“Cualquiera puede ponerse furioso,
eso es fácil. Pero estar furioso con la
persona correcta, con la intensidad
correcta, en el momento correcto y de
la manera correcta, eso no es fácil”.
Daniel Goleman.
Estamos acostumbrados a relacionar la “inteligencia” con la capacidad de raciocinio lógico, con el coeficiente intelectual que determina las habilidades para las ciencias exactas, la comprensión y la capacidad de análisis reflexivo, el razonamiento espacial, la capacidad verbal y las habilidades mecánicas. Sin embargo, en el mundo empresarial, desde finales del siglo pasado, se considera y valora más la inteligencia emocional, ya que ésta determina como nos conducimos nosotros mismos y nuestra capacidad para interactuar con los demás.
De acuerdo a Enrique de Mulder, presidente de Hay Group, un concepto íntimamente relacionado con la Inteligencia Emocional es la “empleabilidad”, ya que es la capacidad de una persona de aportar valor a la organización, es decir, de contribuir a la empresa en mayor medida que la compensación que recibe de la empresa por sus servicios; y esto ya no se consigue solo con un coeficiente intelectual alto, sino que también necesita desarrollarse el coeficiente emocional con cualidades como constancia, flexibilidad, optimismo y perseverancia, entre otros.
Los rasgos de las empresas con mayor éxito, de acuerdo a Daniel Goleman, se agrupan en tres categorías: aptitudes técnicas, capacidades cognoscitivas y elementos asociados con la inteligencia emocional de sus directivos. Como resultado de un estudio realizado por Goleman a directivos de empresas líderes en Estados Unidos, el coeficiente emocional resultó ser mucho más importante y determinante que las aptitudes técnicas y las capacidades cognoscitivas, hasta el punto de que cerca de 90% de la diferencia observada en el desempeño de los gerentes de las empresas estudiadas era atribuible a factores asociados con la inteligencia emocional.
La Inteligencia Emocional del directivo es prioritaria en toda organización, ya que de ello depende la empresa y la organización, así como la emoción, la pasión, el énfasis y el sentimiento positivo o negativo con que trabaje el directivo y por ende, su equipo de trabajo o colaboradores.
La investigadora María González, plantea la siguiente metáfora: “El padre que no ama destruye los sentimientos de sus hijos y crea monstruos resentidos. … un directivo que haga caso omiso a sus propias emociones y a las de su personal, está condenado al fracaso o, en su defecto, a tener resultados negativos, como crear colaboradores resentidos o enojados contra la autoridad, así como proceso de desintegración del equipo de trabajo”.
En relación a esta metáfora, Daniel Goleman menciona que así como el tener padres emocionalmente inteligentes representa una enorme ventaja para el niño, los Directivos emocionalmente maduros pueden apoyar mejor a sus subalternos y con ello generar un mayor aprendizaje en la organización.
El papel que desempeña el directivo y líder en la organización es fundamental, es el personaje que debe guiar, liderar y motivar al equipo de trabajo. Por lo tanto, entre más maduro emocionalmente, mas competente será para ayudar a sus colaboradores a enfrentar sus altibajos emocionales, o, en su defecto, reorientar estás emociones al objetivo tanto individual como colectivo de la empresa u organización.
La gran importancia que tiene el manejo de las emociones estriba en que el presente y el futuro de la organización depende de la emoción y pasión con que trabajen el directivo y sus colaboradores.
El estilo de dirección depende de cómo el directivo o líder se gane el respeto y la admiración o por el contrario, el odio de sus colaboradores.
Un equipo de trabajo reacciona bien cuando se le plantean con disciplina y respeto los objetivos y metas que se pretenden alcanzar. En cambio, la disciplina autoritaria hace aflorar todo lo malo de la naturaleza humana.
Mtro. Oliver García Ramírez
Director de la Ing. en Desarrollo Empresarial