México es un país multicultural, cuenta con una gran variedad étnica y lingüística, lo cual ha prevalecido desde la herencia prehispánica y el intento de conciliar doctrinas de diferentes culturas, lo que ha permitido que el patrimonio cultural siga vivo gracias a los usos y costumbres de los pueblos originarios,a los diversos rituales ancestrales que se practican con fines religiosos, de fe, ofrecidos a la madre tierra, o a los cuatro elementos para sanación, con lo que se agradece por los favores que se dan cotidianamente.
El estado de Hidalgo no es la excepción, aquí se llevan a cabo diversos rituales con características diferentes dependiendo del municipio en el que se practiquen.
Los rituales son una serie de acciones realizadas principalmente por su valor simbólico, acciones que están basadas en alguna creencia, ya sea por religión, tradiciones o la memoria histórica de una comunidad.
Estas expresiones culturales, que han sido trasmitidas de generación en generación por comunidades indígenas, legadas por nuestros ancestros, están asociadas a prácticas de vida e identidad, que conservan rasgos del sincretismo cultural entre el calendario religioso católico y el calendario ritual indígena, que fortalecen la cohesión y el diálogo social.
En Hidalgo, el calendario ritual se encuentra lleno de festividades de profundo valor cultural,que con el paso del tiempo han tenido algunas modificaciones hechas por los pobladores,ya sea en los festejos de los santos patronos, Día de Muertos o los carnavales que se practican en por lo menos 30 municipios, en especial en las regiones de la Sierra, la Huasteca y el Valle del Mezquital,que radican en dar identidad a los pobladores y así una serie de otros rituales religiosos donde las poblaciones vuelcan su devoción, muestran su folclor, se reconocen y reencuentran culturalmente.
Ejemplos de ello en el Valle del Mezquital son la fiesta del pone y quita bandera de Mixquiahuala y los carnavales de Alfajayucan donde año tras año las comunidades de “Xamage, El Espíritu, Boxthó, La Huapilla y San Antonio Corrales”, realizan la tradicional guerra de los naranjazos, un sábado previo a la festividad realizan una danza prehispánica de origen otomí, llamada “los Xhitas” en la cual participa un grupo de personas que está conformado por el xhita mayor, quien lleva una vestimenta de anciano con un bastón, la madama, quien utiliza un atuendo otomí tradicional, representa a la esposa del xhita mayor y los xithas jóvenes, que representan a los hijos de la pareja.
Estas costumbres se realizan una semana antes del Miércoles de Ceniza, pasando ese día se cierran los carnavales, dando inicio a la Cuaresma que es el tiempo de preparación para recibir los días de Pascua.
Hidalgo y sus municipios enfrentan, por tanto, el desafío de planificar su desarrollo turístico no solo desde el punto de vista económico, sino también teniendo en cuenta las necesidades turísticas recreativas de la población local, con el propósito de que la mayoría de su gente tenga acceso a disfrutar de equipamientos de este tipo en su región.
Cada localidad posee características propias que la distinguen; en esta distinción radica una potencialidad de desarrollo turístico; incluso si los atractivos de una comunidad no son de calidad exponencial, estos pueden ser aprovechados, especialmente como complemento de atractivos existentes en zonas cercanas, prolongando así la estadía de visitantes y turistas, generando beneficios al conjunto de sitios implicados.
Yesenia Mendoza Cruz
Profesora de tiempo completo en el P. E. de Turismo