Todos fueron grandes promotores de ideas, proyectos. Los cuatro, desde jóvenes, escribieron. Todos amaron profundamente. Los cuatro se preocuparon y ocuparon de su entorno social. Todos tuvieron más de una pareja.
Todos reconocidos, unos más que otros. El más: Paz, por el Nobel. Excepto Cortázar, los otros tuvieron descendencia.
Revueltas publica en la Revista Barandal, fundada por Paz. Huerta y Revueltas militaron en el PCM, célula José Carlos Mariátegui, conformada por escritores y periodistas.
Paz se entera, gracias a Huerta, de que ha sido invitado por Neruda, Alberti y Serrano Plaja a participar en el Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura.
Revueltas escribió Nocturno de la noche, dedicado a Huerta. En la revista de la Universidad de Nebraska, Prairie Schooner, del verano del 43, aparecieron simultáneamente en las traducciones de la Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón de Paz y, de Huerta, el Poema del Desprecio.
Cortázar y Paz vivieron en París. Paz y Huerta pusieron en marcha la revista Taller con Rafael Solana. Cortázar firmó, con Paz y otros, una carta pidiendo la liberación de Juan Carlos Onetti.
Los mexicanos Paz, Revueltas y Huerta recibieron el Premio Villaurrutia. Huerta dedicó a Paz, por sus cincuenta años, Borrador para un testamento. Huerta dedicó a Revueltas Revueltas: sus mitologías. En la dedicatoria se lee: “Para mi hermano José Revueltas, que está en Lecumberri”.
Cortázar vivió durante algunos meses en la casa de Nueva Delhi de Paz. El caso de Heberto Padilla, poeta cubano obligado a retractarse por sus desviaciones ideológicas, llamó la atención de Cortázar, Paz y Revueltas, no desde el mismo punto de vista.
Quizá, el último encuentro de Huerta y Paz sucedió en el Palacio de Minería, en la lectura poética del domingo 9-X-77. Paz publicó, a la muerte de Huerta, una muy triste nota en las páginas de Vuelta.
Durante la velación, se le notaba apesadumbrado. Sobre Revueltas, Paz escribió: hombre trágico, tocado o formado simultáneamente por el marxismo revolucionario y por una piedad cristiana de cristalinas y fuertes raíces, lleno de compasión, “un hombre puro”.
Paz, en Poesía en Movimiento, reconoció que “Ciegos y también sordos pues no oímos la voz que hablaba por boca de Huerta, la otra voz, blasfema, anónima, la voz maravillosa de la transeúnte desconocida, la voz de la calle”.