El orgullo LGBTTTIQA no tiene que ver únicamente con ponerse una camiseta con los colores del arcoíris ni con ir a la marcha del día de hoy con la consigna de echar relajo o salir a la calle con las mejores galas de drag queen o king. La expresión encierra, antes que nada, el orgullo que brinda haber descubierto quién es uno en realidad, cómo nos sentimos y nos vivimos, de qué manera nos mostramos en sociedad. Es el sentimiento que surge al comprender que la diversidad sexual nos abarca a cada uno de nosotros, pues aunque no se incluyan todas las letras del abecedario, en realidad todos somos diferentes. Únicos e irrepetibles, y así tendríamos que ver a quienes nos rodean. Cada cual tiene una experiencia de vida particular, individual e íntima, que hay que celebrar cuando se decide vivir acorde a ella en lugar de someterse a las exigencias de una “civilización” que parece haber entendido poco sobre esta posibilidad que como especie tenemos de vivirnos como nos dé la gana.
El orgullo lésbico, gay, travesti, transgénero, transexual, intersexual, queer, asexual, y demás apelativos que se vayan agregando, se ha expresado a escala mundial desde hace años con una fecha variable que se ha transformado en todo un mes para recordar que es un derecho de cada ser humano expresar su identidad de género y su orientación sexual de la manera en que desee. En esto no hay buenos ni malos, no hay formas de ser correctas o incorrectas, no debería haber críticas ni rechazos, sino la libertad de que el otro, el de enfrente, el vecino, el que camina en la acera contraria o va de frente hacia nosotros, también pueda mostrarse como se siente en su interior.
Vivimos en un mundo lleno de prejuicios. Prejuicios que nos hacen daño, que nos separan, que generan dolor y violencia. Prejuicios que no deberían existir porque no hay una razón que los justifique, ni social ni histórica ni económica.
Hablamos de “orgullo” porque ser quien uno es resulta una batalla cotidiana. La expresión incluye en cada una de sus letras la lucha de quienes se han rebelado, a pesar del miedo, a un cúmulo de ideas que buscan estandarizar a la gente para poder controlarla.
Incluso quienes se asumen como heterosexuales son diversos. No les gusta el mismo tipo de persona del sexo contrario; no todos los hombres son feos, fuertes y formales ni todas las mujeres son sumisas, dulces y obedientes. Asumir los gustos y vivencias particulares genera orgullo de igual manera.
Por todo eso se hace imprescindible sacar este sábado la camiseta arcoiris, sí, pero independientemente de ello, lo más importante es sacar de nuestra mente esas ideas que nos hacen daño para ejercer y dejar que los demás ejerzan uno de sus principales derechos, bienes y atributos: la libertad de ser quien uno quiera ser. ¿Es tan difícil de comprender? #loveislove #Pride2019
***
La venganza de Camilla Läckberg
Acabo de leer Una jaula de oro (Océano), la nueva novela de la escritora sueca Camilla Läckberg, conocida como una autora de novela negra que ha vendido millones de ejemplares en el mundo y mi primera reflexión fue que no me gustó. Sin embargo, después pensé que sería injusto tratarla de una manera tan simple, pues hay en sus páginas algunos elementos que te atrapan.
Se trata de la historia de Faye, una mujer de gran inteligencia con el don de hacer buenos negocios, que deja su vida laboral para convertirse en ama de casa y madre de familia, la esposa sumisa de Jack, un empresario multimillonario que aparentemente hace todo para complacer a su hija y a su mujer hasta que ella descubre que detrás de esa vida llena de lujo envidiable, hay engaños constantes por parte de su chantajista marido, quien no se tienta el corazón ante ella, sus amantes o sus clientes. Así, tras un cruel divorcio, Faye planea su venganza con la complicidad de muchas otras mujeres que también han sido engañadas por sus hombres.
Lo que no me gusta es que maneje la venganza (y no una sencillita, sino una igual de mala onda que la traición de su compañero) como la mejor alternativa de las mujeres para superar el dolor del engaño y el abuso, porque creo que la violencia no se combate con violencia, sino de otras maneras en donde hace falta la inteligencia pero no para hacer el mal sino para reconfigurarse más allá del daño que un hombre le pueda hacer a una mujer.
Pero también debo decir que Camilla tiene un buen ritmo narrativo. La primera mitad de la novela de 356 páginas la leí de un jalón durante una noche de desvelo. Sabe manejar el suspenso y cuenta con dos o tres vueltas de tuerca inesperadas que me recordaron otras novelas suyas, como La princesa de hielo o Las hijas del frío. Además, hay un mensaje feminista, sin duda, aunque mal tratado.
En resumen, se lee de manera rápida, entretenida, con cierta dosis de intriga, pero hay que evitar mirarla como un ejemplo a seguir porque el feminismo es otra cosa, no una revancha hacia los hombres en general.
@draverotika
FB: La Doctora Verótika