El cáncer es un grave problema de salud en México y en el mundo, pues cada día aumentan las cifras de quienes lo padecen. Se estima que para 2030 los casos nuevos de esta enfermedad sobrepasarán los 20 millones por año.
Además, existe el mito de que el cáncer es una enfermedad de países ricos, sin embargo, las estadísticas dicen todo lo contrario. Se ha identificado que del 55% al 60% de los casos de cáncer se ubican en países empobrecidos de África o América Latina. Entonces, ¿cómo se relaciona el cáncer con la pobreza?
El impacto del cáncer es catastrófico para todas las personas, no obstante afecta y destruye más a poblaciones en situación de pobreza, al no contar con los recursos necesarios para su prevención o tratamiento.
En México, en el 2020 se identificó que el 52.8% de la población se encuentra en la pobreza, mientras el 17.2% se ubica en pobreza extrema (Coneval).
Uno de los pilares más importantes para prevenir son los chequeos médicos frecuentes. Pero acceder a servicios de salud es prácticamente imposible para un gran sector de la población mexicana, pues muchos hospitales se encuentran alejados de sus comunidades.
Por tanto, es difícil prevenir, por ejemplo, el cáncer de mama avanzado sin una mastografía o ultrasonido, o el cáncer cérvico-uterino sin un Papanicolau.
Respecto a recibir un tratamiento oportuno contra el cáncer, difícilmente un paciente en pobreza extrema podrá acudir a un hospital para recibir sus quimioterapias. El Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) otorga la atención casi gratuita de algunos tipos de cáncer en adultos, como el cáncer de mama o el linfoma no Hodgkin. Sin embargo, otros tumores(curiosamente, los que necesitan tratamientos más caros) no son tomados en cuenta dentro de su catálogo.
En general, los tratamientos son excesivamente caros y la mayoría tienen que pagarse del bolsillo del paciente y su familia.
El salario más común de una o un mexicano es de 3 mil 690 pesos; si consideramos que existen medicamentos con un precio de 87 mil 773 pesos dosis mensual para tratar, por ejemplo, la leucemia crónica, la conclusión es que muchas personas no pueden pagarlo y por tanto, la muerte es inminente.
Es evidente que existe una relación entre el cáncer y la pobreza, lo cual debe considerarse al momento de gestionar políticas públicas. Si bien, el Estado ha desplegado esfuerzos por generar programas de apoyo, éstos han son insuficientes, por lo que es momento de planear estrategias que favorezcan el acceso gratuito a la salud de la población que no pueda costear estudios y tratamientos médicos. Y construir hospitales especializados con la tecnología necesaria y personal calificado cerca de las comunidades para el manejo integral del padecimiento.
Asimismo, es esencial apostar por medidas preventivas, que muy seguramente son más baratas que las curativas, a través de intervenciones basadas en educación para la salud que realmente brinden habilidades y herramientas para que las personas sean actores en el cuidado de su propia salud.
Para ello, también deberán involucrarse todos los profesionales que puedan ayudar a generar cambios conductuales significativos en la población, como el mercadólogo, el sociólogo, el psicólogo, el nutriólogo, etc. La problemática del cáncer no es fácil de combatir en medio de la pobreza, pero confió en que, si se implementan acciones basadas en las necesidades de la población y en donde se hagan equipos entre profesionales, se podrán alcanzar buenos resultados.
María Luisa Escamilla Gutiérrez
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Instituto de Ciencias de la Salud, Área Académica de Psicología