A Lorenzo Meyer
Ante el contexto de la discusión con el ejemplo de la solicitud histórica y parcial de misiva enviada a la actual realeza gachupina por el gobierno mexicano, de que los hispanos pidan perdón por sus latrocinios reales y ficticios a Pueblos Originarios, y de conocer algunas respuestas mordaces e igualmente, sin sustento de, como otro ejemplo, ex gobernante fascista peninsular lleno de mordacidad e insultos, nos ha motivado a entrevistar a un investigador de Chignahuapan, Puebla, estudioso y gran conocedor del desarrollo colonial-virreinal de Mesoamérica y de sus diversas y distintas Culturas y Comunidades Originarias que la habitaban e integraban. Él es Ramón Kuri Camacho.
Ha sido profesor de Filosofía en la Universidad Autónoma de Sinaloa, en Zacatecas, la de Nuevo León y la de Puebla. Es miembro del SNI. En 1998 recibió el Premio Nacional de Ensayo “Raúl Rangel Frías”, en Filosofía de la Cultura Mexicana. Es autor de El barroco jesuita novohispano: la forja de un México posible, (Universidad Veracruzana), La Compañía de Jesús, Imágenes e Ideas (UAP, Plaza y Valdés), entre otros libros. Actualmente es profesor-investigador en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Kuri Camacho nos dijo:
“Creo que hay que hacer la crítica a López Obrador ‘ahí’ donde hay que hacerla. Advierto que AMLO tiene una incompleta comprensión del pasado del país (resultado, tal vez, de su formación en escuela muy olvidada y de su educación recibida, quizás, en cierto liberalismo trasnochadodel rito escocés o yorkino- y negador del pasado novohispano que, además, confunde a este pasado novohispano con lo colonial y viceversa). Si no cuestionamos el maniqueísmo y reduccionismo de AMLO y de todos aquellos que de repente se transformaron en historiadores especialistas; si no hacemos la crítica los que votamos por él, dejaremos que lo haga la derecha más reaccionaria o peor aún, que lo haga, como lo está haciendo ya, la derecha más retrógrada y atrasada”.
Tal como vemos a López Obrador continúa narrando Ramón- en su interpretación de la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, parece que juega un papel importante en ella. Leí en la prensa una frase que se le atribuye: “Hay que descolonizar”. Se puede ahondar su convicción de que esa es la verdad de la Historia y, en caso extremo (de acuerdo con sectores ignorantes y extremistas de Morena, que no son pocos), proponer o “exigir”, en consecuencia, que nos “reeduquemos”. Parece broma lo que digo, pero creo conocer a ciertas “izquierdas que asumen esta clase de lenguaje”.
“Convicción y crítica van de la mano. La crítica no es solo un derecho, en este caso es un deber necesario. Lo que me lleva a hacer algunas sencillas preguntas. V.gr. ¿por qué la exaltación, glorificación y ‘angelicalización’ de México-Tenochtitlán? ¿Cuándo, cómo y por qué se creó el gran mito México-Tenochtitlán, forzando la verdad histórica, convirtiéndola en ficción y no en verdad? Porque hoy sabemos que la gran época creadora en Mesoamérica se dio siglos atrás: olmecas (época pre-clásica), mayas, Teotihuacán, zapotecas, Monte Albán, Mitla (época clásica). La época posclásica (Tula, Tajín, Xochicalco, Cholula, Tlaxcala, Tenochtitlán, etcétera) no tuvo la relevancia del período clásico. Ficción y mentira de MéxicoTenochtitlán, convertida en verdad histórica e ideología. Ideología, ésta es la cuestión”.
“Para este conjunto de creencias, credulidades, símbolos, mitos, saberes, tomados como un absoluto -subraya Kuri Camacho (ideología), esa gran época creadora (clásico) fue en realidad la preparación de la Gran Apoteosis. ¡México-Tenochtitlán! Apoteosis confiscada por el antiguo régimen presidencialista de la ‘Revolución’ en el que se ungía al nuevo Presidente como el gran tlatoani. Consecuencias: ‘idolatría’ de México-Tenochtitlán (iba yo a decir culto a Tezcatlipoca y Hutizilopochtli, cuyo fantasma parece que nos habita en los miles y miles de ‘sacrificados’, hic et nunc por la violencia que nos azota)”.
“Idolatría de una educación que se internalizó en niños, jóvenes y adultos. Idolatría de ciertos académicos y eruditos. Ideología discriminadora y acusadora contra Tlaxcala de ‘traidora’. Tlaxcala, que como otros pueblos vasallos de los aztecas, tenía que soportar la realidad terrible de la dominación, que tenía que pagar tributos materiales y de sangre (sacrificio humano); que tenía a fortiori la obligación de celebrar guerras con los mexicas (las guerras floridas o xochiyaoyotl) para proveerlos de cautivos destinados al sacrificio, que era, en efecto, reserva de alimento sagrado (chalcíhuatl, sangre), cuando tuvo oportunidad (como todo ser humano) se sacudió por medio de la guerra esa guerra florida, la dominación y el sacrificio”.
“Entonces, ¿por qué proseguir idolatrando y angelicalizando un terrible poder de dominación como fue México-Tenochtitlán? ¿Por qué esa obsesión maniquea de hacer de MéxicoTenochtitlán” el arquetipo de los arquetipos a costa de todo lo demás? La historia está hecha de ‘luces’. El siglo XVII novohispano liderado por los jesuitas no puede confundirse con lo colonial y viceversa. Lo ‘jesuita novohispano’ es siempre la inventiva, la creación, la síntesis, la actitud echada pa’delante en una travesía difícil, renovando, conquistado, privilegiando un lenguaje para el otro (pedagogía, teatro, letras, misión evangelizadora, etcétera)”.
“Al contrario, lo colonial es siempre la dependencia, la imitación extralógica de modelos pensamiento occidental. El victimismo, el complejo de inferioridad, la manía de echarle la culpa a terceros. La cultura que nos hace chipiles, desobligados e irresponsables. Lo novohispano y lo colonial son opuestos, aunque con harta frecuencia se mezclan y se confunden, en particular después de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767”.
“Pues, en efecto, desde el instante mismo de la expulsión de los jesuitas, y más delante de su extinción, los criollos independentistas y después los nuevos ilustrados mexicanos (los liberales) tenderán a identificar lo colonial y lo novohispano como si de la misma cosa se tratara. Tenderán a negar y caricaturizar la historia novohispana, sustituyéndola por las ficciones de la mitología republicana y liberal, es decir, aquella etapa formativa (siglo XVII) en la que el país ataba y ajustaba los hilos con sabiduría y firmeza, será desdeñada y arrinconada, ocupando los mitos liberales su lugar, como en el siglo XX lo harán los mitos revolucionarios”.
“Un trayecto que comienza con la civilización azteca, se interrumpe por trescientos años, se retoma en el siglo XIX con la Independencia (sería la Primera Transformación), se retoma con la generación de la Reforma (Segunda. Transformación), vuelve a interrumpirse durante la larga dictadura de Porfirio Díaz y adquiere un rumbo definitivo a partir de 1910, con la Revolución Mexicana y herederos como Lázaro Cárdenas (Tercera Transformación), aquí tiene su punto de partida y desarrollo del cuento que hoy vivimos. México no pudo entenderse, ni darse a entender a los demás a través de su historia. Lo prueba la esterilidad económico-política (duro es reconocerlo) del siglo XIX y gran parte del siglo XX”.
“Y es que desde el ‘imaginario’ republicano y liberal (tiempo lineal, rectilíneo y su horizonte de ‘progreso’), es imposible entender ese universo de contrastes que es la Nueva España”
Víctor Bacre Parra