“Calavera garbancera” fue el nombre que José Guadalupe Posada le dio a la ilustración que, tiempo después, se convertiría en “La Catrina”, protagonista de nuestra Fiesta del día de muertos, celebración que la UNESCO declaró Patrimonio oral e inmaterial de la humanidad en 2003.
A finales del siglo XIX y principios del XX, José Guadalupe Posada publicaba “calaveras literarias” en periódicos que criticaban la situación del país y a los privilegiados del sistema, acompañaba sus textos con dibujos de esqueletos y cráneos humanos.
La versión original de la Calavera Garbancera fue un grabado en metal que traía puesto un gran sombrero adornado con plumas.
El nombre que le dio su autor hacía referencia a las personas que se habían “enriquecido” con la venta de garbanzo, mexicanos que renegaban de su cultura y, aunque tenían sangre indígena, aparentaban ser europeos.
Años más tarde, Diego Rivera bautizó a la Calavera Garbancera como “La Catrina” (que al igual que el catrín de la lotería, se distinguen por su elegancia en el vestir).
Rivera volvió a dar fuerza a la Catrina al incluirla de esqueleto completo, con su sombrero, vestido de fiesta, abanico y estola, del brazo de Guadalupe Posada en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, obra que pintó al fresco en 1947 y en donde además aparece el niño Diego y Frida Kahlo.
Desde entonces, La Catrina, se convirtió en una manifestación del arte popular mexicano.
Una de estas representaciones surgió en los años setenta en Capula, pueblo alfarero del estado de Michoacán en donde el artista plástico Juan Torres Calderón materializó en barro a la Catrina tridimensional; esta figura llegó a tener tanta demanda, que inspiró a los artesanos del pueblo que ahora se dedican a su fabricación.
Torres Calderón menciona al respecto: “…me enorgullezco al ver que muchos de mis vecinos de Capula realizan magníficas ‘catrinas’ a partir de mis diseños originales”.
Desde hace años, a finales de octubre, se celebra la Feria Nacional de la Catrina en Capula, que cada día es más conocida en el país y fuera de él; ahí los artesanos exhiben sus más hermosas creaciones, por lo que visitar este pueblo alfarero es casi obligatorio para los amantes del arte y la cultura.
En resumen, La Catrina, desde el grabado en metal de Posada, ha ido emigrado al papel, al lienzo, al barro y a muchos otros soportes para convertirse en parte indivisible de la cultura de nuestro país.