En la era digital, la adquisición de competencias digitales se vuelve esencial, no solo para el desarrollo académico de los estudiantes, sino también para preparar la fuerza laboral de un país. La rápida evolución tecnológica transforma nuestra forma de vivir y trabajar, y aquellos sin habilidades digitales pueden quedar rezagados en una sociedad cada vez más interconectada.
Estas competencias no se limitan solo a usar herramientas tecnológicas, sino que engloban la comprensión crítica de la información, la resolución de problemas complejos y la adaptabilidad a entornos digitales cambiantes.
En un mundo impulsado por la tecnología, estas habilidades se han convertido en el estándar para la participación efectiva en la sociedad y el mercado laboral.
No obstante, a medida que la innovación avanza, se crea una brecha entre quienes acceden a estas innovaciones y el resto del mundo. Un pequeño porcentaje disfruta de la innovación desmedida, mientras que muchos enfrentan desafíos para acceder a oportunidades educativas y laborales.
La innovación, vital para el progreso, ha generado una división en la sociedad. Aquellos inmersos en un entorno digital avanzado prosperan, mientras otros luchan por alcanzar ese nivel de acceso. Esta disparidad no solo limita el potencial individual, sino que también tiene implicaciones para el desarrollo económico y social de un país.
Por ejemplo, en Hidalgo, la inversión en sectores pioneros como la nanotecnología y la inteligencia artificial ha situado a la región en el mapa de la innovación global.
Sin embargo, este enfoque ha dejado en segundo plano el desarrollo de competencias digitales básicas en la población donde podemos ver incluso como en las organizaciones tanto públicas como privadas un recurso humano que no sabe usar Excel o incluso adjuntar un correo.
La brecha entre quienes están inmersos en la innovación y quienes luchan por adquirir habilidades digitales básicas se evidencia en el tejido social hidalguense. Mientras algunos disfrutan de los frutos de la revolución tecnológica, otros enfrentan desafíos para acceder a una formación digital adecuada, limitando su participación en una economía digitalizada.
Es esencial que, junto con la promoción de la innovación, se implementen políticas para fomentar el desarrollo de competencias digitales en todas las capas de la sociedad hidalguense.
Esto no solo garantizará una participación equitativa en el progreso tecnológico, sino que también impulsará la economía al aprovechar el potencial completo de la fuerza laboral.
El caso de Hidalgo subraya la necesidad de un enfoque integral que abarque tanto la innovación tecnológica como el desarrollo de habilidades digitales básicas.
Solo mediante esta combinación estratégica se puede garantizar que la prosperidad tecnológica llegue a todos los rincones de la sociedad, evitando así la creación de una brecha digital que amenace la cohesión y el progreso inclusivo del estado.
No olvidemos que nos encontramos en una encrucijada crucial: avanzar hacia un futuro digital inclusivo o arriesgarse a ampliar la brecha entre la innovación y las competencias digitales.
Es el momento de que las políticas y los esfuerzos se alineen para asegurar que la revolución tecnológica beneficie a todos, y no solo a unos pocos privilegiados.
José Luis Rosano Vera
Director de Proyectos en División 91 S. C.