“De pronto, en medio de la cena y al calor de unos alcoholes, los tíos comenzaron a discutir por los terrenos de la abuela, mientras los demás veíamos cómo se repartían entre los ocho un terreno de diez por veinte”.
Por lo general, esta situación de peleas entre hermanos y allegados por el patrimonio de la familia es común en las cenas de Navidad o fin de año, en medio de un “ambiente familiar”, aunque también es frecuente conocerlas en los fines de semana en torno a una carnita asada, con unas frías de por medio.
Las disputas por herencias pueden ser titánicas, a veces superando la realidad misma y alcanzando niveles universales, que pueden desembocar en tragedias que ni la misma propiedad lo vale.
Este pintoresco pasaje de la vida de los mexicanos ha quedado para la posteridad en infinidad de memes, porque nada mejor que una reunión familiar para sacar a relucir quién se quedará con la codiciada herencia.
Las peleas por un bien llegan a durar años y las vemos entre familias propietarias de emporios o por la silla en donde se sentaba la abuela a ver sus novelas, así de pintoresca es la sociedad mexicana.
Todos conocemos a alguien con problemas de falta de testamento, ese documento que, al solo leerlo o escucharlo, causa escalofríos porque las creencias nacionales (otra vez) dicen ser de mal augurio y que invocan a la calaca que nos llevará a su lado.
La penitencia es enfrentar en vida a otros humanos, y en algunos casos, suelen ser padres, hermanos, cónyuges y otros familiares, así como a “propietarios espontáneos” que reclaman la colección de discos de vinil prometida por el difunto.
Así se desata una épica pelea en la que los involucrados deberán transitar por los nueve círculos del infierno, con tal de ganar un alegato, y que ha ocurrido en donde el beneficiario final pasó a mejor vida y vuelve la rueda a girar para iniciar otro conflicto legal.
Por eso, es importante actualizar la situación jurídica y no tener el riesgo de que alguien del más allá venga al más acá para un ajuste de cuentas por la herencia de la familia, la verdadera.
Desde 2003, a septiembre se le conoce como el “mes del testamento”, en donde se promueve y contribuye a la cultura de previsión, certeza y seguridad jurídica en el derecho a heredar.
Así que, a aprovechar, no vaya a ser que el diablo meta la cola.