Sin lugar a dudas, el ámbito más delicado de los servicios públicos es la salud, porque malas decisiones administrativas se pueden traducir en daños graves al bienestar de las personas e incluso pueden perderse vidas, por ello, nadie se explica el errático inicio de operaciones del Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (INSABI), donde la desorganización y la desinformación fueron la regla.
En el papel el INSABI no se ve tan mal, porque en teoría buscan construir un sistema universal de salud pública, sin embargo, quienes venían utilizando el Seguro Popular, se encontraron el 2 de diciembre pasado con muchas sorpresas, como cobros excesivos por los servicios o en el peor de los casos, la suspensión de algunos tratamientos o de la provisión de medicamentos.
Es decir, no hubo una estrategia de adaptación, para que los usuarios se adecuaran a la transición entre ambos sistemas, mucho menos hubo información oportuna, ni la previsión para garantizar que el nuevo esquema ya estuviera listo.
Desde el Gobierno Federal se insiste que este sistema será mejor, que no tendrá costo, que se podrá acceder a medicamentos y a tratamientos de enfermedades crónicas, que a diferencia del Seguro Popular contará con hospitales propios y que, además, se acabará con la corrupción del esquema anterior.
Esperemos que así sea, pero hasta el momento se tratan de buenas intenciones, porque ninguna de dichas promesas está ni cerca de materializarse y es previsible que aún cuando haya avances, se requerirán algunos años para cumplir determinados puntos, sobre todo los que tienen que ver con infraestructura.
De hecho, el punto toral a resolver del INSABI es su sostenibilidad financiera, sobre todo porque en estos días se han registrados cobros por servicios que antes eran gratuitos en el Seguro Popular o bien han reportado que determinadas enfermedades no se están atendiendo, por lo que el Gobierno Federal debe doblar los esfuerzos, porque hasta el momento, parece que el esquema anterior, con todos sus defectos, eran mejor.
@victorsanval