Este sábado 26 de julio, Día Internacional de la Conservación del Ecosistema de Manglares, la efeméride fue recordada por autoridades federales, estatales y municipales, más como una moda que como una postura de compromiso con el medio
ambiente.
Una página ligada al Partido Verde que ha hecho de la ecología su moneda de cambio para escalar posiciones en la política mexicana, recordó la fecha con una publicación en redes, un ejemplo más de su conveniencia política.
La UNESCO ha insistido en que los manglares son ecosistemas vitales: protegen las costas del impacto de tormentas, capturan grandes cantidades de carbono y son el hábitat de miles de especies. Su destrucción representa un riesgo ambiental, económico y social. Y, sin embargo, en Tampico, el manglar de la Laguna del Carpintero sigue siendo tratado como un estorbo para el desarrollo urbano, no como un patrimonio natural.
Hace siete años, la Suprema Corte ordenó detener obras que afectaran ese manglar. El Ayuntamiento, en distintas administraciones, ha ignorado sistemáticamente ese mandato.
No es olvido: es desacato. A pesar de ello, se ha anunciado la construcción de un hotel en esa zona, programada para iniciar a finales de 2025, bajo la promesa de respetar el ecosistema y activar el turismo
¿Dónde quedaron las alertas de los colectivos ambientales?, ¿qué postura han tomado las autoridades estatales y federales ante esta inminente intervención? La respuesta parece ser el silencio, o el ruido medido de quienes se activan solo cuando la polémica toca a la puerta.
No se trata de oponerse al desarrollo, sino de exigir congruencia. No se puede celebrar un día internacional mientras se ignora una sentencia de la Corte. No se puede hablar de sustentabilidad cuando se violenta la naturaleza con permisos dudosos. Y no se puede pedir confianza ciudadana cuando las decisiones huelen más a negocio que a visión de futuro.
En tiempos de polarización y desconfianza, conservar un manglar puede parecer un gesto menor. Pero es justamente en lo pequeño donde se mide el verdadero compromiso. Porque al final, más que una postura, lo que hace falta es una conciencia colectiva que no dependa de la moda, ni del escándalo, ni del calendario.