Después de 2 años sin saber de ella, recibí la llamada de una mujer palestina (cuya identidad no revelaré) a quien conocí en un trayecto a Israel y con quien conversé e intercambié contacto. Recuerdo su conmovedora historia y su mirada triste; me contó que era madre de 2 menores y víctima, al igual que sus hijas, de maltratos físicos y verbales por parte del marido.
La reciente llamada fue para decirme que la situación de aislamiento por covid-19 había llevado al marido a la locura: ''golpea a mis niñas cada vez que le piden comida y llevamos días sin comer, nos vamos a morir'', me dijo la mujer desolada desde la cama de un hospital donde ella y una de sus hijas fueron trasladadas por las excesivas lesiones que habían sufrido. Al día de hoy la mujer palestina se niega a denunciarlo por miedo a represalias.
No hace falta ir tan lejos para darnos cuenta de que situaciones así se repiten en miles de hogares en México, donde la violencia familiar se ha agravado en un contexto de emergencia.
Tan solo en 2020, se reportaron 25 denuncias de violencia familiar cada hora durante todo el año, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Es decir, se abrieron en promedio 603 carpetas de investigación por día, sin contar los casos no denunciados.
Hoy nuestra capacidad se ve confrontada ante el estrés, la incertidumbre, el miedo a la muerte, el aislamiento, las adicciones y otros aspectos que desde antes del COVID-19 ya existían.
Muchos son los factores que provocan la violencia contra miembros de una familia teniendo como base la subordinación económica, moral y emocional de las víctimas con el agresor.
¿Cuántas personas se quedaron en casa para alejarse del peligro de un virus y se dieron cuenta que el verdadero riesgo esta dentro de su hogar? ¿Qué rumbo tomará la vida de esas mujeres, jóvenes, niñas y niños que han quedado a la merced ante las restricciones de no salir a trabajar o a estudiar y que además son violados sexualmente, golpeados, y maltratados por sus familiares?
Es muy probable que la violencia crezca en nuestro país por las consecuencias que dejará este capitulo de la historia; habrá muchas víctimas con cicatrices emocionales, sexuales, que muy probablemente truncarán su capacidad de liderar y participar en la recuperación de nuestra sociedad.
¿Cómo enfrentar este gravísimo problema para nuestra sociedad? Para ello necesitamos analizar los nuevos comportamientos humanos ante esta pandemia, comprender mejor los mecanismos y dinámicas de violencia para desde ahí elaborar nuevas políticas públicas que atiendan el problema. El trabajo de autoridades y grupos de vecinos es clave, igualmente importante será habilitar contenidos y herramientas en redes sociales que faciliten el acceso a la denuncia pública; que sean incluyentes en personas de la tercera edad, con discapacidad, menores y adolescentes.
Sin embargo, ni las mejores políticas públicas pondrán fin al problema si éste no se atiende de origen. Se requiere trabajar en los vínculos sociales y familiares porque la violencia no es parte de nuestra biología humana, es algo que aprendimos y que es evitable.
¡Necesitamos reaccionar! Es fundamental cambiar ciertas conductas aprendidas de gente que creé que su dolor es provocado por otros y que por lo tanto merecen ser castigados. Es momento de ser responsables de nuestros comportamientos, de asumir nuestras emociones y tener la humildad para pedir ayuda. Eso quizá podría regresarnos poco a poco la humanidad
Verónica Sánchez
@VeroSanchez_TV