En medio de la guerra cada institución internacional tiene una tarea que cumplir. La conciencia sobre la necesidad de proteger los bienes culturales por parte de la comunidad internacional en tiempos de guerra es apenas muy reciente y está asociada al espíritu y a los trabajos fundacionales de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El primer paso se dio como respuesta a los estragos de la Segunda Guerra Mundial. En 1954 se firmó la Convención para la protección de bienes culturales durante los conflictos armados. Es este el primer acuerdo internacional multilateral cuyo tema central es el cuidado del patrimonio cultural. Dicho tratado establece que la destrucción de bienes culturales, museos, sitios históricos e instituciones educativas constituye un crimen de guerra.
De acuerdo con nuestros principios de política exterior y la Carta de las Naciones Unidas, México ha expresado en los foros competentes su rechazo al uso de la fuerza y ha condenado enérgicamente la invasión de la Federación de Rusia a Ucrania, demandando el cese de las hostilidades y la resolución pacífica del conflicto mediante el diálogo político, las negociaciones y la mediación.
Por mi trabajo diplomático, he vivido en países profundamente afectados por las guerras europeas. Estos conflictos destruyeron masivamente un patrimonio cultural inapreciable no solo por su valor artístico, sino por lo que representa para la historia y la identidad de los pueblos.
La Unesco no ha sido ajena al drama que vivimos. Su directora general ha exigido a Rusia el cese inmediato de las hostilidades y ha estado en contacto con las instituciones ucranianas para evaluar la situación y fortalecer la protección de los centros educativos y de los siete sitios declarados como Patrimonio de la Humanidad.
Con esta intención, nuestro país se ha sumado a los miembros de la Organización que han convocado a una sesión extraordinaria el próximo 15 de marzo, para examinar las repercusiones y las consecuencias de la situación actual en Ucrania bajo todos los aspectos del mandato de la Unesco. Se trata de un esfuerzo colectivo para promover la protección del patrimonio natural y material ucraniano, así como el derecho a la educación de su población y salvaguarda de los periodistas que cubren el conflicto.
El enorme drama humano que representa la invasión de la Federación de Rusia a Ucrania está siendo atendido por la comunidad internacional de manera prioritaria. Al mismo tiempo, los bienes culturales ucranianos –museos, templos o monumentos– están en riesgo de ser destruidos bajo los estragos de los bombardeos y/o el pillaje. Por otro lado, hay que evitar que cunda la tendencia a eliminar del imaginario colectivo los aspectos culturales de la nación beligerante, como ocurre en estos días con los eventos, obras y artistas rusos que están siendo boicoteados como parte de una dura sanción en contra del gobierno de su país.
En el espíritu de la Unesco está no solamente la contención de la violencia, sino la construcción de la paz. Como miembros de la Organización, debemos estar atentos para que no se adopten decisiones y actitudes que dañen el patrimonio cultural ucraniano y afecten el porvenir de los académicos y profesionales del mundo del arte, que no son parte beligerante del conflicto, por el simple hecho de su nacionalidad.
Cierro estas reflexiones con la frase que recoge el espíritu fundacional de la Unesco que dice que “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres y las mujeres, es en la mente de los hombres y las mujeres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
Por Juan José Bremer*
*Representante permanente de México ante la Unesco