínez
