Don Argott es un músico y documentalista estadunidense que en 1999 grabó, bajo el nombre de Pornosonic, el soundtrack para una película porno inexistente. En realidad, nunca tuvo la intención de hacerlo de verdad, únicamente quería explorar nuevos artilugios electrónicos y mezclarlos con la música que se solía componer para las películas pornográficas de los setenta, cuyos directores, a diferencia de los que hacen actualmente clips de dos minutos que ni una canción incidental tienen, le daban un gran valor a las melodías que acompañarían a los protagonistas en su viaje cachondo. El resultado fue un disco exitoso que tuvo dos reediciones.
Una de las claves de su triunfo fue la integración de la voz de Ron Jeremy, figura mítica del cine para adultos, entre las canciones. Lo que va diciendo a lo largo del álbum son líneas típicas de las cintas tres equis de aquellos días (“ábrame, señorita, soy Ron Jeremy, su plomero; estoy aquí para limpiar sus tuberías”), entonadas de manera hilarante.
Cuando yo pienso en esas dos palabras unidas, “música” y “porno”, no me imagino películas de contenido sexual ni canciones que podrían incitar a tener un encuentro. En lo que reflexiono es en la manera en que algunas y algunos músicos llevan esa parte sexual natural en sus composiciones, una forma de tocar y de mostrar su ser, con ciertos elementos basados en la moda y las tendencias culturales de su época.
Veo en YouTube un concierto que dio en Berlín Alberta Hunter, esa cantante de blues y jazz nacida en Memphis en 1895, donde se aventó “My Handy Man”. Tiene ahí 86 años de edad pero se ve como una jovencita risueña, con las manos en la cintura y una actitud retadora a la par de sonriente, cuando dice: “He threads my needle, creams my wheat / heats my heater, chops my meat / my man is such a handy man”.
Al escucharla, al ver su cuerpo expresar emociones junto con esa voz tan seductora, no puedo evitar abrir la puerta del espacio erótico, ese lugar que no se hace, sino que está a donde uno va y tiene que ver con sentirse en plenitud, con los sentidos expandidos, abierto a la experiencia integral.
Jimi Hendrix lo sabía muy bien. En Empezar de cero, su historia contada mediante la recopilación de entrevistas impresas y para televisión, explica: “Muchos piensan que lo que hago con la guitarra es vulgar. Yo no creo que sea vulgar. Quizá sea sexy, pero ¿qué música con mucho pulso no lo es? La música es una expresión tan personal, que forzosamente proyecta sexo. ¿Qué tiene eso de malo? ¿Es tan vergonzoso? ¿Es más vergonzoso que los anuncios eróticos que ves en los periódicos o la televisión? El mundo gira alrededor del sexo. La música tiene que acompañar las emociones humanas, y te apuesto lo que quieras a que no puedes nombrarme una más humana que el sexo”.
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Mi Sinfonía del placer
Mi primer amor fue la música.
Me recuerdo recostada frente a la consola tocadiscos de color café, con las manos sosteniendo mi cabeza y mis codos clavados en la alfombra roja de la casa nueva en los suburbios donde pasé la infancia y la adolescencia. Escuchaba discos para niños, pero también ponía los acetatos de mi padre, que tenía un gusto ecléctico, pues lo mismo iba de los Beatles y Frank Sinatra a Los Ángeles Negros, José José, Elvis Presley, Ray Conniff, Celia Cruz y Vicente Fernández, pasando por el jazz, la bossa nova, Herb Alpert y hasta The Dave Brubeck Quartet con “Take Five” en sonido estéreo.
Podía pasar horas ahí, imaginando posibles escenas que se desarrollarían mientras esas canciones se instalaban en un gran salón de mi mente, en el que, desde entonces, he ido conformando una gran fonoteca. Seguramente no es la más completa, pero para mí representa una serie de universos entrelazados capaz de mostrarme la infinitud del sonido.
Hoy mi memoria está construida a base de besos y recuerdos musicales, de historias de gozo y rolas entrañables. Sinfonía del placer es, entonces, el libro de mi vida. El que siempre soñé escribir y compartir, un recorrido que acerca lo mismo a hechos históricos que a experiencias vitales mías y ajenas más reflexiones que buscan contestar numerosas interrogantes. Me gustaría que fuera su acompañante y les sirviera a manera de diccionario para expresar lo que les parece imposible de confesar, porque quizá cuando las palabras se acaben, la melodía permanezca.
La música y la sexualidad humana bien comprendidas tienen la capacidad de cambiar el mundo. Por eso, los invito a que me acompañen a la primera presentación del libro, que se llevará a cabo el 19 de junio, de 20 a 2 horas, en el Multiforo Urbano Bajo Circuito, en la colonia Condesa, CdMx. Entren a https://veronica-maza.boletia.compara descargar sus boletos gratuitos que les permitirán participar en la rifa de juguetes eróticos de última generación y servicios de salud sexual. La entrada es libre. ¡Allá nos vemos!
@draverotika
FB: La Doctora Verótika